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Panama papers: el Estado, la Justicia y los medios de comunicación ante la mayor filtración de la historia

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No tenemos dudas de que hay un antes y un después de #panamapapers en Uruguay y en el mundo globalizado e hiperinformado en el que vivimos en la actualidad.


Nunca antes en la historia de la humanidad, las personas que habitamos este planeta tuvimos tanta y tan variada información en nuestro poder.

Y nunca antes accedimos tan fácil y rápidamente y en forma universal y gratuita a información de todo tipo sin ningún tipo de restricción.

Todo lo cual se potencia hasta límites inimaginables desde hace un tiempo por el uso y abuso de las redes sociales donde cualquier noticia u opinión de cualquier persona, se “viraliza” en segundos y nos impone estar actualizados segundo a segundo, minuto a minuto de lo que pasa en el país y en el mundo.

Quizás hasta #panamapapers, con su antecedente más relevante con #WikiLeaks (la organización mediática internacional sin ánimo de lucro fundada en 2006 porJulian Assange, que publica a través de su sitio web informes anónimos y documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes), toda esa información era de acceso público por esencia, ya por tratarse de información que los Estados y los Gobiernos deben publicar en el marco de la nuevas leyes de transparencia y de rendición de cuentas democráticas, o por tratarse también, y esto como parte también del fenómeno de las redes sociales, de información puramente personal y hasta íntima que nosotros mismos, usuarios de las distintas redes, “compartimos” minuto a minuto: fotos personales, fotos de amigos, fotos de niños, fotos de hijos, videos, imágenes, que libre y gratuitamente las cargamos alimentando y retroalimentando a gigantes como Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram, WhatsApp Messenger y muchas más.

De esta forma llegamos a extremos de mirar con rareza o preguntarnos ¿qué le pasa a aquella persona que no tiene ninguna red social?, hemos escuchado en reuniones de amigos, de compañeros, preguntas como: “¿le pasará algo al que no tiene Facebook?; o más aun, dejar de lado a aquellos amigos o familiares que no forman parte de los famosos grupos en WhatsApp Messenger.

Lo que lleva a preguntarnos si hoy en día existe la privacidad como se entendió siempre, si se puede seguir hablando de “vida privada” en su concepción original y tradicional, o quizás prehistórica, cuando todos nuestros “amigos” de Facebook y “seguidores” de Twitter saben al instante donde estamos, con quien estamos, que estamos haciendo, y hasta incluso como nos sentimos (“me siento feliz con…; “estoy triste por…”), todo lo cual compartimos con un mundo más real que nuestra propia vida cotidiana.

#panamapapers no es un hecho aislado de los nuevos paradigmas de la comunicación y de la información del mundo actual. Es un paso más hacia la definitiva caída de la privacidad y de la confidencialidad no sólo de nuestras “vidas privadas”, sino que ahora y por el contenido de la información filtrada, de nuestra información confidencial tradicionalmente regida por secretos bancarios, tributarios o profesionales.

Ahí está el gran quiebre. Y ahí es donde debemos pararnos.

Con estas reflexiones no pretendemos entrar en el estudio de las sociedades offshore, si están bien o mal, si su funcionamiento es ético o no; si sirve para algo publicar los nombres y apellidos de quienes tienen esas sociedades offshore; sino por el contario queremos tratar de acercarnos a la caída definitiva de paradigmas o “tótems” en cuanto al acceso restringido o confidencial de determinada informaciones.

En nuestra cuenta personal de Twitter nos preguntábamos: ¿dónde deben pararse el Estado, la Justicia y la sociedad ante la mayor filtración de información confidencial de la historia? ante el fenómeno de #panamapapers. No crean que en estas líneas vamos a encontrar las respuestas, seguramente van a surgir nuevas y complejas interrogantes.

No me imagino a un profesor de derecho, a un abogado o a un contador explicándoles a sus alumnos o a sus clientes los alcances de “el secreto bancario”; el “secreto tributario” y “el secreto profesional” después de #panamapapers. ¿De qué secretos estamos hablando? ¿Siguen existiendo “el secreto bancario”; el “secreto tributario” y “el secreto profesional” después de #panamapapers? ¿O tendremos que repensarlos y arrancar de nuevo?

En mi carrera de abogacía siempre nos enseñaron que una ley se deroga por otra en un Parlamento legítimamente constituido e integrado; nunca nos explicaron (quizás nunca se lo imaginaron) que toda la legislación nacional e internacional sobre secretos bancario, tributario y profesional iba a ser arrasada y desmantelada en segundos por un tsunami impredecible y de impactos globales como fue #panamapapers.

Sin dudas los nuevos paradigmas de la comunicación/información son parte de #panamapapers, lo que nos obliga a replantearlos, cuál es el equilibrio entre lo público y lo confidencial, si todavía existe.

El primer mensaje llegó por correo electrónico y de forma anónima hace más de un año: “Hola. Aquí John Doe. ¿Les interesan unos datos?”. “Muy interesados”, le respondió el periodista del diario alemán Suddeutsche Zeitung, Bastian Obermayer. “Hay un par de condiciones. Mi vida corre peligro”, advirtió entonces la fuente, le confirmó a BBC Mundo el también periodista de ese periódico Frederik Obermaier. “Lo único que no podemos comentar en qué idioma se produjo la conversación original”, se disculpó Obermaier, uno de los miembros del equipo de investigación que recibió los llamados Panamá Papers, la mayor filtración de documentos confidenciales de la historia.

Efectivamente, a lo largo de varios meses el periódico recibió más de 11 millones de documentos pertenecientes a una de las compañías más reservadas del mundo, la firma panameña Mosack Fonseca. Los documentos –que involucran a 12 jefes de Estado actuales y pasados y más de 60 de sus familiares, además de todo tipo de personalidades políticas y deportivas– demuestran como las personas adineradas y poderosas usan los paraísos fiscales para ocultar su riqueza, en operaciones que a veces se utilizan para el lavado de dinero y la evasión de impuestos.

En los meses que siguieron, los documentos fueron creciendo hasta superar los 2,6 terabytes de información, en 11,5 millones de documentos del bufete de abogados panameño Mossack Fonseca. Los mismos abarcan un período que va desde la década de 1970 a la primavera de 2016 e involucran a 214.000 entidades diferentes.

Panama Papers o papeles de Panamá es el nombre dado por los medios de comunicación a una filtración informativa de documentos confidenciales de la firma de abogados panameña Mossack Fonseca, a través de una entrega de 2,6 terabytes de información por parte de una fuente no identificada al periódico alemán Süddeutsche Zeitung, que posteriormente compartió con el Consorcio Internacional de periodistas de Investigación, revelando el ocultamiento de propiedades de empresas, activos, ganancias y evasión tributaria de jefes de Estado y de gobierno, líderes de la política mundial, personas políticamente expuestas y personalidades de las finanzas, negocios, deportes y arte.

Confidencialidad o reserva, sinónimos de información de acceso restringido, propio y típico de actividades o relaciones entre clientes y profesionales que difícilmente luego de este tsunami puedan volver a catalogarse como tal.

Vivimos en un mundo de la información y de la comunicación donde todo es posible y donde todos los límites, las barreras y las restricciones, hasta hace unas horas existentes e infranqueables, son virtualmente arrasadas y desconocidas, en segundos por nuevas tecnologías que permitan hackear y acceder a bases de datos privadas para compartir con todos nosotros lo que antes era imposible e impensado, porque está claro que no cualquier hackea una base de datos y menos la de un estudio de abogados como éste.

Porque no hay dudas de que el punto de partida de todo esto es el acceso no permitido ni consentido a una base de datos o servidores privados no públicos que contenían información confidencial o reservada.

De ahí que hablemos de filtración informativa. La filtración informativa es una práctica que consiste en la entrega de documentación personal, secreta o información privilegiada a los medios de comunicación para que estos la difundan y poder así generar un efecto ya sea de denuncia, político, económico o de mero escándalo. Las filtraciones informativas han servido tanto para exponer las malas prácticas gubernamentales (Caso Watergate en Estados Unidos, informes filtrados a WikiLeaks, etc.) hasta para arruinar la reputación de una persona u organización identificada en muchas ocasiones como adversaria por quien entrega la información. Similar al espionaje recopila información confidencial de forma no consentida, pero a diferencia del mismo no usa como ventaja el secreto sino la publicidad de la información. No se recomienda su práctica entre los profesionales de las relaciones públicas.

“Fue un hackeo”, dijo Ramón Fonseca, uno de los fundadores de Mossack Fonseca, dijo que su bufete no sufrió filtración interna, sino que fue hackeado. El abogado panameño le dijo a la agencia Reuters que se trató a un robo de documentos hecho por “hackers externos” y no a una filtración por parte de sus empleados. Agregó que la firma ya presentó una denuncia ante la fiscalía local por el robo de documentos. “Tenemos una teoría”, declaró. “Descartamos el trabajo interno, no es un leak (filtración). Es un ataque”, dijo.

“La fuente no quería recompensa económica ni ninguna otra cosa a cambio, excepto algunas medidas de seguridad”, explican en un artículo publicado en el Suddeusche Zeitung Obermaier y sus colegas. Pero para poder procesar la inmensa cantidad de información, el diario alemán compartió los documentos con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ16, por sus siglas en inglés), lo que permitió que un equipo de cerca de 400 periodistas de 107 medios de comunicación de 76 países, incluida la BBC, trabajaran con los archivos.

Millones de correos electrónicos, contratos, transcripciones y documentos escaneados componían el grueso de la información suministrada. El Consorcio internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), con sede en Washington, publicó el domingo una serie de documentos confidenciales supuestamente vinculados a la firma legal panameña Mossack Fonseca, que denuncian la existencia de paraísos fiscales utilizados por ricos y poderosos de todo el mundo. Según estos reportes, líderes y altos funcionarios de todo el mundo presuntamente utilizaron compañías offshore y cuentas secretas para ocultar miles de millones de dólares.

ICIJ y una coalición internacional de medios investigaron más de 11 millones de documentos que supuestamente revelan una red clandestina que involucra a decenas de líderes y famosos, incluidos algunos allegados al presidente de Rusia Vladimir Putin, a la vez que denuncia lazos de negocios entre un miembro del comité de ética de la FIFA y los hombres acusados de corrupción. Los millones de documentos, que datan desde hace cuatro décadas, estarían conectados con la firma legal panameña Mossack Fonseca. El consorcio de periodistas reporta que la firma ayudó a establecer compañías fachada y cuentas en el extranjero para jugadores globales.

Los documentos no necesariamente indican actividad ilegal, pero las compañías fachada y cuentas en paraísos fiscales pueden ser usadas para encubrir el origen de transacciones financieras y a quién pertenecen las compañías. Los documentos incluyen personas y compañías que Estados Unidos ha puesto en la lista negra debido a vínculos con narcotráfico y terrorismo, según el consorcio.

“Somos una compañía que tiene casi 40 años y nunca hemos sido acusados formalmente de nada. Nos dedicamos a hacer estructuras legales y luego las vendemos a intermediarios como bancos, abogados, contadores o fiduciarios y ellos tienen sus clientes con quienes nosotros no interactuamos ni conocemos. No somos responsables sobre cómo manejan esas estructuras o lo que quieran hacer con ella. Hemos formado más de 240.000 compañías a través de nuestra historia y la gran mayoría de ellas con propósitos legítimos. Claro, hay algunas que se terminan usando para actividades ilegítimas pero esa no es nuestra responsabilidad porque no somos los que la administramos, no actuamos en su nombre”, dijo Ramón Fonseca durante una entrevista.

“Nuestra industria no es entendida particularmente bien entre el público, y desafortunadamente esta serie de artículos sólo harán esa confusión más profunda. Los hechos son estos: mientras pudimos haber sido víctimas de una filtración de datos, nada de esto sugiere que hemos hecho nada ilegal, y eso es mantener la reputación global que hemos construido en los 40 años que hemos hecho negocios de la forma adecuada, aquí en Panamá. Claro, a nadie le gusta que le roben su propiedad, y haremos lo que sea para asegurarnos que los culpables sean llevados ante la justicia”, dijo la empresa en un comunicado.

¿Cómo se obtuvieron los documentos? Una fuente anónima le dio los documentos al periódico Suddeutsche Zeitung, de Alemania, y el periódico los compartió con el consorcio de periodistas. Otras organizaciones de medios que reportaron sobre los documentos incluyen a la BBC, el periódico The Guardian y McClatchy.

Entonces partiendo de la base de que se trató de una hackeo, de una acceso no autorizado ni consentido ni permitido a una base de datos privada accediendo por lo tanto a información confidencial o reservada, produciéndose la mayor filtración de datos confidenciales de la historia, tenemos que necesariamente plantearnos ya sea como Estado, como Justicia, como medios de comunicación, como sociedad, como nos reposicionamos ante un fenómeno que llegó para quedarse, que no reconoce ningún tipo de límites ni de fronteras, que ignora instituciones gubernamentales y que creemos que no será el último.

Está claro que este mundo hiperinformado e hiperconectado no reconoce mayores límites a la privacidad y a la confidencialidad, más tratándose de presuntos negocios o actividades ilegales tales como fraude fiscal, lavado de activos entre otros.

La transparencia adquiere entonces una nueva dimensión y pasa a alcanzar no sólo a las informaciones públicas en poder de los Estados y de los Gobiernos, sino que va mucho más allá, ya que se transforma en un concepto global de transparencia internacional que no reconoce fronteras ni límites territoriales ni tampoco el carácter privado de bases de datos privadas o de informaciones confidenciales o secretas que se obtenían en relaciones profesionales, bancarias o tributarias, cuando en principio encubran o estén relacionadas negocios o actividades ilícitas.

Y tratando de contestar nuestras preguntas, sobre si puede el Estado impedir este fenómeno, seguramente le será imposible, aunque creemos que al menos podrá intentar regularlo con nuevas legislaciones pero teniendo presente que la viralidad y la velocidad de nuestra sociedad hiperinformada no espera largas discusiones parlamentarias que hoy en día se han tornado obsoletas.

¿Qué hará la Justicia ante todo esto? Sencillamente le estalló una bomba generada por millones de documentos confidenciales – a los cuales se accedió sin consentimiento ni de sus titulares ni del propio Poder Judicial- que revelarían presuntas actividades ilícitas y que necesariamente obligaran a los Jueces y a las Facultades de Derecho a repensar los libros y libros que se han escrito sobre medios de prueba y su validez en los procesos judiciales.

¿Y los medios de comunicación? Es muy complejo para los medios de comunicación este nuevo escenario que se plantea ante #panamapapers. Por muchos motivos y razones que impiden dar hoy una única respuesta. Partiendo del hecho de como se accedió a esta información, las famosas “fuentes” ya no son las de antes ni tampoco la información que le van a facilitar a los medios. No me imagino aquellas charlas de café entre periodista y su fuente después de esto. ¿Y qué hacen los medios cuando acceden a más de 11 millones de documentos privados y confidenciales que informan sobre presuntas actividades ilícitas y vinculan a famosos de todos los ámbitos sea como presidentes, políticos, cineastas, empresarios, futbolistas entre otros? Imposible no difundir esa información. Ahora bien, ¿hay límites para difundirla? ¿Los medios de comunicación deben guardar reserva sobre la identidad y confidencialidad de la información? ¿O por el contrario deben difundir todo? ¿Existen diferencias en la valoración de las personas si se trata de personas públicas o no? ¿O el honor de las personas está por encima de todo?

El honor y la dignidad humana de cada uno están por encima de todo. O por lo menos hasta ahora entendemos que fue así. Está claro que en la divulgación y publicidad de esta investigación, estos principios quedaron de lado y fueron arrasados por el tsunami de #panamapapers.

Y que puede hacer la sociedad y los ciudadanos ante todo esto. Imposible de responderlo ya que creemos que estos fenómenos ya forman parte de nuestras vidas, y que cada vez nos acercamos más, si es que ya no llegamos, al fin de la vida privada y al carácter privado de nuestras actividades personales  profesionales, comerciales o laborales.

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