Browse By

Recordando a Martin Luther King

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone

Martin Luther King – Store norske leksikon


El 28 de agosto de 2023 se cumplirán 50 años en que fue pronunciado uno de los discursos más importantes y memorables de la historia: el que pasó a ser denominado “I have a dream” (“Tengo un sueño”) que proclamó el reverendo Martin Luther King en la explanada (Mall) de Washington DC ante más de 250.000 personas. Detrás de él se erigía el célebre monumento al héroe de la emancipación de los negros Abraham Lincoln y delante, al fondo, se podía contemplar la cúpula del Capitolio del gobierno estadounidense. Así como perduran hasta hoy ambas construcciones, las palabras que pronunció King ese día permanecen en la historia. Es un momento adecuado, cincuenta años más tarde, de preguntarnos por qué siguen tan vigentes.


Para hacerlo, es necesario recordar el contexto histórico en el que se produjo el discurso. Ese contexto fue la denominada Marcha sobre Washington por trabajos y libertad”. Uno de sus objetivos era mostrar apoyo público a las reformas legislativas propuestas dos meses antes por el presidente John F. Kennedy en relación a los derechos civiles. Ya habían transcurrido ocho años, cuando en diciembre de 1955 la afrodescendiente Rosa Parks se había negado a cederle un asiento a un blanco en un ómnibus de transporte público en la ciudad de Montgomery, Alabama; fue obligada a bajar para luego ser arrestada. Eso encendió la chispa del boicot que miles de negros y también algunos blancos comenzaron a hacerle al sistema de transporte público en varios estados del sur. Durante meses, optaron por ir a trabajar a pie a sus lugares de empleo, aunque ello les supusiera en muchos casos trasladarse hasta veinte kilómetros desde sus hogares hasta las fábricas u oficinas. Levantarse a las tres o cuatro de la mañana para poder llegar en hora y no ser sancionados por impuntualidad fue un esfuerzo adicional, pero como decía el propio King en otra de sus proclamas “en definitiva, era más honorable caminar con dignidad que subirse a los ómnibus humillados…” (1). También lo expresó de manera similar Mother Pollard,  una anciana negra que caminó  durante varias semanas; cuando le preguntaron si no estaba agotada después de tantos esfuerzos y marchas diarias respondió “Mis pies están cansados, pero mi alma reposa y descansa…” (2)  Al pasar el tiempo, fueron surgiendo en forma espontánea los apoyos de muchas personas que se ofrecieron para llevar en sus propios vehículos a los boicoteadores a sus lugares de trabajo; esto fue un movimiento lento pero persistente e incontenible. Algo empezó a cambiar en las mentes y en las actitudes de muchos estadounidenses: una lenta toma de conciencia de que la segregación y la discriminación que estaban sufriendo los negros era una aberración y una vergüenza para toda la nación y para todo el mundo. La larga marcha a pie de miles de negros hacia Washington en agosto de 1963, con el apoyo cada vez mayor de personas blancas, fue un punto culminante y de inflexión de esa toma de conciencia. Todo estaba servido para que Martin Luther King pronunciara el discurso que había preparado.

Quinientos años después de la firma de la Proclama de Emancipación que estampó Abraham Lincoln, ésta fue una de las demostraciones más relevantes en favor de la libertad y de la dignidad de toda persona humana.  En el enfoque de King y de sus seguidores, las proclamas y las marchas habían sido hasta entonces simples manifestaciones de buena voluntad. Pero todavía faltaba (y siguió faltando hasta nuestros días) un cambio de actitud y una concreción real que plasmara en los hechos las aspiraciones y los ideales escritos en papel o pronunciados en discursos. Pues tanto entonces como ahora, siguieron existiendo vulneraciones a la libertad de expresión, continuaron los actos de discriminación y de segregación en múltiples lugares del mundo, han surgido nuevas y aberrantes formas de llevar a cabo esas discriminaciones y segregaciones como por ejemplo las múltiples formas de cancelación a veces sutiles, a veces descaradas, pero siempre vergonzosas.  Por eso era lógico que King hace cincuenta años planteara que venía a cobrar un cheque que hasta ese momento no tenía fondos. Un cheque que había sido emitido por los Padres Fundadores de la Nación Norteamericana cuando redactaron su Constitución y proclamaron su Independencia. Un documento que, entre otras cosas, había consagrado una promesa de garantía de ciertos derechos inalienables e inherentes a toda persona humana como son el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Una carta-intención que expresaba que todos los humanos somos en algo iguales, sin distinción de razas, credos, creencias u orientaciones, por ser todos creados por Dios y por ello unidos en una filiación y fraternidad que trasciende las fronteras, los espacios y los tiempos. Y que también somos a la vez en algo desiguales, no para separarnos, pelearnos y dividirnos, sino para complementarnos.

