Si nos tiramos al agua
Si hay algo que nos hace idénticos como seres humanos, decía David Foster Wallace, es nuestra creencia callada y secreta de que en el fondo somos distintos a todos los demás. Y es lo que afirma Oliver Tate en la primera línea de la reconocida comedia-drama-romántica Submarine: “La mayoría de la gente piensa en sí mismos como individuos, y que no hay nadie como ellos en el planeta. Este pensamiento los motiva a salir de la cama, comer, y andar por ahí como si nada pasara”.
Submarine presenta personajes que en apariencia son distintos pero que en el fondo son más iguales de lo que parecen. El factor común: la soledad. En su ensimismamiento, en aquella creencia secreta a la que hace referencia Foster Wallace, ninguno es capaz de ver que a su lado hay otro que está igual de solo, a punto de hundirse, levantando las manos para que alguien lo agarre. Y esto no es ficción: es la vida real. Los motivos que explican de esta profunda soledad de nuestra era, que se siente como si no tuviera precedentes en la historia, van desde “la sociedad del consumo”, la televisión, “la posverdad” y demás teorías que poco importan cuando uno se para frente al mar a esperar esos segundos en los que los colores del cielo y el agua se parecen a la tristeza. Y así, sentir un poco de alivio.
Oliver Tate, entre otros libros, le recomienda a Jordana, su novia, El guardián entre el centeno. Holden Caufield: otro adolescente de clase media que no vivió ninguna guerra, que tiene la posibilidad de ir a un colegio, que tiene una familia, que su máximo problema es que lo echen de la escuela. Sin embargo, vive en la tragedia de sentirse solo. Porque también cree que no hay lugar para él en este mundo de hipocresía y hostilidad. Él también es distinto, distinto al igual que todos los demás.
Frente a este panorama, la esperanza no es lo último sino lo único que se pierde. Pero si uno recorre el camino de Oliver Tate o el de Holden Caufield, quizá se dé cuenta de sí, de que en el fondo a todos nos pasa lo mismo, que la existencia nos agarra desprevenidos y que es difícil no sentirse solo. Pero solo si reconocemos que bajo el agua también hay gente como uno, podemos hacer que nuestra pequeña existencia sea un alivio, y quizá hasta nos encontremos, por casualidad, con la felicidad genuina, la que aparece sin que uno la busque.
Y no hay forma de toparnos con un ápice de felicidad si no es teniendo a alguien al lado. Es lo que nos enseña Submarine, El guardián entre el centeno y casi todo el cine y la literatura de esta época. No hay salvación divina, no hay una misión para cada ser humano en la tierra, no existe tal cosa como una tabla escrita en el universo con el destino de todas las personas. Sin embargo, si algo queda y existe, es el amor. Y no solo en el sentido romántico. Queda el amor de Holden por su hermana, el de Oliver por su padre. Y es eso lo que nos motiva a tirarnos al agua: que alguien se quiera tirar con nosotros.
¿No llegó la primavera por ahí?