Browse By

El periodismo está atragantado de snacks

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone


La velocidad de la infoestimulación resulta demasiado rápida para la elaboración racional, la locura se convierte en el lenguaje generalizado del sistema social.

Franco Bifo Berardi, Futurabilidad.


Hace unos años, cuando vi por primera vez la publicidad de las papas fritas con sabor a huevo frito, me imaginé una yema pegajosa untada en el empaque de aluminio y el olor intenso que queda después de freír un huevo. ¿Quién puede encontrar sabor adentro de ese paquete?, me ufané de los productores de snacks que innovan para captar nuestros paladares apurados. He aquí que son un éxito y también las que tienen gusto a pizza y a jamón crudo ibérico; los cereales de colores artificiales con gusto a tinta y los chocolates símil chocolates.

A principios del año pasado, un joven periodista especialista en redes sociales me dijo que el público ama los snackables: contenidos cortos y simples, con un empaque o titular atractivo. La fórmula la habían impuesto Mark Zuckerberg y sus secuaces: videos cortos en Facebook, 280 caracteres en Twitter e imágenes hermosas con textos breves o gifs en Instagram. Ahora, todos estos contenidos tenían nombre en inglés: snackables.

Un snack es un alimento que satisface temporalmente el hambre, brinda un placer efímero, proporciona una mínima cantidad de energía y genera adicción. Suele ser comida chatarra elaborada industrialmente, salvo por los palitos de zanahoria y apio y algunos otros bocadillos. Estas características pueden traspolarse de forma casi idéntica a los contenidos periodísticos en redes sociales. En nuestras góndolas o feeds hay snacks ultraprocesados, unos pocos orgánicos e, incluso, algunos símiles.

The Economist hipnotiza con un GIF de un espiral de potenciales vacunas contra el coronavirus.

 Infobae América publica tres fotos y titula: La Mujer con una de las bocas más grandes del mundo impacta en Tik Tok.

 Newtral factchequea y desmiente a la Portavoz del PSOE que dice que España fue el primer país que reguló el precio de las mascarillas.

 Mientras, The New York Times muestra una foto muy atractiva de un puré de papas con salsa bourguignon y explica cómo hacerlo en cinco pasos.

Una noche, scrolleando entre titulares, gifs, videos cortos, memes y comentarios lapidarios sobre esos contenidos, me di cuenta de mi adicción a los snacks informativos: me atragantaba sin hacer la digestión. Al final del día, no recordaba ningún sabor e, incluso, podía comerme una fake food con sabor a huevo frito. Para peor tenía un dealer algorítmico de contenidos que me ofrecía snacks con mucha sal, de esos que no podés dejar de comer.

Los contenidos snackables eran como un Times Square acosador que me perseguía con sus marquesinas luminosas. Con tantas invitaciones para capturar mi atención, estaba anestesiada por la incapacidad de concentrarme en algo. Me había convertido en una frígida informativa: nada me conmovía.

Bastaaaaaaa, esto es demasiado, me explota el cerebro. Necesito huir ya. ¿Pero quién me sigue? ¿A dónde me voy? Y un detalle más: no solo tengo un consumo problemático de snacks informativos (suspenso…), sino que también los produzco.

¿El huevo o la gallina?
A partir del cambio de siglo, el consumo de diarios y revistas impresas cayó exponencialmente, mientras el periodismo multimedia se ponía de moda. La producción de piezas cortas podía suponer una nueva fuente de ingresos y conquistar a la audiencia. Los medios se obsesionaron con la producción de videos breves para sus sitios web. Luego llegaron los gifs, memes, quizzes y la explosión de snacks de diferente tipo y color. Canales de televisión, radios y diarios inundaron las redes sociales con contenidos atractivos, para generar más clics y derivar tráfico hacia sus muros, con el objetivo final de captar suscriptores, retener datos de los usuarios y vender más publicidad direccionada. BuzzFeed, Vice y Hufftington Post se convirtieron en el faro de la innovación periodística global. Lo siguieron diarios, canales de televisión y medios en todo el mundo. Algunos producían contenidos de gran calidad, otros de peor, pero mucho, se publicaba mucho. Los periodistas –sobre todo los latinoamericanos, en crónica penuria económica– nos habíamos convertido en máquinas de producción multimedia.

Llegamos al pandémico 2020 (el año en que supuestamente estábamos obligados a parar) y la producción y consumo de snacks llegó a su apogeo. Picoteamos información a una velocidad demencial. Urgentes; cifras en ascenso; cantidad de contagiados y muertos locales y mundiales; teorías conspirativas, pronósticos sobre el fin del capitalismo o la revancha de la naturaleza contra el hombre; curas y vacunas. Todo revuelto con declaraciones de un político sobre otro y el otro sobre uno; imágenes de desastres naturales; ilustraciones sobre la muerte de celebridades; adobadas con noticias insólitas y récords Guinness.

Era hora de poner el freno de mano de golpe, darse contra el vidrio de la pantalla y pensar en lo que consumimos, pero sobre todo en lo que producimos porque, al final, de eso, también depende nuestra salud. Entonces, ¿producimos snacks porque la gente los ama? ¿O la gente come snacks porque es lo que ofrecemos? Volviendo a las papas fritas con huevo frito, ¿qué viene primero: el huevo o la gallina? ¿Todos los snacks son malos? ¿Se puede producir y ofrecer otro tipo de contenidos?

La primera opción que se me ocurrió fue cocinar papas producidas por agricultores peruanos maceradas en finas hierbas, acompañadas por huevos orgánicos de gallinas felices criadas en amplios campos patagónicos. En términos periodísticos sería algo así como postularme a un fondo escandinavo para producir documentales o textos largos y complejos que ganasen premios, pero a los cuales solo unos pocos privilegiados intelectuales podían o querían acceder.

Hace unos días, un comunicador uruguayo que hurga en temas tecnológicos me decía: “No te esfuerces, hui. Preparate el mate, andate a la playa y disfruta de la naturaleza”. No pensaba rendirme tan rápido. Sigo creyendo en la importancia del periodismo para el cambio social, en el periodismo bien hecho, un poco snack, un poco gourmet. Si yo (que soy re bien) abandonaba la cocina, ¿quiénes se quedarían produciendo alimentos periodísticos?

“Lo que más cuesta es presentar alternativas viables. Es necesario hacer un menú de opciones micro y macro”, decía Anabella Rosemberg, directora de Programas de Greenpeace International, para luego hacer algunas sugerencias que daban esperanzas sobre el cuidado del medioambiente. Me aferré a ese optimismo como si fuese la última papa frita de la bandeja. ¿Cuál es una buena dieta? ¿Cuál es el cuadro nutricional de información saludable?

Y aquí van las respuestas definitivas para colarse por la rendija y ser un periodista súper exitoso que llegue a millones de personas con contenidos relevantes. No. Ni se ilusionen. Aquí van apenas algunas ideas totalmente personales (de acuerdo con mis intereses), para empezar a reflexionar, apoyadas en las charlas e intercambios que tuvieron lugar en el marco de la Beca Cosecha Anfibia, un programa para repensar el periodismo del futuro con el aporte de los principales exponentes del pensamiento contemporáneo, que tuvo lugar entre agosto y diciembre de 2020.

Silvio Waisbord: “Contar la realidad con la mayor cantidad de evidencia”.
Periodismo. En esta carrera periodística contemporánea, en donde todos estamos corriendo, a veces nos olvidamos de lo primero: somos periodistas y tenemos que acercarnos a la verdad; ir al lugar de los hechos; volver al territorio; darnos tiempo para entender; escuchar a los protagonistas; contrastar y verificar fuentes. No debemos dar lugar a la desinformación, aunque lo diga el presidente del país más poderoso del mundo. Debemos ser confiables.

Sayak Valencia: “Los jóvenes delincuentes no son otros, son parte de nuestra comunidad”.
Temas. La agenda de los medios está inundada de declaraciones político-partidarias, coberturas deportivas y –ahora– sobre el coronavirus. Intentemos salir de la agenda setting tradicional fijada por el poder político y económico. Busquemos otras voces y crucemos puntos de vista. Recojamos las experiencias de los protagonistas. Volvamos a conectarnos con los “simples mortales”, con las historias de nuestros pueblos, con nuestras unicidades y –también– con la naturaleza, con historias de la tierra.

Mara Riveros: la interseccionalidad es una forma de “conectar la pluralidad de voces que tenemos que aprender a escuchar para tejer un relato más complejo”.
Enfoques. Busquemos historias personales, contextualicemos, expliquemos. Mostremos pequeños puntos de vista, hagamos un goteo permanente que nos permita ir construyendo una historia a lo largo del tiempo. Aceptemos que siempre estamos creando contenidos con materiales ajenos. No es nuestra historia, es la de ellos. Apelemos a lo que nos conecta como humanos, a las emociones. Escuchemos más.

Sayak Valencia: “La invitación es a hacer contenidos atractivos, pero que sí nos permitan crear una pregunta en el espectador o incitar a una reflexión”.
Formatos. La apariencia y el empaque sí importan porque son el vehículo para transmitir información que creemos que es relevante. No tenemos que estar inventando formatos las 24 horas, ni ser los más sexys y originales, pero estaría bueno poder tomarnos tiempo de pensar en el contenido y la forma, en cada plano, cada escena, cada palabra, cada ilustración. Ojo, no tenemos que hacer superproducciones siempre, podemos hacer snacks de buena calidad (estaban esperando esto desde el principio, ¿no?). Intentemos crear contenido que logre sacarnos de la anestesia.

