Algo lindo
– Cerrá los ojos y pensá en algo lindo-, dijo la enfermera.
No era tarea fácil. En este último tiempo, nada de lo que se le había cruzado por la cabeza podía considerarse lindo. Aun así hizo un esfuerzo. Pensó en su barrio en esa altura del año. En cómo impactaban los rayos de sol en su calle a las 6 de la tarde. El sol de abril era el que más le gustaba, era distinto a los soles de los otros meses, era más cálido. Buscó en la memoria los olores de su casa, que ya no era su casa sino la de sus padres. Sintió el olor al piso de madera del living, al del asado los domingos al mediodía. Y encontró el que sentía todos los días a las 12 de la noche desde que tenía uso de razón: el aroma a hospital impregnado en la ropa de su madre cuando volvía de trabajar.
– Ya va a pasar.
Abrió los ojos, se desprendió del abrazo y entraron juntos a la casa.