Browse By

Ciencia, mentiras y revolución: la agricultura en el estalinismo

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone


Si el periodo estalinista fue un poder revolucionario, se debe a dos motivos: su origen y concepción, y su impacto en la sociedad rusa. De acuerdo a sus inicios, el régimen estalinista y sus fundamentos socialistas se producen en un contexto revolucionario. Y con el triunfo en la revolución de octubre de 1917 y el poder del Partido Bolchevique en Rusia, se consolida en lo que se puede denominar, siguiendo el materialismo histórico, la dictadura del proletariado.


Basándonos en el triunfo de una revolución como hecho desencadenante de un sistema político, y también como un factor de desarrollo ideológico que identifica a un régimen social, el estalinismo puede ser visto como una continuidad y fortalecimiento de los pensamientos e ideales revolucionarios. De la misma forma, podríamos afirmar que este es símbolo de un potencial masivo proveniente de las masas activas de la población, que toma el control de Rusia. “El triunfo de la revolución ha sido posible porque el partido mantuvo estrechos contactos con las masas… El estalinismo no existe como tal: es el despliegue lógico de las potencialidades de la revolución Bolchevique” (Saborido, 2009, pág. 158).

No obstante, como todo poder revolucionario, este trae consigo cambios importantes que rompen con un antiguo orden para dar lugar a una nueva sociedad. Si tomamos en cuenta el concepto de “poder revolucionario”, este refiere a todo régimen político que asume un dominio social y/o religioso, para crear una base propia de organización política, de carácter nacional, que controla a la sociedad misma. Su esencia es la dominación social por parte del Estado, lo que refiere que todo acto cotidiano será controlado.

En definitiva, el impacto del estalinismo sobre la sociedad fue muy profundo, y su huella en la ciencia soviética no fue la excepción. Un ejemplo claro es la educación, las prácticas religiosas o científicas, o incluso la censura y el control estricto de la información, que luego será uno de los pilares más importantes del régimen. Toda la sociedad rusa debía apoyar al sistema estatal, respetar al líder y cumplir con las normas de su política, ejemplo clave a su vez, de un régimen con características totalitarias.

El estalinismo en terreno científico
Como ocurre invariablemente en la historia de la ciencia, las investigaciones y descubrimientos comprendidos en el siglo XX estuvieron, es su mayoría, acompañados de circunstancias esporádicas, de dificultades, resistencias y variados obstáculos. Estas causaron, en su defecto, controversias que permitieron que, el avance mismo de la medicina científica, su teorización y su práctica, se viera directamente afectado y enlentecido.

Adentrándonos en el ámbito científico, la presencia del estalinismo comienza a manifestarse en menor medida que, por ejemplo, en los terrenos literarios o artísticos; pero luego, rápidamente se produce una fuerte censura que prohíbe la continuidad de prácticas científicas que no fueran aceptadas por el estado soviético, permitiendo así que miles de científicos e investigadores corrieran riesgo de ser perseguidos. A mediados de la década de los treinta, pocas teorías científicas podían darse a conocer socialmente sin una previa aprobación del Partido Comunista de la Unión Soviética, ya que toda investigación y tesis debía imprescindiblemente defender al socialismo en todo ámbito.

Sin duda, esto fue una dura realidad en la Rusia soviética, donde comenzó a defenderse una teoría “biológica” carente de sustento, pero que, en su defecto, reflejaba cada uno de los principios estalinistas, para luego usurpar pródigamente el lugar de la verdadera ciencia.

La disputa entre Stalin y los científicos de la URSS
Las controversias entre el socialismo ortodoxo y la ciencia moderna tienen bases más antiguas que el estalinismo. Cuando en noviembre de 1917 triunfa la revolución Bolchevique, existían ya en el mundo dos teorías biológicas contrarias con respecto al desarrollo de los seres vivos. Una de ellas, creada por Beptiste Lamarck, sostenía que las características personales adquiridas en vida por los padres, serían heredadas por los hijos. A esta doctrina se la denominó “herencia de los caracteres adquiridos”. La opuesta era originaria de un monje católico llamado Gregor Johann Mendel, quien, por medio de experimentos, concluyó que la existencia de los factores hereditarios estaba constituida por unidades independientes al ambiente o vivencias de los padres.