Lo cierto es que esas promesas y proyectos, ese cheque emitido hace 500 años, todavía estaba por ser cobrado en 1963. Y sigue sin cobrarse del todo 50 años más tarde. Las dilaciones y las demostraciones de buena voluntad a veces pueden ser más nocivas que la confrontación directa, pues tienden a adormecer las conciencias y logran un acostumbramiento negativo por parte de las comunidades. King lo expresó con frases como “la parálisis de los análisis” (3) o el gradualismo tranquilizador, recursos muy empleados también en nuestro país, cuando en vez de atacar y resolver nuestros problemas más recurrentes y prolongados, preferimos designar comisiones y sub-comisiones para seguir analizándolos y discutiéndolos y así luego encajonarlos hasta nuevo aviso;  esto es, para transferirlos a los futuros gobiernos o incluso a las futuras generaciones que deben heredar no solamente los mismos problemas, sino la misma ineficiencia e ineficacia para resolverlos.

King cultivó con maestría el arte de relacionar los relatos y parábolas del Evangelio con diversas situaciones y circunstancias de la vida cotidiana de los EEUU. Con agudeza y sentido común supo mezclar la narración del buen samaritano, del hijo pródigo, del amigo inoportuno o del necio que acumulaba bienes sin prudencia, con casos concretos que iban sucediendo en su nación. También es esclarecedor su enfoque acerca de cómo debería verse e interpretarse el comunismo desde un punto de vista cristiano. Al respecto, recomiendo la lectura de su libro “La fuerza del amor” (4) que recopila una serie de sus sermones más significativos y brillantes. También resulta clave la lectura de su “Carta desde la cárcel de Birmingham” (5), pues es un estupendo resumen de su pensamiento y de su obrar. En esta larga carta, entre otras cosas, menciona la existencia de “una clase de tensión no- violenta constructiva necesaria para el crecimiento…” (6) es decir, la necesaria presencia de “tábanos no-violentos que sirvan de acicate para que los hombres superen las oscuras profundidades del prejuicio y del racismo, elevándose hasta las alturas mayestáticas de la comprensión y la fraternidad…” (7) Sin dudas, él fue uno de esos tábanos que, como Sócrates siglos antes, espoleó y molestó con sus ideas y su accionar a los recalcitrantes y ciegos de su tiempo. La vía fue siempre buscar el diálogo para encontrar salidas negociadoras y negociadas, pues su “querido sur ha permanecido demasiado tiempo encerrado en un trágico esfuerzo de vivir monologando en vez de dialogar…” (8) Supo mucho acerca de la denominada despersonalización de responsabilidades: “los grupos tienden a comportarse más inmoralmente que los individuos…” (9) y tenía claro que a veces la postura de la espera, de no actuar todavía, de aguardar un momento más oportuno, es la cómoda receta de los mojigatos moderados, de los cobardes, de los indiferentes o de los astutos defensores del status quo. Supo diferenciar las leyes justas de las injustas: las primeras, citando a Tomás de Aquino, son “un mandato formulado por el hombre que cuadra con la ley moral o la ley de Dios” (10) mientras que “las injustas son normas en conflicto con la ley moral, son leyes humanas que no tienen origen en la ley eterna y en el derecho natural. Toda norma que enaltece la personalidad humana es justa. Y toda norma que degrada la personalidad humana es injusta. Todos los mandatos legales segregacionistas son injustos, porque la segregación deforma el alma y perjudica a la personalidad, da al que segrega una falsa sensación de superioridad y al segregado una sensación de inferioridad así mismo falsa…” (11) Más adelante, relacionando la importancia del respeto por las minorías, afirma con tremenda sensatez que “Una ley injusta es una norma por la que un grupo numéricamente superior o más fuerte obliga a obedecer a una minoría pero sin que rija para él. Esto equivale a la legalización de la diferencia. Por el mismo procedimiento resulta que una ley justa es una norma por la que una mayoría obliga a una minoría a obedecer a lo que ésta manda, quedando a la vez vinculada al texto normativo dicha mayoría. Esto equivale a la legalización de la semejanza…” Para explicarlo de otra forma, continúa, “Una ley es injusta si es impuesta a una minoría que, al denegársele el derecho a votar, no participó en la elaboración ni en la aprobación de la ley..” (12) Esto es precisamente lo que ocurrió durante décadas con la aparición de leyes y reglamentaciones que impidieron a los negros tener los mismos derechos que los blancos; en los comercios, en los medios de transporte, en las escuelas, liceos y universidades, en los baños públicos, en la actividad económico-financiera, en las cosas más elementales de la vida cotidiana. Sin perjuicio de ello, King supo discernir que “Algunas veces una ley es justa en su texto e injusta en su aplicación…” (13) y para ilustrarlo utilizó ejemplos de plena vigencia en su país, como algunas prohibiciones a la libertad de reunión o de manifestarse, cuando fueron mal interpretadas y ejecutadas por quienes detentaban el poder y la fuerza. Continuaba su carta opinando que “un individuo que quebranta una ley injusta para su conciencia y que acepta de buen grado la pena de prisión con tal de despertar la conciencia de la injusticia en la comunidad que la padece, está de hecho manifestando el más eminente respeto por el Derecho…” (14) Sin duda, los ejemplos de Sócrates y Jesucristo siglos antes inspiraron esta opinión.

Agrega King una sutil distinción entre lo que él designa como “paz positiva y paz negativa” (15). La primera puede conquistarse quizás luego de arduas tensiones y luchas sin recurrir a la violencia; la segunda es el resultado de una pasiva inactividad o resignación, que soporta las situaciones injustas sin hacer nada para remediarlas, o bien en la espera de un mejor momento para resolverlas. La idea de esperar un momento más oportuno para actuar, puede servir para engañar a las conciencias de los complacientes y dilatar los tiempos hasta el “nunca jamás…”: “La comprensión superficial de los hombres de buena voluntad es más demoledora que la absoluta incomprensión de los hombres de mala voluntad. Resulta mucho más desconcertante la aceptación tibia que el rechazo sin matices…” (16) Comprendió como pocos en su época que a veces la acción y la denuncia no pueden esperar más tiempo. Y que poner en evidencia la injusticia y los abusos es tan necesario y urgente como encarar un tumor o enfermedad grave, para meter el bisturí a fondo y extirpar lo que sea necesario, aunque ello suponga dolor y sufrimiento. Como él mismo sostenía, el transcurso del tiempo en sí mismo no es ni positivo ni negativo, es neutro; y todo dependerá de cada circunstancia para evaluar al final de cada caso, si el tiempo fue favorable para los que cometieron y mantuvieron las injusticias, o para los que las sufrieron y las denunciaron. El tiempo es neutro; puede curar o enfermar. Todo dependerá de cómo asumirá cada persona, libre y responsablemente, el transcurso de ese tiempo. El delicado y difícil equilibrio entre una resignada y cómoda complacencia y una resentida y violenta reacción frente a las injusticias de la opresión, la segregación y la discriminación racial es lo que logró vivir y transmitir King a lo largo de su breve e intensa vida. En la disyuntiva de ser o no ser un radical, optó por un “extremismo creador” (17) que siempre buscó el diálogo, la construcción y el tendido de puentes con la comunidad blanca, en vez de profesar un extremismo destructivo que por medio de la violencia y el resentimiento solamente conseguiría ahondar las discrepancias y eliminar todo puente de diálogo. En definitiva, cuando eligió esa opción, supo discernir y aceptar que “es preferible obrar creyendo que la razón derrotada puede más que la sinrazón triunfante…” (18) Siempre renegó y denunció a la violencia como recurso para reivindicar las aspiraciones de igualdad y de justicia pues como sensatamente afirmaba, “llegará un momento en el que no se tratará más de una opción entre la violencia y la no-violencia en este mundo, sino de una opción entre la violencia y la no-existencia…” (19)

