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Andrés Calamaro: “Soy un solitario rodeado de personas”

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Andrés Calamaro

Fotografía: Alejandra Volpi (cortesía Andrés Calamaro)


El Salmón. La lengua popular. El cantante. El delator de la alta suciedad. El habitante del Palacio de las flores. El romaphonico. El bohemio. El abuelo… más que de la nada, del rock que se está haciendo ahora mismo en el Río de la Plata (por lo menos). Andrés Calamaro es el último de los fundadores del rock en español, que se subió de polizón (y siendo apenas un adolescente) al arca de Noé, y luego de varios naufragios logró despuntar el siglo XXI con la gloria intacta y sin que se le haya quedado blanco ni un solo rulo. Su vigencia, y su quizá involuntaria influencia en el panorama musical rioplatense actual son asuntos que ni vale la pena discutir. Todos conocemos sus canciones. Las que escribió antes de que hubiésemos nacido y las que aún escuchamos en la radio. El próximo lunes 10 y martes 11 de julio se presentará en el Auditorio Nacional Adela Reta de Montevideo con su gira “Licencia para cantar”; y antes de su retorno a la tierra del público “más amargo que el mate” se tomó unos minutos para conversar con Repórter a propósito de su momento actual, la perspectiva del retiro, el arte encriptado, David Foster Wallace, la soledad, Luis Suárez y un posible reencuentro musical con su “mentor”, Charly García, con el que según sus propias palabras “podemos soñar”.


Hace diez años cantabas: “Una parte de mí no cambió, y a la vez, ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás”. Diez años después… ¿todo sigue igual?
No todo sigue exactamente igual pero duermo. Hace diez años estaba alumbrando el álbum “La Lengua Popular” que me impulsó a mi descubrimiento de América particular, a punto de viajar para cantar mis canciones para un público agradecido que las estaba esperando. Somos las mismas personas que hace diez años pero vivimos más, hicimos nuestro el tiempo que nos corresponde. Hace diez años nacía mi hija. Ella está cada día más linda y yo… cada día más feo.

En el último track del último disco de “El Salmón” anunciabas: “Este es el final de mi carrera”. ¿Pensás habitualmente en el final de tu carrera?
Es un pensamiento recurrente, pero a las buenas sensaciones en el escenario y a la convivencia con mis compañeros las echaría de menos. El público va a pedirme que siga cantando y es complicado imaginarme la vida sin música porque es mi principal actividad desde que era un adolescente. Ahora mismo estoy completando una gira exigente y es muy probable que me tome unos meses libres de compromisos, pero tengo que completar unas grabaciones en Madrid y terminar un libro de fotografías. Creo en una pausa que me acerque a la música próxima. Después de 1999 me tomé (literalmente) varios años en las profundidades de un retiro venenoso que está parcialmente reflejado en “El Salmón” (la vuelta al día en ochenta mundos). Resistimos el final del tiempo cuando terminó el milenio y no fue fácil. La caída de las grandes torres paralelas y el fin del mundo según los Mayas. Tengo una edad que empieza a complicarse según pasa el tiempo. Me temo que antes de que termine el año voy a estar contemplando la idea de ensayar próximas giras.

Una vez David Foster Wallace y Jonathan Franzen -ambos escritores- se pusieron a conversar y llegaron a la conclusión de que la literatura era esa tierra de nadie neutra donde establecer una profunda conexión con otro ser humano. Y luego fueron más específicos: como una escapatoria de la soledad. ¿Sucede lo mismo con la música?
Foster Wallace sembró una incógnita importante porque terminó con su propia vida (no es que no sea partidario de programar el episodio final). Concluimos entonces que no resulta sencillo escapar a la soledad que nos acompaña. Confieso haberle discutido -a la soledad- con música y temporadas obsesivas grabando canciones y experimentando… Ahora mismo encuentro trinchera  en los conciertos y en este peculiar contacto con gentes que me ofrecen generosos su atención y su afecto. Efectivamente, la expresión humana es una escapatoria a la soledad que es la condición de muchos artistas y escribientes. Soy un solitario rodeado de personas: la soledad es para los valientes y los incomprendidos.

En “La noche”, tu último hit, cantás: “La noche y sus colecciones de co co, de corazones abandonados”. En el lunfardo tanguero el “co co” es mucho más que las dos letras con las que empieza “corazón”. ¿Cuando jugás con esas sutilezas te preocupa que el gran público no las llegue a comprender nunca jamás, o es el riesgo que hay que correr en el arte bueno de verdad?
Muy buen punto. “No se conocían coco ni morfina, los muchachos de antes no usaban gomina”, dice el tango “Viejos Tiempos”, aludiendo -seguramente- al viejo Buenos Aires de principios del siglo veinte. Es verdad que mis textos tienden al recurso de claves -o códigos- que no todos van a entender completamente; en una misma canción puedo recurrir al lunfardo, a guiños madrileños, a cuestiones que afectan al tiempo que me tocó vivir, a laberintos de anarquía ideológica, a la nocturnidad más alevosa o al factor de los estados de ánimo. Muchas veces me pregunto si el público (que permanece siempre tan joven) interpreta cada uno de los versos, pero… somos capaces de escuchar música en idiomas que no sabemos hablar, no escuchamos solamente palabras: el canto es un instrumento sensible, en su reunión con las armonías y la melodía genera sentimientos que comprenden la sensibilidad de gentes que probablemente reciben las canciones con una sensibilidad menos analítica. No puedo menospreciar la capacidad de leer entre líneas de los demás. Cada uno siente como puede y no puedo discutir la existencia de un público que celebra las canciones aún en el desconcierto.

Con este nuevo show que te trae a Montevideo estás regalándole a tu público algo que te reclamaba hace tiempo: un encuentro más intimista, acústico. ¿Es muy descabellado pensar en otro tipo de concierto compuesto exclusivamente por aquellas canciones menos “populares”? Se me ocurren algunas… No te bancaste, Por mirarte, Dos romeos, Gaviotas, Buena suerte y hasta luego, Las cosas que me ayudan a olvidar, Son las nueve, Eclipsado, Mi propia trampa, Patas de rana, Dentro de una canción…
Me gustaría volver a cantar algunas de estas canciones y en general buscar en mi repertorio canciones que no sean (exclusivamente) las preferidas de un público más numeroso y más joven. Cada vez que ensayamos intentamos recuperar canciones menos populares, al mismo tiempo entiendo y percibo la demanda de canciones que el público sabe de memoria. Lo desconocido inquieta al público más numeroso pero sería interesante abarcar aquellas canciones menos reconocidas por la mayor parte del público. No es descabellado pensarlo.

Sergio Marchi cuenta en “No digas nada” que una vez fue a la casa de Charly García y el músico le hizo escuchar en loop el primer corte de “Alta suciedad” (la canción). Y que luego comentó orgulloso: “¡Este es mi pollo!”. Más allá de todo lo (demás) que pasó o no pasó después, ¿podemos soñar con un reencuentro en algún escenario en algún punto del tiempo?
Sí, podemos soñar. Charly fue mi mentor y me alentó mucho en algunas etapas de mi vida musical. Espero que conservemos la salud para poder encontrarnos en un escenario de nuevo. Charly es un músico peculiar y poderoso, yo escuché mucho sus discos en mi adolescencia y creo que entiendo su época mas experimental o “existencial”. Somos  amigos lejanos y nos conocemos hace ya muchos años. El repertorio de García está sobrado de momentos musicales exquisitos pero no puedo adivinar cuál va ser el Charly García de los próximos tiempos. Me honra el reconocimiento de los maestros

Hace un tiempo intercambiamos unos tweets a propósito de Luis Suárez (con quien me contaste que te cruzaste en un avión). Hablábamos de lo bien que le calzaba la canción que le hiciste a Maradona por aquello de que “es un ángel y se le ven las alas heridas” o “las alegrías que le das al pueblo; y por tu arte, también”. ¿Son ellos los representantes del legado que el Río de la Plata tiene para entregarle al mundo?
Conocí a Suárez en un avión y conversamos un poco… Es un delantero extraordinario que fue severamente sancionado por algo que hay que considerar como una picardía aunque aparatosa. Atletas con semejantes habilidades van a dejar un legado también porque son protagonistas de la información constante. No son los únicos representantes de la cultura del Río de la Plata, que también es la cuna del tango y del candombe, fusiones étnicas y genéticas de gran compromiso musical en la clave y la construcción de ritmos y canciones. Asimismo, y como habitante ocasional de España, me siento curiosamente representado por nuestros futbolistas de elite que brillan en Europa. Son los héroes de los tiempos modernos, el mundo entero los ve por televisión y vive pendiente de la importancia “publicitaria” que tiene el balompié. Quizá sea una importancia demasiado “amplificada”, pero el Río de la Plata deja un legado cultural mucho más amplio. Incluso el mate es un legado rioplatense. El tango, la literatura y el buen punto para asar la carne a la parrilla. Y el canto de los cantores.

Hay muchos artistas que eligen la pose de la intelectualidad desde la torre de marfil para aparentar ser mucho más “cultos” de lo que en realidad son. Ejemplos, sobran. En cambio, vos (siendo indiscutiblemente un intelectual) optaste por el camino de la honestidad brutal y la lengua popular. ¿Te arrepentís en algún punto?
No puedo arrepentirme. Tampoco soy un intelectual que pueda medirse con verdaderos eruditos de la literatura y/o las artes. Es verdad que en las canciones casi no imprimo detalles extraídos de las páginas de los libros, quizá pude hacerlo pero casi siempre practiqué la composición inmediata y mi repertorio termina convirtiendo en una sustancia confesional y autobiográfica en algunos casos; escribí tanto sobre lo que me pasaba que las canciones terminaron por anticipar lo que todavía no me había ocurrido. No siempre resulta “cómodo” ofrecer honestidad brutal al mundo, tampoco es estrictamente necesario en la hechura de canciones y música. Los instrumentos también cuentan su propia historia, hecha del misterio revelado que es la música en sí misma. Ser lengua popular es un accidente afortunado en mi camino, no creo que mi intención original haya sido escribir canciones que tanta gente escucha y siente -también- como propias, o propias de su experiencia. Pero espero ser digno del destino del canto.

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10 thoughts on “Andrés Calamaro: “Soy un solitario rodeado de personas””

  1. Pablo Batista says:

    Un genio Tincho!

    1. Martín Otegui Piñeyrúa
      Martín Otegui Piñeyrúa says:

      Video de asado musicalizado con “Palabras más, palabras menos”. 🙂

  2. Hernán says:

    Aplaudo los huevos para preguntarle por Charly García, acá en Argentina no se animan.

    1. Martín Otegui Piñeyrúa
      Martín Otegui Piñeyrúa says:

      Gracias, Hernán. Creo que la introducción con lo de Alta suciedad lo tiene que haber sensibilizado un poco… jeje. Igual, a mí me sorprendió también que no me la tirara pal corner.

  3. Ami says:

    Gran entrevista, enhorabuena Martín.Dice Andrés, Muy buen punto.

    1. Martín Otegui Piñeyrúa
      Martín Otegui Piñeyrúa says:

      ¡Grande Ami! ¡Muchas gracias y fuerte abrazo!

  4. Agustín Barboza says:

    Muchos dicen que es el Dylan rioplatense. No sé si da para tanto, pero sin dudas es de sus voces más icónicas. También, vale destacar, la gran riqueza que la diversidad de su repertorio nos ofrece. ¡Muy buena entrevista!

    1. Martín Otegui Piñeyrúa
      Martín Otegui Piñeyrúa says:

      Personalmente le encuentro más similitudes con Lou Reed que con Dylan, pero es cierto que se los compara (¿será porque fue telonero de él en varias giras?).
      Gracias, Agustín, un abrazo.

  5. Magdalena Piñeyrúa says:

    Orgullo absoluto… perfecta entrevista. Dignos interlocutores….

  6. Jorge Faral says:

    Interesante. Buen aporte!

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