No sé lo que quiero, pero lo quiero ya
Res non verba, lejos de ser “las vacas no hablan” como dicen algunos por la red, significa “hechos, no palabras”. El origen de esta frase se remonta al siglo II a. C., y no es otra cosa que la advertencia de no quedarse en las “palabras”. Esto es tan válido para los que efectivamente piensan y se olviden del mundo y de la propia vida, como para los charlatanes que esconden su ausencia de pensamiento detrás de un gran número de palabras.
Sin embargo, hoy pareciera ser que el problema es el inverso. Se ha hecho de la acción nuestra única forma de interactuar con el mundo. La tecnología pasó de ser algo complejo a ser algo “intuitivo”, es decir, algo casi mágico que no necesita de mucha reflexión y un niño de 2 años puede manejar con facilidad. Trasladado a la acción humana ha devenido en un mero sentimiento, pero un sentimiento irreflexivo que quizás encontró su forma más perfecta en la canción de Sumo que dice “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya”. No importa qué queramos hacer, sino que lo que importa es querer hacer algo. Es decir, pensar y tener ideas ha desaparecido de nuestra búsqueda personal. Pero ¿es importante pensar?; ¿qué es pensar?
Pensar no es meramente apoyar la cabeza sobre la mano, con el codo apoyado sobre la rodilla mientras miramos la nada. Cuando pensamos, estamos poniendo en diálogo nuestras ideas formadas a lo largo de los años con nuestra experiencia, y este diálogo florece a modo de imágenes del futuro, del pasado o del presente. Y todo esto también está asociado con sentimientos que producen esas imágenes de futuro.
Resulta sencillo de explicar, pero a veces difícil de ejercitar. Uno tiene que acostumbrarse a conectar esas ideas con la imaginación, y no quedarse en meras sublimaciones de las ideas. Suele pasar siempre cuando uno pregunta a alguien si quiere ser feliz. La mayoría contesta que sí, pero ¿qué es ser feliz? El desafío a esta pregunta implica la capacidad de poder imaginar cuáles serían los elementos necesarios en mi vida para alcanzar aquella situación personal que entiendo que es la felicidad. Todo esto que finalmente nos mueve no es otra cosa que la idea que se hace viva en contacto con la imaginación y mueve nuestro sentimiento a la acción.
Cuando estoy pensando en levantarme de mi sillón para buscar un helado que está en la heladera, lo que me mueve no es ese helado apoyado en el estante, sino la imagen que elaboro en mi imaginación del mismo y produce en mí el sentimiento y las “ganas” de buscarlo. Es por eso que se deben defender las ideas, se debe defender la capacidad de proyectar futuros. Son solo esas ideas las que nos levantan de los sillones. Las incapacidades de elaborar ideas hacen que nos sintamos rápidamente frustrados, porque el deseo quiere desear, pero no tiene objetos reales, tienen muchas veces objetos imposibles u objetos tan pobres –como el helado- que tan solo nos deleitan un momento. Al final, el deseo se queda gritando que quiere querer, pero la imaginación no sabe decir qué.
Una manera de evitar las frustraciones es alcanzar formas reales de imaginar futuros. Eso implica conectar el pensamiento con la imaginación y el deseo. Todos estos, deben estar a su vez en contacto con la experiencia que nos ha puesto a prueba. Será siempre la idea la que mueve, no solo por ser el origen del deseo de levantarme del sillón en busca del helado, sino también ante deseos e imaginaciones más profundas: los que te mueven de países, o te hacen pensar no solo en los próximos días, sino en los meses e inclusos años. Las ideas educan a la imaginación en proyectar en el espacio y en el tiempo no solo la idea de lo que quiero alcanzar en lo profesional, sino que en su mejor desarrollo podemos pensar que la felicidad en parte es encontrarnos en un futuro con la proyección –quizás mejorada- de lo que uno deseo ser durante toda su vida.
Un artículo esclarecedor y fresco. Difundo.
Qué interesante artículo!