Daniela Rea: “Estamos atiborrados de información urgente: pasmados, cansados, anestesiados”.
Cantidad. Pensemos en mucha menos cantidad de producciones; menos es mucho menos. Démosle valor a la palabra “urgente”, contemos lo que está pasando ahora solo si es necesario, respiremos profundo y dediquemos tiempo a producir contenidos de calidad, no solo por la salud de nuestro público que está atiborrada de información, sino también por la de nuestros periodistas que terminan convirtiéndose en máquinas de hacer snacks (bajo la amenaza: agradece que tenés trabajo y te pagamos).

Cristina Rivera Garza: “No temamos a mostrar las costuras cuando escribimos”.
Los periodistas. Los periodistas no somos superhéroes como muestran las películas o como algunos de nosotros decimos en las redes sociales. Mostremos nuestra vulnerabilidad, aceptemos que nos podemos equivocar y dudar, pero aseguremos que buscamos acercarnos a la verdad. Creemos contenidos honestos, no tengamos miedo a incomodar, a divertirnos, a ser espontáneos. Dejemos la solemnidad. Conformemos redacciones diversas en género, clase, raza y edades, que rompan con el lugar del periodista privilegiado.

Anabella Rosemberg: “La gran pregunta es quién paga por esto”.
Financiación. Busquemos respuestas integradas para financiar nuestros proyectos periodísticos, desde publicidad tradicional y suscripciones, pasando por la producción de branded content, alianzas con medios grandes, recursos de fondos internacionales o cursos para periodistas. Apelemos al marketing para hacernos visibles. No tengamos miedo a ser menos periodistas por querer buscar formas alternativas para subsistir. Claro, sin traicionar nuestros valores.

Srecko Horvat: “Usemos la tecnología ya existente para proveer contenido que es más crítico del actual sistema capitalista global”.
Tecnología y audiencias. No le dejemos las redes a los malos. Aprovechemos la llegada que tienen, asociémonos con especialistas en redes sociales y definamos una estrategia para poder llegar a nuestro público objetivo. Decidamos quién será nuestra audiencia, creemos una comunidad (sin ser condescendientes por miedo a que nos critiquen o abandonen). En paralelo, podemos pensar en volver a ofrecer contenidos en papel; a través de canales de televisión o radios; en encuentros presenciales o virtuales. Una parte del público no quiere informarse por las redes y está pidiendo una curaduría de contenidos, para consumir serenos.

Elisa Lieber: el lenguaje audiovisual tiene un gran potencial para crear contenidos periodísticos (totalmente subjetivo).
Lenguaje audiovisual. Explotemos el lenguaje al máximo: palabras, imágenes, sonidos, música, gráficos, ilustraciones, animaciones. Apelemos a todos los recursos para contar buenas historias, incluso a los de la ficción. No queramos ser Stevenes Spielbergues, pero pensemos cómo podemos contar una historia con los mejores recursos, con las mejores imágenes. Tendrán resultados hermosos y, además, presentarán alternativas al podcast.

Y aquí van algunas referencias de contenidos inspiradores:

Listo, ya pasé mi receta perfecta. Ahora a producir papas fritas más saludables. Nada puede fallar en este mundo tan predecible.

_____

CONTEXTO DEL LIBRO
15 editorxs y directorxs de los medios más influyentes de hispanoamérica cuentan cómo ven el futuro del periodismo. Futuro Imperfecto, hacia dónde va el periodismo reúne un compromiso colectivo, el de abordar una profesión en crisis con optimismo crítico y pasión por seguir informando. Fue producido en el marco del programa de formación internacional Beca Cosecha Anfibia, en el que se realizaron clases magistrales e intercambios exclusivos con referentes del pensamiento contemporáneo global como Srecko Horvat, Mara Viveros Vigoya, Cristina Rivera Garza, Silvio Waisbord, Anabella Rosemberg, Vandana Shiva, Markus Gabriel, Yuk Hui, Inés Camilloni, Sayak Valencia, Jaime Abello, Paula Sibilia y Helen Hester. Además de estos encuentros, lxs becarixs participaron del SPA, Sensaciones Periodísticas Anfibias, un salón virtual coordinado por el periodista Cristian Alarcón, creador y director de Revista Anfibia y Cosecha Roja, para seguir aterrizando ideas. La experiencia se plasmó en Futuro imperfecto: ¿Hacia dónde va el periodismo?, el primer libro de la colección Futuro Anfibio, dirigida por Leila Mesyngier, coordinadora editorial de Revista Anfibia, y publicada en UNSAM Edita.

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone

One thought on “El periodismo está atragantado de snacks”

  1. María says:

    Estoy así cómo describiste, hastiada de chatarra, adicta, enferma. Lo sé pero no puedo dejarlo, cómo cualquier droga. Gracias por hacerme pensar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *