El sujeto
El sujeto acostumbraba a que la vida lo atropellara. El tiempo siempre está en ventaja y por mucho que el sujeto corriera, el sujeto nunca podría ganar. El sujeto decide dejar de correr, hacerse a un lado y caminar admirando el paisaje. Levanta los brazos y permite que el viento roce todo su cuerpo. El sujeto es una cometa. El sujeto siente una felicidad inmensa.
Ahora nos encontramos con el sujeto tumbado en su colchón en el suelo desnudo y de madera. Vendió todo. El sujeto vive en un monoambiente sin mesa, sin placares, sin cajones, sin sillones. En su nuevo mundo solo le quedan su lecho de algodón y una lámpara de noche con una bombita de sorprendente intensidad. Lo acompañan pilas de libros, paquetes de fideos y una cocina sucia. Lo único que cuida como a su vida son los varios pares de lentes que le abren el mundo de las palabras. Tiene más de un par porque todos le encajan de forma diferente en la figura del cráneo, y cuando unos le empiezan a arder, cambia al siguiente par.
Esa noche, antes de acostarse a descansar, el sujeto zambulle la mitad de su cuerpo hacia fuera del marco de su única ventana. El sujeto prende su cigarro diario, da la primera pitada y se relaja. En su mente decide que prefiere verlo consumirse y perderse en su propio pensamiento que continuar destruyéndolo. El sujeto define que es fanático del movimiento natural, y no del forzado. En cuanto encuentra en su mano una colilla y cenizas difuminadas en el aire se retira. El sujeto vuelve a su colchón y apaga la lámpara.
Se despierta repentinamente suponiendo que mantiene un sueño lúcido. Alucina un zumbido muy lejano, pero la fuente de donde proviene se encuentra muy cerca en realidad. Supone que si es un sueño lúcido no podrá moverse, así que con mucha tranquilidad hace el intento. El sujeto empalidece cuando puede fácilmente estirar su brazo. No siente siquiera el peso de un músculo adormecido, ni el de un hueso alimentado por carbohidratos.
Se vuelve loco intentando descubrir de dónde viene el zumbido. Había pintado sus paredes color blanco para distinguir la presencia de mosquitos durante el verano, pero sigue sin encontrar una diminuta vida que le haga entrar en razón. Adquiere los atributos de un psicópata, mira por todos lados, analiza cada centímetro cúbico, grita de rabia ante cada experimento fallido.
El sujeto mira hacia su lado en ademán de desesperación. Tiene las pupilas casi totalmente dilatadas y gracias a eso, por un segundo, lo ve. Está adentro de la bombita, el mosquito. Es un insecto intrínseco. No para de zumbar. El sujeto contempla el suicidio como opción. No puede romper la bombita, no puede quedarse sin luz hasta el amanecer. La desesperación aumenta. Cada mirada del sujeto es un ataque de pánico repentino. Necesita que pare, que desaparezca. Lo empieza a dejar la genialidad y lo alcanza la locura psiquiátrica. Lo sensible lo domina, extraña la racionalidad y la seguridad de sus libros de filosofía.
De repente el sujeto se acuerda. Se acuerda de que ella lo hubiera solucionado. Que lo hubiera abrazado y hubiera hecho que el zumbido se apagara. Le hubiera acariciado las mejillas y le hubiera dado un beso lleno de amor y paciencia. Le hubiera enredado los dedos en sus mechones oscuros y se hubieran reído a carcajadas de su locura. Hubieran hecho el amor al instante. Se había olvidado de que su locura la generaba ella, y cree que está preparado para volver a dejar su racionalidad de lado. Decide ir a buscarla.
Tira la lámpara por la ventana y atraviesa la puerta caminando como camina un gato: lleno de sensualidad y de sensatez.
Te felicito,sabes con tu descripcion hacernos meter en la historia.Creo que es tu fuerte junto con una imaginacion admirable.Cada vez mejor.
Al leerlo, da la sensación de estar ahi junto al protagonista. Excelente capacidad de introducir al lector dentro del relato.
Que final! <3
:,) me encanto leer esto. Thnks Fede!
Envolvente. Quedò dibujado ‘el sujeto’ en mi cabeza. Abrz!