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Leonard Cohen cierra su despedida

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Era una tarea delicada, pero el legendario canadiense se despide cantando y recitando en un trabajo a la altura de su obra.


La última ofrenda de Leonard Cohen apareció un viernes de noviembre en forma de álbum de estudio. Llegó tres años y quince días después de su muerte. Si bien el libro La llama (2018) rescató textos y dibujos del cantautor canadiense, esta vez son las palabras en su voz las que vuelven a ser protagonistas. Y el efecto del mensaje es potente.

Los peros que suelen eclipsar algunas publicaciones póstumas tienen poco lugar en este proyecto. Eso responde en gran medida a que los implicados completaron la tarea por encargo del autor, que entregó la materia prima a las manos indicadas. El coordinador responsable fue Adam Cohen, hijo mayor y productor del último disco publicado en vida por su padre, el magistral You Want It Darker. Parecía que Cohen ya había dicho todo cuando confesó, implacable, que deseaba firmar un tratado de amor, que era hora de abandonar la mesa, que viajaba ligero… Si aquella publicación se presentó como la forma más memorable en la que podía despedirse, Thanks for the Dance resuena como una celebración a la altura de su legado.

Quienes lo acompañaron de cerca relatan que, tal como apunta el tema de apertura (“Happens to the Heart”), Cohen nunca dejó de trabajar. El lanzamiento de la que quizá fuese su cumbre creativa no significó un cierre para él: siguió puliendo ideas y grabando. Durante los meses de producción, por ejemplo, murió Marianne Ihlen y la letra de “Moving On” fue reescrita a modo de nota final para aquella historia inmortalizada en “So long, Marianne”. Aunque el cáncer y la vejez se imponían, el tiempo alcanzó para fijar los cimientos de un puñado de canciones, en algunos casos versos recitados sobre música.

La misión de cumplir con la voluntad del artista terminó de materializarse cuando el hijo convocó a una impecable selección de músicos (Beck, Javier Mas, Jennifer Warnes, Richard Reed Parry, Damien Rice, Leslie Feist) y lideró la delicada faena de interpretar lo que su padre hubiese querido que se hiciera con los bocetos que lo sobrevivieron. Según dice, lo logró. No hay muchas razones para pensar lo contrario.

El precioso vals que da nombre al álbum fue escrito originalmente para Anjani Thomas, quien lo musicalizó en 2006. Es una canción de amor que celebra la vida con gratitud, un sentimiento recurrente en estas letras. Por momentos cantado, por momentos hablado, el disco avanza como un paseo por los temas que nunca faltan en Cohen. Hay rezos y mundanidades envueltas de misterio. Hay contemplaciones sombrías, lilas y narcisos. Hay palmas, laúdes y otro homenaje a España: “The Night of Santiago” es una adaptación exquisita de un romance de su querido Federico García Lorca.

En “It’s Torn” y “Puppets” están los paisajes más oscuros, que incluyen comentarios políticos y sociales. “The Goal” y “The Hills” plantean reflexiones de un cuerpo cansado y curtido. Ambos textos fueron publicados, con variaciones, en el poemario El libro del anhelo (2006).

Al final de Thanks for the Dance no está claro quién agradece a quién. Luego de “Listen to the Hummingbird”, justo reconocimiento de su última aparición pública, uno imagina a Cohen levantando el sombrero. Los 29 minutos se van demasiado rápido. Cuánta elegancia, cuánta poesía.

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