Tributo a una diosa maya
Oscurecidos los cuerpos, en pura paradoja, por la iluminación de un astro universal que amenaza con una secta. En otra parte del mundo le hubiera hablado al lector del círculo sobre las plumas pálidas de Jonsu, o de la luna menguante en la frente de Selene. Pero cercanos los Mayas a los Charrúas, habiendo brindado y festejado en varias ocasiones gracias a las venas cerradas de América Latina, será más conveniente hablar de una Acna más local.
Se desnuda en el cielo, cuando se encuentra en una altura óptima para que no haya excusas. Les acaricia la piel, suavemente, y ellos apoyan un párpado sobre el otro. Con el placer de un mimo en un mundo tan duro, se les estremece el interior de la nuca y, solo así, notan los poros altos, erizados. Y el cuerpo como ensordecido, succionando las energías de una princesa nocturna.
Así, intentando alcanzarla, los hombres poblaron toda la Tierra. Los límites fueron marcados por los mares, y solo algunos se aventuraron en los barcos en busca de un camino hacia ella. Porque el Sol quema y ciega, pero la Luna guía, ilumina. Y como vieron que pocos serían los que pusieran un pie sobre sus cráteres, inventaron la tecnología a modo de tributo.
Inmigrantes africanos, a orillas de Djibouti, alzan por ello sus teléfonos. Habré de confesarle al lector que, en realidad, no admiran a ninguna diosa lunar, sino que intentan captar una señal de Somalia. Quieren lograr un vínculo con sus familiares en el extranjero. Djibouti es una parada común para los migrantes en tránsito de Somalia, Etiopía y Eritrea.
Muy bueno Fede!! Exxelente!!