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Mamá Occidente

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Fotografía: Robert Nzaou-Kissolo (WPP)


Desesperada, los pensamientos le saltaban de un hemisferio a otro, no podía contenerlos, corría pero había dejado de alcanzarlos. Cuando aparecía Mamá, se desesperaba aún más, porque sabía que tendría que correr también con las piernas. Y mientras tanto sus pensamientos seguían incontenibles, inalcanzables, insaciables.


Mamá la miraba con vergüenza, odiaba a sus parásitos. Ella los entendía como malformaciones, dendritas muy largas que le exigían un poco más de oxígeno, pero que le permitían pensar mejor. Entonces las pupilas se le dilataban, por culpa de la carrera de ideas que le vivían dentro, y comenzaba a manifestarse a través de lo verbal.

Hasta ese momento, Mamá le daba la esperanza de estar siendo escuchada, de que el oxígeno estuviera siendo valorado. Se acercaba, despacio, como una madre de real maternidad, y cuando su hija y sus parásitos se apoyaban sobre el pecho que la vio crecer (delicada-mente, tierna-mente, humilde-mente), Mamá la atrapaba y asfixiaba su libertad africana, su identidad y sus parásitos culturales.

Nzoussi vive en el Congo y es la verdadera dueña de aquel cabello natural y orgánico. Aunque en su realidad Mamá no exista, sí existen las influencias estéticas del occidente, que le hacen desear verse con una cortina de pelo suave y largo puesta. Miles de obsesiones como estas están llenando el mercado africano de pelucas sintéticas, resultando, lentamente, en una distorsión de los valores culturales.

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