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Abusones en línea

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Más del 30% de los alumnos uruguayos de 6° año de bachillerato afirma haber sido acosado a través de las redes sociales.  Según la Unesco, Uruguay está entre los cinco países con mayor porcentaje de ciberbullying de Latinoamérica


 “Sos feo”. “Sos gordo”. “Nadie quiere ser tu amigo”. “Nunca nadie te va a querer”. “Ojalá que te mueras”. “Tu familia es tan horrible como vos”. “Nadie te quiere ver”. “Dejá de existir”. Miles de niños, niñas y adolescentes leen a diario insultos como estos a través de sus pantallas, en una etapa que ya de por sí es difícil transitar.

Este tipo de maltrato psicológico, verbal o físico que sucede entre adolescentes durante un tiempo determinado se denomina “bullying”. Cuando se da en redes sociales o a través de herramientas digitales la nomenclatura cambia a ciberbullying. Los expertos coinciden en que lo más preocupante de esta práctica es la gravedad de sus consecuencias, la dificultad en la prevención y su altísima prevalencia. 

“Lo que han generado las redes es una amplificación del auditorio y de los protagonistas. El escudo del anonimato alienta a que muchos chicos o chicas que no lo hubiesen hecho jamás cara a cara se animen a ejercerlo”, explica Roberto Balaguer, psicólogo social. Sin embargo, Gustavo Gallino, comunicador especialista en redes sociales argumenta que las redes no amplifican, sino que “intensifican” el acoso y ese tipo de hostigamiento “nace como respuesta a los nuevos espacios de socialización que existen”.

Aunque pueda haber tecnicismos en los que los especialistas difieren, el ciberbullying es una de las partes más oscuras del mundo tecnológico y el anonimato que ofrece genera una problemática sin precedentes. En este sentido, el mundo digital da lugar al uso de elementos multimedia, tales como audio, video, imágenes, dibujos, etc., que contribuyen a crear una situación más dañina para la víctima que la tradicional del mundo físico.

Emilia Ruiz vivió el ciberbullying en carne propia a los 13 años. La misma edad en la que Unesco explica que ocurre el momento del primer relacionamiento con las tecnologías que pueden fomentar el hostigamiento virtual. Hoy, con 22 años, asegura que “las redes son medios que se profesan diversos pero que en realidad son todo lo contrario. Son lugares que tienen mucho de discriminación, maltrato psicológico y objetivización, como puede ser el medirse en likes o en reacciones. Personalmente las siento como una especie de vitrina en la que cada uno vende lo mejor de sí para que otros consuman y juzguen”.

Límites tecnológicos o legales 
¿Es posible limitar el uso de las redes para evitar el ciberbullying? Esta pregunta es cada vez más difícil de responder. Emilia vivió el acoso virtual hace más de ocho años y en un momento determinado decidió cortar por lo sano y “borrarse por un tiempo” de las redes sociales. En aquel momento, “no todo pasaba por ahí -explica-, creo que hoy eso ya no se puede hacer, la vida de los adolescentes está mucho más en las redes que hace ocho años”.

Hoy, a pesar de que las redes han desarrollado mecanismos para proteger al usuario como la posibilidad de denunciar, bloquear o silenciar, el ciberbullying sigue existiendo. “Cuando se trata de vínculos, aceptación u otros aspectos que entran en la complejidad del tema, se torna mucho más complejo definir cómo cortar el acoso”, enfatiza Gallino.

Hugo Köncke, experto en ciberseguridad y tecnología, asegura que evitar el ciberbullying “no es algo que se pueda abordar desde el plano tecnológico, la tecnología ha permeado a tal punto en nuestras vidas que intentar combatir este flagelo desde esa óptica sería un rotundo fracaso”. Si no hay herramientas digitales, ¿hay legales? Lourdes Rapalín, exdiputada por el Partido Nacional, dice que la normativa contra el bullying en las redes sociales en Uruguay es “inexistente”. Ella presentó un proyecto de ley en el año 2016 contra el acoso en las instituciones de enseñanza que incluía diferentes métodos de apoyo para las víctimas de ciberbullying. Sin embargo, no tuvo éxito y ni siquiera se aprobó en la cámara de diputados.

Para Roberto Balaguer, “más que un tema de límites es un tema de convivencia y armonía”, y enfatiza en la importancia de “poder generar espacios donde los jóvenes se encuentren y puedan compartir, respetarse y respetar las identidades ajenas por más distintas que sean a lo que ellos entiendan como cool”.

Los números de ciberbullying tanto en Uruguay como en el resto del mundo son escalofriantes: siete de cada diez personas han sufrido algún tipo de violencia en las redes sociales siendo menores de edad y el hostigamiento es diario para el 71% de las víctimas, algo que tiene que ver con el acceso inmediato y permanente a las tecnologías.

Quizá el factor que más incide en los efectos del ciberbullying es su cotidianidad. Yael Weiszman también fue víctima de acoso virtual y dice: “Lloraba todos los días, pensaba en matarme una o dos veces por semana. Incluso traté de hacerlo varias veces de distintas maneras”, explica Yael con una naturalidad sorprendente.  “Nunca se me ocurrió denunciar a nadie. Cuando escuchás tantos insultos juntos empezás a pensar que realmente es culpa tuya, que sos vos el problema”, explica.

Emilia Ruiz sentía algo similar: “Lo vivía en mi normalidad. Nunca me cuestioné que eso estaba mal. Ese es el mayor peligro. Nunca te cuestionabas nada. Estaba todo muy aceptado, vivíamos con eso a los 13 años y sabíamos que nos iba a pasar, sin saber lo que significaba. Nadie pensaba en decirle a sus padres porque era lo normal”.

El daño psicológico es quizás lo más preocupante en el ciberbullying. Balaguer explica que, para algunos, la huella del maltrato psicológico perdura toda la vida y afecta su manera de relacionarse. Según datos de la UNESCO, el 92% de las víctimas sufre algún tipo de secuela psicológica, principalmente ansiedad tristeza, soledad y baja autoestima. Además, los casos de suicidios en el mundo por este motivo han escalado en los últimos diez años y el suicidio es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años.

Tanto Emilia como Yael coinciden en que sus heridas que no cicatrizan, sobre todo porque las dos lo sufrieron durante esos primeros años del liceo o adolescencia, cuando se están forjando las amistades, momento en el que según el psicólogo “se puede dañar profundamente la psiquis”. “Hasta el día de hoy me acuerdo de esa época como una de las más difíciles de mi vida -cuenta Yael-. Puedo recrear el momento de estar sentada en mi cama leyendo todo lo que me escribían y realmente pensar ‘me quiero morir’”.

Katherine Winter: el final más triste
El 22 de mayo de 2018, Katherine Winter, una adolescente chilena de tan solo 16 años, decidió quitarse la vida en el baño de un Starbucks. La misma decisión que tomaron otros 13 jóvenes chilenos en ese año a causa del bullying y el ciberbullying.

La joven era considerada alegre y divertida por sus amigos, pero en noviembre de 2018 su personalidad empezó a cambiar a partir de amenazas que recibió a través de las redes sociales. Estas amenazas eran principalmente de su expareja y sus amigos, quienes la amenazaron con postear fotos suyas con poca ropa. A pesar de que lo habló con sus padres, los comentarios agresivos y la persecución que sufrió la llevaron al suicidio. Un final que muestra la magnitud que puede alcanzar el acoso virtual.

Plataformas digitales como Ask.fm, una web que habilita el intercambio de preguntas y respuestas de manera anónima, también han estado en el punto de mira. Según el Business Insider, nueve adolescentes se suicidaron en el año 2014 a raíz de comentarios que recibieron en sus páginas de Ask.fm. Tras conocerse los datos, la red social implementó un botón para controlar los abusos y eliminar los comentarios ofensivos. Sin embargo, el principal problema del sitio y la razón por la cual fomenta el ciberbullying es la falta de solidez en su política de privacidad y la posibilidad del anonimato.

¿Hay salida?
El punto final en el ciberbullying siempre es difícil de establecer según los especialistas y las propias víctimas. Ese proceso puede ser abrupto o repentino. Para combatirlo, se requiere de la intervención de maestros y educadores. Se trata de una problemática social que, según Gallino, “trasciende totalmente el ámbito tecnológico y debe ser atendido por profesionales sociales como psicólogos”. Además, el especialista en tecnología agrega: “Lo que los padres deben enseñar a sus hijos es a defenderse de este tipo de situaciones mediante la denuncia; esto quiere decir hablar con sus padres de lo que le está sucediendo, no quedarse encerrados y atrapados en el problema. Sufrir en silencio y a escondidas no es la solución”.

Sin embargo, el involucramiento de los padres es difícil de lograr debido a la edad de las víctimas. Según Silvana Giachero, psicóloga terapeuta y especialista en bullying, “solo uno de cada diez adolescentes lo cuentan, por vergüenza o temor a que les quiten las redes sociales”. Los que han salido, en cambio, tienen claro que dar el paso es esencial. Como explica Emilia Ruiz, “no hay que normalizar lo que no es normal”. 

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