No calló tampoco sus críticas a la Iglesia de su tiempo en EEUU, por considerarla más precavida que valiente; por constatar la conducta de muchos cristianos como un comportamiento tibio y mediocre. En sus propias palabras, recordaba que hubo un tiempo en el que los cristianos eran capaces de morir por sus convicciones y que en esa época “la Iglesia no era mero termómetro que medía las ideas y los principios de la opinión pública. Era más bien, un termostato que transformaba las costumbres de la sociedad…” (20) Más adelante, en esa misma carta, redobla la apuesta y audazmente sostiene que “Si la Iglesia de hoy no reconoce el espíritu de sacrificio de la Iglesia primitiva perderá su autenticidad, echará a perder la lealtad de millones de personas, y acabará desacreditada como si tratará de algún club social irrelevante, desprovisto de sentido para el siglo XX…” (21) Esto lo comprendieron con claridad varias cabezas de la Iglesia en las décadas recientes, quienes, saliendo de su encierro y aislamiento, empujaron y se lanzaron ellos mismos a las periferias, buscando un diálogo más directo y cercano con los feligreses, estimulando a los sacerdotes a que fueran más “pastores con olor a oveja” y que se metieran en los diversos hospitales de campaña de la sociedad a curar, consolar y acompañar a los olvidados, a los que sufren y a los que todavía no captaron que Dios es antes que nada, Amor.

Como puede verse, y sobretodo, como puede escucharse gracias a las grabaciones que registraron sus discursos y su voz, la retórica y oratoria de King nunca fue hueca, inconducente ni ampulosa. Este tipo de formas de expresión era la que rechazaba Platón cuando criticaba a los sofistas por su estilo cuidadoso de la belleza en el decir, pero sin atender ni a la verdad ni al bien. Por el contrario, en los discursos y sermones de King siempre se armonizaban con grandeza el buen hablar y decir las cosas, con las verdades que se planteaban y el bien común que se buscaba en cada palabra elegida. Si en ocasiones repetía frases o ideas, lo hacía con la inteligente estrategia de que quedaran más enraizadas en la mente y la voluntad de sus oyentes o lectores. ¡Y vaya que lo logró! “I have a dream” (“Tengo un sueño…”) fue un claro ejemplo de ese propósito removedor, desafiante y valiente. Porque estuvo cargado de belleza y a la vez, fue pronunciado por un hombre jugado por la verdad, que buscaba el bien y la justicia y porque además tenía el respaldo – generador de confianza – de su ética aplicada cotidianamente y de su magnanimidad. En resumen, sus palabras siempre fueron la coherente prolongación de su conducta diaria; de su vida unitaria, nunca fragmentada ni desdoblada por hechos o actitudes contrarias a su decir o escribir. Hoy en día esto vale mucho.

Es verdad que a King no le fue bien con su magnífica oratoria y sus escritos removedores. De hecho, cinco años más tarde sería asesinado por un balazo en la garganta en Memphis. Sin embargo, no es del todo correcto y cierto decir que le fue mal.  Simplemente murió – como vamos a morir todos – sólo que de una manera más temprana, heroica y coherente que otros. Entre otros motivos, porque sus palabras y pensamientos perduran hasta hoy; fueron y siguen siendo un faro que ilumina las conciencias y actitudes de muchos. Al igual que Jesucristo o que Gandhi, vivió y murió en consonancia con su doctrina. Habló y predicó cuantas veces lo consideró necesario. Él y su familia sufrieron múltiples atentados con bombas en su casa, amenazas de muerte por carta y teléfono, una vez fue apuñalado y se salvó por poco que el cuchillo no le cortara la aorta; tan frágil y lenta fue su recuperación, que un simple estornudo durante esa etapa le hubiera acarreado consecuencias fatales. Así lo recordaba el mismo King en su último discurso, el 3 de abril de 1968, unas horas antes de que lo asesinaran. Por supuesto que tuvo muchos miedos; la valentía no implica no padecerlos, sino encararlos sin caer ni en la cobardía ni en la temeridad.  No eligió un retiro cómodo a un lugar apartado para protegerse él y los suyos. Tampoco eligió usar palabras huecas, inconducentes, ni pronunciar frases políticamente correctas. Planteó ideas y desafíos que no fueron llevados por el viento porque están vigentes hasta hoy. Por ejemplo, que no avanzar es a veces retroceder; que el ahora importa. Que la violencia no es receta para solucionar nada. Supo combinar y aplicar el mensaje de Jesucristo con la praxis de Gandhi en materia de resistencia pacífica y no violenta. Entendió como pocos lo que real y verdaderamente significa la fraternidad. En sus propias palabras, “Cristo me dio el espíritu y la motivación y Gandhi me entregó el método.”  (22) Y se negó a aceptar que el banco de la Justicia estuviera en bancarrota. Muchos blancos comprendieron su mensaje y lo apoyaron; prueba de ello fue el gran número que se congregó junto a los negros en el Mall de Washington ese día.

