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Democracia y humanidades

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¿Qué tipos de ciudadanos necesita una democracia fuerte?*


La democracia son sus ciudadanos. No importa qué tan preciso, refinado o sofisticado sea el diseño de las instituciones de una democracia, son los ciudadanos quienes la convierten en fuerte o débil, son los ciudadanos los que son capaces de criticarla y de transformarla en una democracia mejor o peor. Son los ciudadanos los que se comportan como una barrera para el abuso del poder. Entonces, la pregunta que nos hacemos es: ¿qué tipos de ciudadanos necesita una democracia fuerte? Seguramente, esos ciudadanos deberán conocer la historia de su país, deberán ser capaces de argumentar y de expresar sus ideas con claridad, y deberán sentirse motivados por los mitos y las narraciones que nos hacen parte de la vida democrática. Estos aspectos que caracterizan a un ciudadano de una democracia fuerte son lo que nos
brindan las humanidades en particular por la filosofía, la historia y la literatura.

Una de las creencias más extendidas en las sociedades contemporáneas es lo que se denomina “sentido común positivista”. Esta creencia es consecuencia de que la técnica, al tener un enorme éxito en mejorar la calidad de vida de las personas y resolver sus problemas, ha llevado a pensar que la relevancia de todo conocimiento humano es explicable a partir de los criterios del conocimiento técnico y científico. Al imponerse esta forma de entender el conocimiento, tal y como defiende Gustavo Pereira, se genera una importante desigualdad entre la relevancia que tienen el conocimiento científico y el humanístico para la vida de las sociedades democráticas, y eso culmina en la convicción de que el conocimiento humanístico tiene escaso o nada de valor.

Esta es una de las dificultades que planteaba Carlos Vaz Ferreira en su discurso de apertura de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República. “Los adversarios, en efecto, solo oponían los argumentos vulgares: […] son los tan conocidos: “no es práctico; no es lo útil ni lo que el país necesita…”. Estas ideas, decía Vaz Ferreira, se debían a un ejemplo de la falsa oposición. La falsa oposición es una falacia que hace referencia a poner dos o más puntos de vista juntos como inviables, de los cuales solo se podía elegir uno, cuando este no era el caso. En esta situación, Vaz Ferreira habla de la falsa oposición refiriéndose a la creencia de que uno debía elegir entre humanidades y técnica, cuando este no es el caso, sino que entre ambas se complementan y logran un mejor funcionamiento mutuo.

Si uno no está bien instruido de estas falacias y su forma de manipular puede verse guiado por sus ideas. Así ocurrió en la época de la dictadura uruguaya (1973-1985), cuando se realizó un plebiscito en 1980 para cambiar la Constitución. En aquella época, había un control sobre los medios de comunicación por parte de los militares y la única publicidad permitida era a favor de sus puntos de vista. Estas publicidades eran realizadas tomando aquella falacia de la falsa oposición. Una propaganda en especial de ese período mostraba muchas fotos de un tiempo de subversión inmediatamente previo al golpe de estado en el que los tupamaros realizaron atentados. El mensaje era que uno debía elegir entre reforma constitucional o nuevos atentados subversivos. Sin embargo, uno podía no querer una reforma constitucional ni tampoco nuevos atentados. Los gobernantes, en cambio, querían hacer creer que era una cuestión de causa y consecuencia: si uno no votaba, eso iba a suceder, situación que no era real pero que podía verse real para alguien que no estuviera preparado para analizarlo.

Vaz Ferreira, además de demostrar la falsa oposición a la que nos lleva el sentido común positivista, presentaba una explícita contribución de las humanidades, y en particular de la filosofía a la vida democrática al ilustrar a los ciudadanos. Otra contribución sumamente relevante de la filosofía la brinda John Rawls quien sostiene que la justicia es la primera virtud de las sociedades democráticas. ¿Qué significa esto? Esto quiere decir que una sociedad democrática debe realizar el ordenamiento de sus instituciones a partir de los criterios que impone la justicia, y si las instituciones no son justas, deben ser
reformuladas o transformadas. Lo que nos brinda la filosofía en este aspecto es una respuesta a la pregunta: ¿qué es una sociedad justa?, y en consecuencia un criterio para ordenar las instituciones. Sin embargo, el aprendizaje que deja la discusión de esta temática a lo largo de la historia es que la justicia no es algo que nos otorga el Estado, sino algo que si bien tiene una significativa contribución de los filósofos, son los ciudadanos quienes en última instancia se otorgan mutuamente el tratamiento justo a través de los procesos de tomas de decisiones de la democracia y por ello los ciudadanos son agentes de justicia y no meros receptores, como explica Gustavo Pereira.

Otra contribución de las humanidades a la democracia está dada por la historia, ya que el conocimiento histórico y la forma en que este se educa influye directamente en la creación de un ciudadano más instruido y con la capacidad de interpretar el pasado y el presente. Según Nicolás Duffau, una de las ventajas de una buena transmisión de nuestra historia, es que funciona como una forma de evitar la instrumentalización de los relatos con fines políticos. Es decir, impedir que los relatos históricos sean utilizados para manipular al ciudadano. En el Uruguay, la figura de José Gervasio Artigas es paradigmática en este aspecto. A lo largo de la historia política uruguaya, se usa la figura de Artigas para atraer partidarios, habiendo sido interpretado como un modelo a seguir por los militares de la dictadura de 1973 y como un socialista para otros. Estas interpretaciones son extremadamente erróneas, ya que Artigas tenía ideas totalmente distintas a las del gobierno dictatorial de 1973 y la idea de Artigas como socialista es anacrónica, ya que en su época ni siquiera se habían publicado las obras fundamentales de Marx. Estos son claros casos de manipulación, tomando figuras nacionales importantes para lograr que los ciudadanos tomen partido por una idea o campaña específica.

Una última contribución que proveen las humanidades a la democracia se encuentra en la literatura. La literatura ofrece una posibilidad de vivir y lidiar, a través de sus narraciones, con circunstancias o tipos de personas con las que nunca nos hemos encontrado. Martha Nussbaum nos explica que, “a diferencia de la mayoría de las obras históricas, las obras literarias invitan a los lectores a ponerse en el lugar de personas muy diversas y a adquirir sus experiencias”. De esta forma, realizamos un ejercicio de imaginación que nos permite visualizar varias situaciones adversas y sus respectivas soluciones. Esto nos permite estar preparados para estos casos y también poder conocer varios tipos de personas con los que tal vez no sabríamos lidiar si se nos presentaran de manera imprevista. Esta anticipación de posibles resultados le permite al ciudadano realizar una visualización de los demás y de sí mismo más crítica y justa. Si tomamos la novela de Paul Auster “El palacio de la luna” podemos ver cómo el protagonista, Marco Fogg, estudiante de doctorado de la universidad de Columbia, termina, al quedarse sin recursos, viviendo precariamente en Central Park. Esta historia permite tematizar la vulnerabilidad que todos tenemos a las circunstancias, al mostrarnos que alguien que cursó sus estudios superiores en una importante universidad puede terminar en una situación marginal. Esto permite educar ciudadanos más sensibles y empáticos a la vulnerabilidad de las personas, y le ofrece al ciudadano una visión de la pobreza que puede nunca haberse imaginado. El pensamiento común tiende a defender la creencia de que la gente que se encuentra en situación de pobreza no se esforzó lo suficiente, o prefiró una vida más “fácil”. Esta novela permite ver cómo un estudiante universitario termina en una situación así. De esta forma, logramos tener una visión más amplia del mundo que nos rodea y podemos, a partir de esto, elegir y ver las cosas de forma más justa y crítica.

Estas son tres contribuciones que desde las humanidades se hacen a la vida democrática: la filosofía brinda la crítica a partir del pensamiento lógico y la reflexión sobre la justicia, la historia nos da herramientas para evitar la manipulación de los hechos históricos y la literatura amplía nuestra sensibilidad a la vulnerabilidad de las otras personas.

A partir de esto surge la pregunta de si sería posible desde el sentido común positivista cuestionar y potenciar la vida democrática de la misma forma. La respuesta a esta pregunta es negativa, si solamente la técnica y el pensamiento científico son la única forma de conocimiento relevante para nuestra vida, al menos desde esta perspectiva sería muy difícil o prácticamente imposible cuestionar las limitaciones que tienen los sistemas democráticos, y mucho menos proponer soluciones para ellos. Como ya se indicó, las
Humanidades, en particular, la historia, la filosofía y la literatura son las disciplinas que desde el origen de la civilización han interpelado a la humanidad y desde ellas se han vislumbrado tanto los sistemas de gobierno que hemos tenido, como su eventual transformación. Desde la perspectiva de estas disciplinas se han construido las diferentes concepciones de libertad que tenemos como trasfondo de nuestra vida, las diferentes concepciones de justicia que han regulado nuestras relaciones sociales y también las diferentes versiones de ciudadanía que son vitales para la democracia. Probablemente la libertad, la justicia y la ciudadanía son los elementos más importantes que tiene una democracia, y la vitalidad de esta última siempre dependerá de las acciones que lleven adelante ciudadanos. Estas acciones se convierten en virtuosas cuando son alimentadas por la empatía que brinda la literatura, la crítica y la reflexión que proporciona la filosofía, y la adecuada apropiación de nuestra tradición que brinda la historia. De esta forma las Humanidades se convierten en imprescindibles para tener una democracia fuerte, una democracia en la que los ciudadanos al ser dueños de su destino, puedan enfrentarse desde la crítica y la reflexión a todos los obstáculos que bloquean o empobrecen el ejercicio de la democracia.
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*Este texto obtuvo el primer premio en el concurso de Ensayo de la Facultad de Humanidades de la UM en categoría A y ha sufrido ligeras modificaciones para su publicación. 

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3 thoughts on “Democracia y humanidades”

  1. Martha Sessa says:

    ¡¡¡Felicitaciones!!!! Muy buen trabajo!!!

  2. Martha Sessa says:

    ¡¡¡FELICITACIONES!!! ADELANTE QUE SE PUEDE!!!

  3. Marita Traverso says:

    Excelente aporte! Felicitaciones y gracias.

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