Browse By

El pasillo

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone


Cuando entraba por la noche en el pasillo donde la luz se encontraba apagada, lograba percibir mi soledad en esa oscuridad. Me estremecía. Percibía que me seguían y se movían a medida que yo lo hacía, como estudiándome. Pero, nunca se acercaban lo suficiente como para sentir una presencia real.


A la mitad del pasillo se encontraba una ventana que era algo así como un oasis. Los acosadores en esa zona no penetraban. Nunca supe por qué. Supongo que no querrían que los lograra ver, debido a que por allí siempre penetraba la luz de la luna.

Recuerdo que algunas noches mi pánico era tal que debía hacer el trayecto luego de un golpe asestado por mi padre. Mi padre era un hombre duro. Tenía la cara golpeada por los años y roída por los hombres, jamás podría permitirse tales miedos. Otras veces tenía que volver a pasarlo por dejar la luz encendida, y eso implicaba otro golpe, y un grito que decía:

–¡Eres un hombre, no un niño! Debes aprender a no temerle a la oscuridad sino a hacerte temer por ella.

Una noche sentí que era la elegida. Fue tal la sensación de pánico que recién emprendí la marcha cuando cinco golpes y una cascada de sangre que brotaba de mi nariz me convencieron de que, si no iba, moriría allí. Entonces, juntando fuerzas, di algunos pasos. Cuando pisé los primeros centímetros del pasillo empecé a sentir sus respiraciones. Algunas fueron muy agitadas y otras contenidas, como deseando que no percibiera que aquella noche iba a ser distinta. En ese momento me detuve y traté de alcanzarlos tirando puñetazos pero mis intentos fueron estériles. Era imposible. Decidí reiniciar mi marcha.

Al pasar por la ventana, no fue como todas las noches. Ellos seguían allí y hasta creo que más cerca. Supongo que porque esa noche era cerrada. No entraba ni un haz de luz por la ventana. Aquella noche el oasis había sido un espejismo. Al traspasar la ventana los seres se encontraban aún más cerca, lograba sentir cómo rozaban mis zapatos. Mi corazón comenzó a latir tan rápido que no lo sentía. Y justo cuando creía que llegaría mi fin, el clic de la llave mató a todos los acosadores.

Luego de calmarme un poco, empecé mi tarea, la cual me ocupo más que de costumbre. No sé si fueron los nervios o las pocas ganas que tenía de volver al pasillo. Una vez terminado todo, me di cuenta de que no podía quedarme allí más tiempo. Sabía que ellos estaban allí esperándome en el silencio y la oscuridad, y me ponía más nervioso. Así que camine hasta el marco de la puerta, apoyé mi dedo en la llave y luego de respirar profundamente, grité con todas mis fuerzas mientras apagaba la luz.

Una vez que me encontraba nuevamente en tinieblas, comencé a caminar y ellos comenzaron a seguirme tan cerca como me habían dejado. Cuando los sentí, quise apresurarme para alejarme de ellos, pero era en vano, seguían allí. Al llegar a la ventana, que aparentemente era un espejismo, la luna logró asomar entre unas nubes un pequeño rayo de luz. Fue suficiente como para poder ver sus rostros y desesperar.

Los rostros aquellos me eran conocidos. Eran rostros de personas en las cuales había confiado, personas en las que había pensados como ejemplo, o tal vez como compañeros. En ese instante y antes de lograr reaccionar, se me tiraron encima. Me tomaron de los pies y lentamente me fueron transformando en la oscuridad que eran.

Entonces me pregunté por qué ellos me querrían tomar a mí. A mí, que había nacido en una casa que no era muy rica… ni muy pobre. A mí que no hacía nada malo… ni nada bueno. A mí que nunca tuve un enemigo… ni tampoco un amigo. En pocas palabras, a mí que nunca me intereso nada. Estaba vivo por el simple hecho de satisfacer a mi padre.

Volviéndome hacia ellos, viéndoles nuevamente la cara, comprendí que yo era igual a ellos y por eso me tomaban. Quería estar en donde estaban todos, aunque ellos me odiasen; hacer lo que hacen todos, sin saber por qué ni por quién. En ese momento una voz brotó en mi interior intentando generar en mí un poco de rebeldía, para luchar por mi libertad, pero así como surgió de mi interior, se ahogó en él. Además, ¿por qué ofrecer resistencia ahora si antes no lo había hecho? Entonces traté de disfrutar mis pocos momentos de luz, cuando solo quedaba mi cabeza y era prácticamente uno de ellos.

Hoy ya no salgo más del pasillo, mi hermano ya está con nosotros, y cada vez que pasa mi padre con su andar seguro y sus decisiones firmes, tiemblo en la mediocridad de mis tinieblas y me doy cuenta de por qué él tenía razón al ser.

Share on FacebookShare on Google+Tweet about this on TwitterShare on LinkedInPin on PinterestEmail this to someone

One thought on “El pasillo”

  1. Jesus says:

    Muy buen relato. Enhorabuena! Me encanta el género del terror, y más si tiene algún tipo de relación con H.P. Lovecraft. La vida de este maravilloso escritor no tiene desperdicio. Yo hace poco la escuché a través de este excelente podcast, totalmente recomendable para los amantes del terror: http://rosadelosvientospodcast.com/lovecraft

Responder a Jesus Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *