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El arte: un lenguaje de los mundos invisibles

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El artista uruguayo Horacio Reyes Páez concibe su trabajo como una puerta hacia lo espiritual. Sus obras, inspiradas en su país de origen, participan del Festival de Cannes y fueron premiadas por el Festival Internacional de José Ignacio


 El niño que a los ocho años hojeaba libros de Jean-Luc Godard, Charles Chaplin o la agencia Magnum y a los 11 le pedía a sus familiares que lo acompañaran a ver The Truman Show reiteradas veces es hoy director de cine, fotógrafo y músico. A pesar de su atracción por lo visual, Horacio Reyes Páez asegura que primero se enamoró de la música, y luego del cine, ya que este es el arte que “mezcla todo”. Se crio rodeado de las esculturas de su abuelo Carlos Páez Vilaró, las pinturas de su madre Agó Páez y la creatividad de su padre publicista Juan María Reyes Delgado. Es guitarrista desde su infancia en Uruguay. Una habilidad que desarrolló, durante sus años de estudios cinematográficos en Buenos Aires, con la argentina Irma Costanzo. A los 25 años se mudó a Viena, donde reside hasta hoy, para profundizar sus estudios de guitarra de la mano del uruguayo Álvaro Pierri. Su trabajo oscila entre la dirección de cine, el guion, la fotografía y la música.

Uruguay en el corazón
La mayoría de los trabajos de Reyes Páez reflejan la calma y el silencio característicos de la naturaleza uruguaya.Siento mis raíces. Encuentro mucha sustancia para narrar lo que conozco muy bien”, comenta el uruguayo. Su ojo siempre busca las dunas de Punta Ballena, lugar donde creció, teñidas con la luz del atardecer, marcadas por huellas en la arena, bañadas por olas o espuma de esa misma zona. O los pastizales. O algún árbol solitario del campo uruguayo. “Lo que viví de chico en Punta Ballena y en el campo me marcó”, explica. Por otro lado, sus cortos tratan sobre la vida de distintos personajes uruguayos, como Camilo Nuñez, artista de Colectivo Licuado, personaje del corto From Blanes to Klimt, o Alexander Hawvraneck, protagonista de su trabajo más reciente Pillow. “Viví mis años tiernos, en los que uno es una esponja que absorbe todo, en Uruguay y eso influye en todo lo que hago. Mi cuestión más profunda es el Uruguay”, dice. Y es por eso que cada diciembre se instala unos meses en su casa familiar en la costa para inspirarse y producir. Sin embargo, el artista admite que siempre tuvo un pie en el exterior de su país. Sus mayores referentes son suecos, como la artista visual Hilma Af Klint o el cineasta Ingmar Bergman o rusos, como el director de cine Andrei Tarkovsky.

Hace diez años que llama hogar a la capital austríaca, de la que destaca su efervescencia cultural y la aspiración a la excelencia tan característica de esa zona europea. “El ser artista allá genera un respeto y estima alta”, explica. “Se sabe que si lo estás haciendo ahí, lo estás haciendo bien porque el filtro es muy exigente. Me acuerdo de mis primeras clases con Álvaro (Pierri). Yo había estudiado al estilo rioplatense: estudiás bien una parte y la otra te la sabés de oído, la canchereás. Y él me dijo: ‘Sé que los dos somos uruguayos pero estamos en Viena y esto acá no va, se que este sistema seduce allá pero acá no corre, acá se estudia todo. Si hacés eso en un ensayo hasta te pueden rajar’. Por eso quedarme en Viena fue una prueba para mí mismo de mejorar. Sostener mi vida en Viena era sostener que mi laburo era alto”.

From Blanes to Klimt from Horacio Reyes Páez on Vimeo.

Lo que no se ve
Reyes Páez concibe su trabajo como un puente entre lo espiritual y lo físico. Por eso, explica, la poesía en todos sus formatos es su mejor amiga. Fiel a su referente Tarkovsky, padre máximo del cine poético, aquel que escapa de la narración lineal, clásica y cerrada, la obra del uruguayo relata historias “para alcanzar un nivel espiritual, donde no entra la cabeza y el materialismo, sino la intuición y el espíritu”. Explica: “Me encuentro donde la poesía irrumpe en la narración para alcanzar otra dimensión con lo que estoy contando, una donde el espectador tenga espacio para interpretar lo que quiera, donde no haya un mensaje tan cerrado”, describe el artista. El arte, según él, tiene el poder de abrir puertas en el alma humana y de curar. Es por eso que puede ser la solución, una solución “poética”, aclara, a ciertas cosas. Tocar canciones de Bach en la guitarra, escuchar Beethoven o Mozart son formas de “sanación”, dice, y agrega: “Sus configuraciones artísticas son una llavecita que va abriendo mundos, dimensiones o puertas que pueden ser un acto de depuración. El ser humano está frente a esas obras de arte gloriosas y tiene ese momento de depuración y dice estoy mejor que antes”. Describe su trabajo como algo más que una depuración de lo que le sucede o lo inspira, o una sanación hacia un problema para él solo, y dice que, “es para ser compartido, es un acto social para que otros también encuentren esas llaves”. Un ejemplo de ello es uno de sus cortos más recientes, Dance For The Apocalypse.

Dance for the Apocalypse from Horacio Reyes Páez on Vimeo.

Respuesta poética
Olivia, de 12 años, baila durante casi seis minutos en la playa al ritmo de las olas y una melodía que Reyes Páez compuso durante la cuarentena de Uruguay. Eso es lo que se ve y escucha en Dance For The Apocalypse, uno de los cortos seleccionados por el José Ignacio International Film Festival (JIIFF) en 2021 para concursar en su competencia anual de cortos uruguayos. Tras el cierre de fronteras del 2020, el artista no pudo volver a Austria, su estancia en Punta Ballena se alargó y se reencontró con el universo de su infancia. Así surge la obra, una oda a la libertad y una respuesta poética al encierro pandémico. “Dance For The Apocalypse nació en un momento de total incertidumbre. No había una solución aparente, no se sabía nada del bicho en ese momento y me puse a componer música, de ahí surgió la película”, recuerda. La protagonista debía ser una niña porque, según el director, era el futuro de los más pequeños, sobre todo, lo que estaba en juego en aquel momento. De colores neutros, livianos y con una coreografía diseñada entre su director y la madre de Olivia, Analía Nieto, el corto se llevó el premio del público de JIIFF, lo que lo llevó a ser proyectado en el Festival de Cannes ese mismo año. “Intenté alcanzar una dimensión donde existiera una respuesta poética a un problema material, la pandemia, que también es político y tiene un millón de lecturas. Estar encerrado, usar el tapaboca, las muertes, los planes caídos, las agendas destruidas… No había confianza en el futuro. Todo eso me trajo una sensación apocalíptica. Lo único que puede responder a eso es el arte, la poesía. La interpretación es de cada espectador, eso es lo interesante de ser artista, dejar que cada uno tenga su interpretación. Creo que tocó alguna fibra en el espectador en ese momento que estábamos viviendo. Tal vez lo movilizó, pudo abrir una puerta”, reflexiona.

En el más reciente trabajo audiovisual del artista, Pillow, se puede ver a Alexander, uruguayo de 65 años, haciendo ejercicio con una camiseta de la selección uruguaya en su pequeño apartamento ubicado en Viena, también durante la cuarentena. Se lo ve caminando por las calles abrazado de su almohada blanca, una amiga, según el personaje, que lo escucha siempre y le permite viajar hacia otras dimensiones. El documental de ficción y humor se llevó el premio del jurado de JIIFF 2021 y será proyectado en Cannes 2022. La obra, según explica su director, intenta mostrar cómo, con recursos poéticos, gestos de imaginación y fantasía, alguien puede escapar de una realidad tan dura como el encierro. “Alexander representa a esa persona que esté en la situación material que esté (sea de riqueza, pobreza, situación política como la del COVID, en la que venían restricciones de arriba), nos muestra que nada va a afectar el alma humana, el corazón o la imaginación”, explica Reyes Páez, y concluye: “Pillow es una manifestación de la esperanza”.

Pillow – Trailer (2021) from Horacio Reyes Páez on Vimeo.

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