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Tres actos: la puesta en escena del teatro independiente

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Asientos del teatro La Cretina.


Desde que tuvieron lugar las primeras representaciones de obras dramáticas en la Atenas de los siglos V y VI a. C, el teatro ha acompañado a la humanidad. Hoy se manifiesta en formas que van desde producciones millonarias a grupos de teatro de preescolar. Dos extremos de un panorama inmenso de maneras en que las personas se unen y representan obras, clásicas o inéditas, con la intención de contar, transmitir y conmover.


Hace unos meses fui a ver una obra de teatro que se originó en un taller de formación actoral en la escuela La Escena. Reí. Lloré. Reflexioné. Sentí cómo se me erizaba la piel en algunos pasajes. Hacía más de dos años que no iba a ver teatro, un año y medio que no actuaba, pero me reencontré con este mundo para ver una obra que se autoproclamaba “independiente”. El adjetivo quedó latente en mi cabeza hasta transformarse en una pregunta: ¿qué es el teatro independiente y qué lo hace único?

Fernando Amaral (51) es actor, director y cofundador de La Cretina, un espacio que combina el teatro con la gastronomía en pleno Barrio Sur. Una tarde, sentados en una de sus mesas, me responde mientras gesticula con las manos: “A mí lo que me gusta del teatro independiente es que todos hacemos todo. Se genera esta cosa de ‘yo me encargo de esto, yo de lo otro’ y todos nos repartimos, de una forma u otra, las distintas tareas para hacer”.

A unas 15 cuadras, en la pequeña boletería del Teatro Stella D´Italia, Cristina Cabrera (47), actriz, docente de teatro y miembro de la compañía La Gaviota, toma mate mientras me explica la particularidad del teatro independiente. Según ella, consiste en una forma de trabajo multidisciplinaria en donde todo está al servicio de la teatralidad. Se puede hacer teatro independiente de las más diversas maneras y, a pesar de eso, “todos somos teatros independientes”, afirma Cristina.

“¿Independiente de qué?”, me repregunta, por su parte, Federico Guerra (38). Es una noche de jueves y el director, escritor, actor y también cofundador de La Cretina, está sentado en el patio de su local, donde toma una margarita y come maní. Para él, “el teatro independiente tiene que tener riesgo, valentía, y no ser complaciente”. En otras palabras: no debe adecuarse a los gustos del público, tiene que decir algo auténtico y no estar ligado a lo comercial.

También están quienes lo redefinen. Mientras suena música disco en un bar de Tres Cruces, Felipe Ipar (34), director, realizador audiovisual y actor, piensa y me responde: “Creo que no existe más el teatro independiente como fue concebido”. Propone llamarlo “teatro autogestionado”. Su concepto intenta reflejar un tipo de producción en el que los creadores y las compañías buscan sus propios medios y recursos para poner en escena obras de manera autosustentable.

Fernando, Cristina, Federico y Felipe. Cada uno de ellos es parte de una o más de una de las obras El enfermo imaginario, de Molière, Jirafas y Gorriones, de Federico Guerra, y Esta gaviota no es de Chéjov, de Felipe Ipar. Una adaptación de una obra de hace 400 años, un guion original y otro que parte de una obra existente para crear algo novedoso. Tres representaciones teatrales que reflejan el espíritu colaborativo, la unidad en la diversidad, la no complacencia y la autogestión. Distintas formas de afirmarse en el escenario que conviven e integran la escena del teatro independiente de Montevideo.


Primer acto

El enfermo imaginario, Teatro Stella D´Italia, La Gaviota 

Segundo acto

Jirafas y Gorriones, La Cretina

Tercer acto

Esta gaviota no es de Chéjov, Teatro El Galpón


 

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