Del mismo modo, alrededor de 1920, se forman dos grupos antagónicos en el campo de la medicina soviética. Por un lado, estaban los jóvenes genetistas, quienes defendían la teoría propuesta por Mendel. Y, por otro lado, se hallaban los biólogos rusos dogmáticos, que apoyaban la teoría de los “caracteres adquiridos” de Lamarck.

Kliment Timiriazev era la principal razón para que hubiese defensores de la teoría de Lamark, ya desarrollada la escuela de biología moderna. Este botánico ruso, que encabezaba el grupo de los lamarkistas, era contemplado como un ejemplo a seguir del modelo soviético. Él consideraba clave la relación entre la teoría de Darwin y a la ideología marxista. En principio, Marx basaba la tesis de Darwin en una “lucha por la supervivencia” que para los socialistas reflejaba claramente su teoría de la lucha de clases. Por lo tanto, cuestionar a Darwin o incluso a Timiriazev, significaba oponerse a Marx y directamente a la ideóloga rusa. Sin embargo, los verdaderos problemas políticos para los genetistas modernos, surgen a partir de la década del veinte, con el ascenso del Partido Comunista al poder y el futuro mandato de Stalin.

La ciencia frente a la impostura
A mediados de los 1920, la sociedad rusa aún se reponía de los drásticos efectos de la gran guerra y de los conflictos en la guerra civil rusa. La aguda crisis económica que atravesaba Rusia y la falta de alimentos para la población, desencadenaron una gran hambruna que se expandió por todo el territorio. Esto motivó el desarrollo de las ciencias biológicas y agronómicas, que adoptaran un papel estratégico de cuerdo al progreso de la recién naciente, Unión Soviética.

Pero el avance de la ciencia y de las técnicas agrícolas se daba a una velocidad menor de la que realmente urgían las soluciones a aportar. Los científicos y demás investigadores basaban sus estudios en teorías e hipótesis, sin contribuir con mejoras tecnológicas prácticas y eficientes. Obtener nuevas especies vegetales era fundamental para salir de la crisis y abastecer a millones de comunidades agrícolas y pueblos, y además para asegurar un rendimiento estable de productividad nacional. En consecuencia, a mediados de 1930 lo esencial para Rusia era la práctica de la agricultura a nivel masivo, por lo que, la presión ejercida contra los genetistas incrementó, exigiéndoles resultados prácticos inmediatos.

Finalmente, la autonomía de la ciencia y su estudio se negó, al ser vista como una ficción de la “ciencia burguesa”, que debía ser contrarrestada y anulada sistemáticamente. Bajo este ambiente degradado políticamente por la ausencia de libertad, es donde cobran relevancia los principales protagonistas de la lucha por la ciencia. Un ejemplo claro es Nikolas Vavílov, uno de los botánicos y genetistas modernos más eminentes del siglo XX para toda Rusia. Fue el fundador de más de 400 institutos de investigación agrícola en todo el país y viajó por todo el mundo recolectando semillas y experimentando diferentes cultivos para mejorar las técnicas soviéticas.

La disputa comienza cuando, avanzado el siglo, el genetista concentra en la URSS una de las colecciones más grandes del mundo de plantas y semillas con el fin de estudiarlas para crear nuevas, mejorarlas y adaptarlas a diferentes climas del país. Los científicos contrarios y genetistas ortodoxos vieron esto como traición, y lo acusaron de coleccionar plantas exóticas con un fin propio, en lugar de sembrarlas para incrementar la producción de la nación.

El lysenkoísmo y el Gran Terror
A lo largo de los años 30, comienzan a llevarse a cabo encuentros de la Unión de Cooperativas Agrícolas Productoras de Semillas, donde hace aparición Trofim Lysenko, quien, con su participación logra dividir de forma definitiva y generar un clima de confrontación ideológica, por sostener que la sociedad rusa se encontraba dividida en dos ciencias: la ciencia burguesa y capitalista, y la ciencia proletarizada, poseedora de la verdad. Si bien Lysenko carecía de estudios y conocimientos básicos de la biología, prometía descubrir un método para vencer la hambruna rusa. Desde el comienzo de su “propaganda” como figura política y médica, mezclaba conceptos o no presentaba argumentos válidos, pero sus teorías eran compartidas por la mayoría de los genetistas rusos ya que seguía fundamentos lamarkistas. Como explica Saborido, “frente a los conceptos clásicos provenientes de los estudios de Mendel y otros investigadores, Lysenko inició una ofensiva en la que la genética tradicional y aceptada en los ámbitos académicos de todo el mundo aparecía como una ciencia “burguesa” y “metafísica”. En su lugar, se negaba a la existencia de los genes, afirmándose que las características adquiridas podían heredarse, un concepto conocido, como “neolamarckismo” (2009, pág. 157).

A pesar de no tener ningún éxito a nivel práctico, el “ingeniero botánico” es apoyado por Stalin quien a su vez colaboraba con la falsa argumentación de cifras imaginarias y/o resultados ficticios que no eran comprobados. Es así como, con un apoyo incondicional de Stalin, Lysenko se convierte en la cabeza científica de la agricultura soviética. En el seno del estalinismo y bajo la gran influencia ascendente de Lysenko, toda práctica que fuera en contra de los principios socialistas sería penada y sus respectivos cabecillas, acusados de reaccionarios contra la propia revolución rusa. Sin duda, el lysenkoísmo y el carácter totalitario y la política de represiva de Stalin, fueron perfectos para justificar la persecución de todos aquellos defensores de la genética moderna, que iban contra la propia voluntad del Estado. Más adelante, con soporte de Stalin e iniciativa de Lysenko, Vavílov fue apresado en plena Guerra Mundial, declarado traidor y encarcelado hasta morir de desnutrición en 1943. Al igual que muchos de los científicos de los laboratorios genéticos rusos, liderados por Vavílov, miles de genetistas fueron detenidos y condenados a muerte, cárcel, o incluso fueron trasladados a campos de trabajo (gulag) sin justificación alguna más que diferentes objetivos, unos políticos y otros científicos.

Conclusiones
En la antigua Rusia, el ascenso del Partido Bolchevique y el poder autoritario de Stalin fueron capaces de crear una política artificial basada en datos inexistentes y en un terror ideológico masivo, fortaleciendo la persecución. La falta de libertad condujo a que se cometieran toda clase de atrocidades y que miles de científicos fueran inmolados injustamente por defender el desarrollo verdadero de la ciencia.

El problema que aquí se plantea es que el Partido Comunista logra corromper ideológicamente al campo de la biología e incluso controla a la propia prensa para defender solo a aquellos que afirmaban como correcta la tesis de la “libertad del proletariado”. Por lo tanto, la ciencia debía, sin remedio alguno, ajustarse a las normas del Partido y a los fundamentos y principios del materialismo dialéctico estalinista. Lo que causó que, mientras en los países de occidente, la ciencia médica y agricultura se desarrollaban, en la Unión Soviética la población padecía hambre debido a la prohibición de emplear métodos realistas y modernos de ingeniería genética y botánica.

Con el apoyo incondicional de Stalin, Lysenko adquirió un control absoluto de la agricultura y la biología soviética: “En los veintes el término vernalización es acuñado por Trofim Denissovitch Lysenko, quien durante el régimen de Stalin fue asignado para ejercer absoluto control político sobre la genética en Rusia, decretando que los genetistas aceptaran el dogma de la herencia de caracteres adquiridos” (Ledesma, La cuestión de Lysenko). Ese sistema permitió a Lysenko, a su vez, tener libertad para proponer e incluso llevar a la práctica teorías sin base científica, impidiendo el propio desarrollo ruso durante más de medio siglo, causando millones de muertes por hambruna y un gran retroceso tecnológico y científico. Desviarse de los principios socialistas era tanto como cometer una herejía y la carga ideológica tenía mayor influencia que los estudios científicos, acusados de idealistas y metafísicos.

_____________

BIBLIOGRAFÍA

ALMANZA, V. G. (2010). “El sabio descalzo. La seudociencia en Trofim Denissovitch Lysenko”, Historia de la Ciencia (7, 38/29), pp.30-34.

CAMPILLO, S. (2017), “La cruzada de Stalin contra los genetistas”, en Hipertextual 5/05/2017 [Recuperado https://hipertextual.com/2017/05/lysenko 31/10/18]

LEDESMA, I. (1986). “La cuestión de Lysenko” Ciencias. Revista de difusión (UNAM-México), 1986. pp. 56-61 [Recuperado: http://www.revistaciencias.unam.mx/images/stories/Articles/9/CNS00906.pdf  31/10/2018]

RIOL CIMAS, J. M. (2008). “El asunto de Lysenko”. La Opinión de Tenerife, sección Ciencia y Cultura, pág. 25.

SABORIDO, J. (2009). Historia de la Unión Soviética, Emece,  Buenos Aires.

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *