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Vascolet con Hugo, por favor

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Imagen: El Español


“Yo lo conozco, es gol. Tiene que andar…”, exclamaba Jorge Contreras cuando su jefe, Horacio Levinas, le pidió su opinión sobre poner a Hugo al aire en Magic Kids, el canal que habían comenzado a producir en conjunto hacía nada más que un año. En 1996 Argentina era, en avances tecnológicos, una realidad muy lejana a la de hoy. Por lo que para probar cómo funcionaba este dibujito animado había que esperar a que llegara un vuelo con copias de VHS para verlo, devolverlo, y cerrar el trato.


Pero no hizo falta. En 1992, Jorge se encontraba en Barcelona trabajando para otra productora y, curiosamente, todas las mañanas veía a aquel elfo escandinavo interactuar en televisión con niños, mientras algunos otros se dedicaban a observar. Era una lógica bastante particular, esa de que un niño jugara en vivo y otros lo miraran.

Medía unos pocos píxeles de altura y vestía con trapos verdes -a veces azules, dependiendo la versión- que le dejaban el torso semi-descubierto, cabello oscuro y enrulado, con deformaciones anatómicas (como las de cualquier troll ficcional), como orejas puntiagudas que peinaban sus rizos hacia atrás y pies de tamaño exagerado. Tenía también cola y cuernos, pero lejos de ser una figura maquiavélica, luchó a través de muchos escenarios para salvar a su familia de las manos de su enemiga mortal: Scylla, la bruja que buscaba rejuvenecerse.

Con todas esas características fue que apareció Hugo, el elfo escandinavo que sería protagonista de un juego interactivo para niños en televisión, en la cabeza de Kogh Mortensen mientras se dirigía en bicicleta hacia lo de su abuela en Hellerup, Dinamarca. Así, este personaje del folklore escandinavo se convirtió, en 1990, en una franquicia internacional bajo el ala de la compañía ITE (Interactive Television Enterteinment).

En conjunto con Ivan Solvason, antiguo dueño de la compañía Silver Rock Productions (que se convertiría en ITE mas adelante), desarrollaron no solo la animación, sino también el hardware que se encargaría de convertir las señales telefónicas en un comando que controlara los movimientos de Hugo durante el juego y así permitiera una interacción con la audiencia sin delay. Lograron distribuir, generar docenas de videojuegos en diferentes formatos y plataformas y hacer famoso en más de 40 países un universo de fantasía contemporánea con héroes, villanos y caminos traviesos.

Ya habiendo conocido aquel mundo virtual fue que Jorge dio el sí y lo puso al aire en el canal argentino para niños Magic Kids. En su versión rioplatense se llamó A jugar con Hugo, un programa de treinta minutos bajo la conducción de Gabriela Roife y la caracterización humorosa del locutor César Ledesma.

Un año antes, en 1995, debido a un arreglo comercial entre Promofilm y PRAMER se había creado el canal. PRAMER ponía la señal a través de Cablevisión mientras que Horacio y Jorge, junto a todo su equipo de producción, generaban contenido propio o adquirido -como animación japonesa, dibujos animados y series de TV-. En el caso de Hugo, no solamente fue la primera producción del canal, sino también una de las diferencias principales con otros canales infantiles del momento como Cartoon Network y Cablín.

De esta manera Magic Kids se posicionó muy bien en el mercado de la televisión argentina, evitando los programas enlatados. Irónicamente, la originalidad y el creciente rating de A jugar con Hugo lo transformó en un enlatado que se redirigió, más que nada, al vecino de al lado: al Uruguay. Quizá haya sido por, en palabras de Gustavo Verdesio (en su libro No es solo Rock and Roll), haraganería mental, mezquindad empresarial o incompetencia profesional, pero lo cierto es que los propios canales uruguayos consumieron el programa enlatado.

Con once años en la industria de videojuegos, Mario Dittrich (hoy encargado de manejar retailers de juegos en Xuruguay) recuerda que Hugo se transformó en una figura muy conocida entre los nacidos en los noventa en Uruguay, especialmente por todos los videojuegos que se vendían sobre él. “Tuvo bastante alcance ya que lo pasaban en el cable y antes era solo cable lo que se miraba”, y quizá haya sido por ese factor (además del factor novedad invocado por la interacción con el público) que una gran parte de los uruguayos, conocidos por ser consumidores pasivos, se enamoraron de Hugo. El pequeño troll era para ellos lo que eran las sombras de la caverna de Platón para los hombres encadenados: una imagen muy similar del avance tecnológico pero lejos de ser la imagen completa a nivel mundial.

Como la mayoría de los aficionados orientales de A jugar con Hugo, Ronit Kremer (si se quiere una de las mayores seguidoras del canal en Uruguay)  veía el programa “tomando la leche” desde la compañía de cable Nuevo Siglo. Pudo hacerlo en Montevideo de 1996 a 1998, cuando Jorge Contreras pidió que se eliminara la programación de Magic Kids de los cables uruguayos y algunos países más. Lo que sucedía era que podían emitir a América Latina los programas producidos por el propio canal, pero no las series extranjeras (que eran la mayoría de la programación) porque habían adquirido los derechos solamente para Argentina. Por lo que las cable operadoras que habían lanzado la señal sin autorización fueron obligadas a retirar el canal para evitar problemas.

Sin embargo, en el interior del país se valieron del reducido tamaño que los caracteriza -en términos de mercado- y continuaron pasando el canal, y por lo tanto A jugar con Hugo, en lugares como Ciudad de la Costa, Paysandú, Salto y Artigas. Las cable operadoras chicas pasaban desapercibidas más fácilmente, permitiendo que el fanatismo por Hugo creciera en la clandestinidad.

Fue un fenómeno, mientras duró, con una característica muy particular: la mayoría de sus consumidores veían el programa, al igual que Ronit, mientras merendaban después del colegio. Y a pesar de que las visitas del troll se hubieran transformado en una rutina, nunca logró generarse una cultura de fanatismo en el ámbito público. En realidad, sucedió exactamente lo opuesto: el culto a Hugo siempre fue muy en lo privado y en lo personal. Su existencia se transformó en lo más cercano a un realismo mágico de Gabriel García Márquez, donde lo privado y lo público suelen ser dos universos muy marcados.

No es que no se hablara de Hugo, sino que no se generaba ningún tipo de conmoción cuando, por ejemplo, volvió a Montevideo en 2002. Ni cuando dejó de transmitirse nuevamente en 2006. El uruguayo se convirtió en un fiel seguidor de la corriente: disfrutaba de A jugar con Hugo mientras estaba ahí, pero no desesperaba ni festejaba en sus idas y vueltas (a excepción de unos pocos aficionados, claro). Es altamente probable que la edad estimada -4 a 14 años- de quienes veían el programa también tuviera algo que ver.

En el 2001 la crisis económica golpeó a la Argentina. En esa misma época, Magic Kids había comenzado a transmitir para toda América Latina, convirtiéndose en un canal panregional. El problema: si Magic Kids quería seguir con su programación habitual tendría que pagar un derecho de transmisión para que todas las series de producción ajena fueran transmitidas a nivel panregional. El agravante: en 2002, el vicepresidente de la república Eduardo Duhalde decidió ponerle un fin a la convertibilidad, generando un costo de los enlatados tres veces mayor, difícilmente sostenible.

Magic Kids se vio obligado a reemplazar su programación dorada por series viejas económicamente accesibles y perdió una considerable cantidad de televidentes. El canal había dejado de ser capaz de competir contra otros, dilapidando su liderazgo en el mercado.

Debido a la baja de rating, se tuvo que crear una señal exclusiva para Buenos Aires que posteriormente se expandiría al resto de Argentina, Paraguay y Uruguay (es aquí donde vuelve a transmitirse A jugar con Hugo en Montevideo). Pero a pesar de los esfuerzos la programación continuó paralizada y el canal perdió aún más fuerza en el mercado.

El 31 de diciembre del 2005 se emitieron por última vez en Magic Kids los programas de producción propia, que fueron el sostén del canal durante su última etapa. Al día siguiente solo quedaron series animadas.

Después de cinco meses de sufrimiento y con una programación que se ahogaba en sí misma, Magic Kids dejó de transmitir el 24 de mayo de 2006 cuando PRAMER decidió quitarlo del aire por falta de rating.

Una cuchara revolviendo los grumos de lo que sería una mezcla mal hecha de leche y chocolatada por un niño recién regresado del colegio. Y la televisión enfrente. Y un fantasma de lo que alguna vez fue un troll de pocos pixeles de altura que vestía con trapos verdes o azules, dependiendo la versión. Hugo dejó su huella en el Uruguay de los noventas. Con miles de copias de videojuegos vendidos, plantó una semilla de la cual germinaron las culturas frikis y de videojuegos (aunque todavía en desarrollo). Con una vida breve en el Río de la Plata, abrió un feliz recuerdo de infancia en una cantidad incontable de uruguayos.

Si se escucha con atención, el eco de un alma que todavía no duerme en paz retumba en la memoria de muchos. “Oh, Hugo. Mi héroe…”, canta la voz de Hugolina, la esposa de Hugo, al ser salvada de las garras de Scylla. Canta una y otra vez en tantos recuerdos. Aunque existe la posibilidad de que sea solamente el sonido del viento.

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