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Intercambio: Scones de mamá

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Scone_varieties


Llovía tanto que consideré saltearme la primera clase de la mañana, pero la responsabilidad me pesó más que las gotas que golpeaban con violencia el techo de mi apartamento.


Pasé la clase entre dos chicas rubias que no paraban de decirse la una a la otra lo mucho que querían colarse a algún desfile. Yo intentaba escuchar lo que la profesora explicaba sobre la industria de la publicidad italiana, pero justo entonces se les ocurrió que, tal vez, podrían comprar una entrada en lugar de colarse. Yo me reí y creo que fue entonces cuando ellas me vieron por primera vez.

– Do you want to join us?- me dijo una. La otra asintió con la cabeza. ¿Quería acompañarlas? La verdad era que no. Me gustaba ir bien vestida, como a cualquiera, pero no me interesaba la moda, y los desfiles me aburrían al extremo. Sin embargo, incluso la terrible Milan Fashion Week era una buena oportunidad para hacer amigas.
– Sure -respondí, sonriendo. Ellas se miraron y sonrieron, y empezaron a mostrarme fotos de famosas modelos que nos dignarían con su presencia.

Yo las miraba mientras pensaba en mi mamá. Se hubiera reído de la situación y me hubiera acusado de antisocial. Andá, seguro hubiera dicho, pasar un rato con gente no te va a hacer mal. Yo extrañaba a mi mamá y a mi casa y al pan de manteca que compraba papá todos los domingos de mañana. Extrañaba despertarlo para que me lleve a la universidad los días de lluvia y que se quejara de que fuera cantando todo el camino. Ahora caminaba a la parada del tranvía todos los días y nadie me estaba esperando cuando volvía a casa.

La clase terminó. Con la mano derecha agarré mi mochila y con la izquierda me acomodé el saco. Luego me colgué la mochila a la espalda, me arreglé el pelo con ambas manos y me di cuenta de que las rubias ya estaban en la puerta, mientras que yo seguía con mi ritual. Las miré sin saber si seguirlas o no, pero entonces se dieron vuelta y me sonrieron. Me acerqué a ellas. Iban a una cafetería y, aunque yo no tomaba café, tampoco tenía ningún apuro por volver al monoambiente. El diluvio no había parado, así que corrimos calle abajo y nos reímos como las chicas tontas de las películas americanas. Lo que quería era comer scones de mamá. Allí los vendían al increíble precio de cuatro euros cada uno, pero el antojo estaba instalado en mi cuerpo hacía tanto tiempo que decidí satisfacerlo de una vez. A decir verdad, mamá no cocinaba scones muy seguido, pero yo los anhelaba como si acostrumbrara a comerlos todos los días.

– Due scones -le pedí a la moza.
– ¡Hablas español! -me replicó. Al parecer, mi italiano dejaba mucho que desear.
– Sí, dos scones, por favor.

Las rubias querían capuccino. La moza me trajo los scones. Para cuando volvió con los cubiertos, un minuto después, yo ya había terminado de comer. La masa estaba seca; la corteza, demasiado dura. El capuccino de las chicas se enfriaba mientras buscaban el ángulo perfecto para sacarle fotos. La moza trajo la cuenta: 4 euros por scones que no sabían a mamá. La lluvia seguía cayendo, inclemente, sobre el cristal de las ventanas. Una ambulancia se escuchó a lo lejos. Yo saqué mi monedero. Mamá y papá no estaban ni en los scones ni en la lluvia ni en ninguna cafetería de Milán.

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One thought on “Intercambio: Scones de mamá”

  1. Joseph says:

    Ya quiero leer el próximo!

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