¿Y cuál fue el sueño? Un sueño enraizado en la historia de su nación que afirmaba como verdad indiscutible que todos los seres humanos son iguales en dignidad;(…) que todos algún día podrán sentarse alrededor de una mesa común, como gran familia que vive en justicia y libertad; (…) que llegará el día en el que ninguna persona será juzgada por el color de su piel, sino por sus conductas y  carácter;(…) que llegará el día en que todos los niños juntarán sus manos y conformarán un gran círculo de hermandad, para estimular a los adultos a hacer lo mismo; (…) que llegará el día en el que se allanarán las montañas, se enderezarán los caminos torcidos y entonces la humanidad entera podrá componer una sinfonía de fraternidad para poder trabajar, rezar, esforzarse, luchar o ir a la cárcel juntos (…) (23) Eso es lo que Martin Luther King entendía como la verdadera y última conquista de la libertad y de la justicia.

Casi como intuyendo que se acercaba al fin de su vida, en su último discurso expresó que, a esa altura, ya no le preocupaba lo que fuera a ocurrir de ahí en más (…) “No sé lo que va a suceder de ahora en adelante. Se avecinan días difíciles. Pero no me inquieta. Porque he llegado a la cima de la montaña. Y nada me preocupa. Como a cualquiera, me gustaría vivir todavía una larga vida (…) pero no es lo que me concierne ahora. Sólo quiero cumplir la voluntad de Dios. Y El me permitió llegar al tope de la montaña y ver por encima. Y he visto la tierra prometida. Puede que no llegue a ella con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche que nosotros – como pueblo – llegaremos a la tierra prometida. Y estoy feliz esta noche. Nada me preocupa ni a nadie le temo. Mis ojos han visto la llegada del Señor.” (24)

Estos recuerdos son suficientes para mostrar que Martin Luther King le hizo honor a su apellido: no solamente fue un rey de la oratoria y la retórica. Fue también un rey de los derechos y deberes humanos, de la paciencia y perseverancia política, de la resistencia pacífica no violenta y de un cristianismo integrador y universal.

Se extraña en nuestros días a líderes como él. ¿No le vienen ganas, estimado lector, de buscar y encontrar hoy, en diversas partes del planeta, a otros de su misma talla que nos sirvan para iluminar nuestras conciencias y nuestro accionar?

 


Notas:

  1. Strength to Love. MLK. Fount Paperbacks.16 th ed. 151. 1984
  2. Ibid., pag. 125.
  3. Ibid., pag. 27.
  4. Op. cit.
  5. Carta desde la cárcel de Birmingham, 16-04-1963. Temas especiales. Islas.
  6. Ibid., pag 47.
  7. Ibid., pag.47.
  8. Ibid., pag 47.
  9. Ibid., pag.47.
  10. Ibid., pag.48.
  11. Ibid., pag.48-49.
  12. Ibid., pag. 49.
  13. Ibid., pag.49.
  14. Ibid., pag.49.
  15. Ibid., pag.50.
  16. Ibid., pag.50.
  17. Ibid., pag. 52.
  18. Ibid., pag. 54.
  19. I´ve Been to the Mountaintop. (Estuve en la cima de la Montaña) AFSCME (American Federation of State, County and Municipal Employees), pag. 2 IPM (Intellectual Properties Management).
  20. Carta desde la cárcel de Birmingham, op.cit. pag 53.
  21. Ibid., pag. 53.
  22. Strength to Love, op.cit, pag. 151.
  23. I have a Dream. MLK. American Rethoric, Top 100 Speeches, pag. 5.
  24. I´ve Been to the Mountaintop. (Estuve en la cima de la Montaña) AFSCME (American Federation of State, County and Municipal Employees), pag. 7 IPM (Intellectual Properties Management) – Traducción libre del autor de este artículo.
Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *