Corea del Norte, entre la hambruna y la tensión nuclear
El mundo mira expectante hacia el Norte de la península de Corea, donde las pruebas de misiles balísticos parecieran sucederse sin fin
El régimen hermético de Corea del Norte, resabio de la Guerra Fría, sigue ciegamente a un guía preclaro que desafía a la comunidad internacional, al tiempo que la tensión no hace más que ir en aumento. Kim Jong Un, heredero de una corta dinastía, no solo asumió el mando absoluto de un país, sino que se convirtió, al igual que sus antepasados, en un dios en la tierra para los norcoreanos. El culto a su persona no conoce límites y sus decisiones son incuestionables incluso para generales, expertos o familiares cercanos.
Cuando el liderazgo de una nación se basa en el terror y las mentiras, toda apertura política en última instancia implica el fin del régimen. Por tanto, el padre de este rechoncho joven lo prefirió por sobre su primogénito con ideas modernas. Una vez que asumió el flamante líder, fueron eliminados los únicos posibles rivales, su hermano y su tío, pues el poder que reclama para sí no admite sombras.
Si hasta hoy Corea del Norte sobrevivió fue gracias al apoyo de China y, en menor medida, de Rusia. En su calidad de barrera física e ideológica a la influencia surcoreana, japonesa y norteamericana, es un baluarte que en principio Beijín no puede ceder. Más aun, existe una suerte de simbiosis entre ambos regímenes: muchos de los productos que hoy adquirimos a módicos precios y exhiben la leyenda “made in China”, en realidad son fabricados en Corea y ensamblados en China, debido a que la mano de obra semiesclava norcoreana resulta más rentable. ¿Por qué pagar alrededor de U$S 3,6 la hora cuando se puede obtener el mismo resultado de forma virtualmente gratuita? Así parecen pensar algunos inescrupulosos empresarios chinos con contactos en las altas esferas del gobierno. Por parte de Pyongyang la ecuación es clara, no se puede desaprovechar la ocasión de tener a los ciudadanos distraídos en su trabajo, un momento de ocio es propicio para el pensamiento y cuando se empieza a transitar ese arriesgado camino se puede arribar a conclusiones indeseables para la tranquilidad del gobierno. En un país cerrado o bloqueado en materia de comercio internacional, el empleo genuino no abunda y es frecuente que el Estado cree los trabajos más absurdos a fin de mantener a la gente ocupada.
China es la principal fuente para que los norcoreanos obtengan lo mínimo indispensable para subsistir y Rusia aporta los hidrocarburos necesarios para que su rústica economía no termine de colapsar. El régimen sigue a flote a pesar de que en la capital solo circulen unos pocos autos pertenecientes a los altos oficiales, la energía eléctrica esté reservada casi en su totalidad para el uso industrial y los productos básicos escaseen.
Desde el 2006 la ONU ha aprobado 16 resoluciones contra Corea, a causa de su política armamentística. El último episodio fue la aprobación por parte de la ONU de sanciones económicas que limitan las inversiones y reducen a aproximadamente un tercio las exportaciones de dicho país. A estas medidas se le suman las aplicadas por Washington. Estados Unidos ha llevado adelante una política de bloqueo económico contra Corea que, sumado a la primitiva economía norcoreana y las malas cosechas producto del clima, causa hambrunas terribles que llegaron a costar la vida de millones de personas. Sin embargo, aunque el programa nuclear puede retrasarse, ha de continuar, pues es la máxima prioridad del líder.
Actualmente las relaciones entre Beijín y Pyongyang están atravesando un momento complicado, Kim Jong Un tiene sus propias ideas sobre la transformación de su país en potencia nuclear y, a pesar de depender por completo del país vecino, se niega a ser su títere. En cuanto a Rusia, que un misil coreano descendiera a 97 km de sus costas no debe de haber sido del mayor agrado de Putin. Resulta incomprensible desde un punto de vista racional y estratégico que Corea se enemiste con los únicos países de peso internacional que garantizan su existencia. Sin embargo, ¿es posible pedir racionalidad de parte de un hombre que es venerado por toda una nación, que no es contradicho en sus caprichos ni siquiera por los generales de más alto rango y desde pequeño fue adoctrinado en las enseñanzas más inverosímiles?
El factor estadounidense
El principal objetivo de Kim es mantener el régimen que lo endiosa, para lo cual ha de evitar la rebelión interna y la invasión externa. El primer factor de peligro parece conjurado a través del adoctrinamiento y el terror de su pueblo. El segundo puede ser garantizado gracias al armamento termonuclear: basta una sola arma capaz de destruir una ciudad estadounidense para hacer virtualmente inservible el arsenal del Tío Sam. Si estuviera en posesión de tal artefacto, su capacidad de chantaje le garantizaría la supervivencia de Corea tal cual la conocemos hoy.
Para hacer realidad el sueño del gran líder se necesita construir un misil intercontinental que pueda alcanzar un centro urbano importante de la Costa Este de Estados Unidos. La isla de Guam y Alaska son los objetivos más cercanos, aunque poco poblados. El misil ha de estar equipado con la tecnología adecuada para ser teledirigido con precisión e impactar en un lugar prestablecido. Además, el cohete debe ser diseñado para poder salir y volver a la atmosfera, resistiendo altísimas temperaturas. Por otra parte, se ha de contar con una bomba de hidrogeno (Bomba H) lo suficientemente pequeña como para caber en el misil (miniaturización).
Corea ha logrado poner en órbita dos satélites -2012 y 2016- a través del lanzamiento de cohetes espaciales que usan el mismo principio y tecnología que los misiles nucleares. La comunidad internacional se ha pronunciado en contra de estos lanzamientos, incluyendo países aliados como Rusia. Hasta el momento los ensayos nucleares y misilísticos hacen suponer que Corea es capaz de atacar a Corea del Sur, Japón y la Isla de Guam, donde se encuentran importantes bases norteamericanas.
Según la información disponible, Corea aún no dispondría de la capacidad para completar a cabalidad los puntos planteados. No hay consenso respecto a las capacidades alcanzadas, pero se sostiene que ya está desarrollada la Bomba H, la cual es unas cien veces más destructiva que una bomba atómica como las arrojadas en Japón a finales de la Segunda Guerra Mundial. El estallido de un artefacto de estas características tendría consecuencias ecológicas desastrosas que repercutirían a nivel global, sin importar el lugar geográfico donde explotase.
Hasta que Corea del Norte no alcance sus objetivos armamentísticos, la seguridad de la península seguirá dependiendo en buena medida de sus dos aliados de peso, China y Rusia. Si bien no vetaron las recientes sanciones aprobadas en la Asamblea General de la ONU, aún no están dispuestos a dejar caer a Pyongyang. La Unión Soviética fue históricamente la principal aliada de Corea cuando las relaciones con China no eran tan amistosas. Tras la caída de la URSS, el régimen tuvo que acercarse a China para sobrevivir. Casi el 90% de las importaciones y exportaciones de Corea corresponden a China. Rusia tal vez podría desentenderse del problema, pero China está directamente involucrada, no solo estamos hablando del área de influencia de estas dos superpotencias sino de su perímetro de seguridad más inmediato.
China y Rusia no están a favor del desarrollo nuclear coreano e intentan mediar en el conflicto, sin embargo no pueden permitir que crezca la influencia estadounidense en la región. Como países limítrofes, es de su interés disminuir el riesgo de una posible guerra nuclear. Estados Unidos no está dispuesto a permitir que un enemigo histórico llegue a desarrollar un arma termonuclear que pueda impactar en su territorio continental.
En cualquier caso, Corea del Norte ha explicado que está desarrollando un arsenal termonuclear meramente disuasorio, de forma que su economía no se sobrecargue con el financiamiento de un ejército numeroso, principal garantía de su independencia hasta la fecha. Se trata de armas demasiado poderosas para ser usadas, y que tan solo apuestan a minar la psicología del enemigo y evitar un posible ataque. Señala que países como Irak y Libia colaboraron con Estados Unidos y las Naciones Unidas comprometiéndose a no desarrollar armas nucleares, facilitando así las consabidas invasiones norteamericanas sobre sus propios territorios. De acuerdo con este razonamiento, como dice el viejo proverbio romano: si quieres paz, prepárate para la guerra. Las pruebas misilísticas son parte del desarrollo del arsenal nuclear y una advertencia de lo que sucedería si el país es atacado. Corea, como nación soberana, se reserva el derecho de pertrecharse en este sentido, como ya lo hicieron Estados Unidos, Reino Unido, Francia, India, Pakistán e Israel.
La asimetría entre Corea y Estados Unidos es gigantesca, tanto en fuerzas convencionales como en el arsenal termonuclear. El equipamiento y la tecnología norcoreana es primitiva en comparación. Actualmente, las maniobras conjuntas de Corea del Sur y Estados Unidos en las fronteras continúan, al tiempo que bombarderos nucleares estadounidenses procedentes de Guam hacen lo propio por mar.
Una partida de ajedrez en Asia
Mientras tanto, se mantienen líneas de comunicación discretas entre Washington y Pyongyang. Más concretamente, existe el diálogo entre la delegación de Corea en la ONU, ubicada en Nueva York, y el Departamento de Estado. Los norcoreanos quieren firmar la paz de la Guerra de Corea con Estados Unidos, dado que formalmente siguen en guerra desde 1950 y Norteamérica podría atacarlos en cualquier momento.
Los acercamientos entre China y Estados Unidos continúan y se busca ponerle un alto a la política agresiva de Corea. El pasado septiembre, Beijín anunció el cierre de empresas norcoreanas y de capital mixto en su país, luego de aplicar restricciones en el suministro de petróleo y prohibir la importación de textiles procedentes de Corea.
El secretario de Estado, Rex Tillerson, estuvo en Beijín preparando la próxima visita de Donald Trump a China. El presidente norteamericano visitará este mes a algunos vecinos importantes de Corea del Norte: Japón, China, Corea del Sur y Vietnam. Mientras que los demócratas critican el liderazgo de Trump y las amenazas hacia Corea, este se defiende señalando el rotundo fracaso de las anteriores negociaciones y acuerdos. Los asesores presidenciales no concuerdan con el magnate, se inclinan por la negociación y una política de no confrontación con Corea.
¿Qué tiene Estados Unidos para ganar en Corea? ¿Qué hay en riesgo para la principal potencia mundial en este enfrentamiento? Ciertamente Corea no posee hidrocarburos que puedan ser ambicionados por los norteamericanos, como en el caso de muchos países de Medio Oriente, y no sería sensato una confrontación con China en su más próxima esfera de influencia. Corea es un país pobre, ahogado a causa de un altísimo coste en defensa, que no es autosuficiente ni siquiera en cuanto a producción de alimentos. La única riqueza de Corea son los llamados metales raros, esenciales para la tecnología aeroespacial y otras industrias de punta, pero resultaría extraño creer que esto solo podría motivar una invasión estadounidense.
Los verdaderos motivos para que esta choque no resulte baladí y se juegue tanto en ella son dos: por una parte, evitar que un régimen totalitario desarrolle la capacidad de llegar con misiles termonucleares a territorio estadounidense. Por otra, Corea es una zona geoestratégica caliente sumamente importante, emplazada entre las tres mayores potencias militares de nuestro tiempo, donde convergen gaseoductos rusos, la salida al Mar de Japón de la ex potencia soviética, la frontera y cordón de protección de China frente a países enemigos y el mayor flujo comercial del mundo (el área asiática del Pacífico), la región donde Estados Unidos se juega su prestigio, influencia económica y supervivencia como principal potencia mundial.
Los dos mad men
Kim Jong Un sigue la estrategia tradicional de su dinastía, amenazar con acciones desmedidas a Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. Sin embargo, el peligro es más grave en la actualidad a causa de la capacidad nuclear alcanzada. El riesgoso comportamiento del gran líder es parte del juego, pero la comunidad internacional tiene sobrados motivos para pensar que hay un grado de locura e irracionalidad en sus actos.
Estas amenazas ya han tenido sus consecuencias. En Japón –otrora potencia imperialista que sometió, entre otras naciones, a Corea a sangre y fuego, antes de ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial– se están gestando importantes transformaciones. Tras la guerra, la potencia nipona se comprometió a una política exterior pacifista y renunció a un ejército numeroso y bien equipado. De hecho, en estos momentos cuenta solo con las llamadas fuerzas de autodefensas, las cuales están preparadas para repeler una invasión convencional, mientras se espera una intervención estadounidense favorable. Esta estrategia parecía la más conveniente luego de los excesos del ejército nacional que culminaron en la rendición incondicional y ocupación norteamericana, pero hoy en día resulta insatisfactoria, en una región donde confluyen los intereses de las grandes potencias militares globales –Estados Unidos, Rusia y China–, la tensión entre las dos coreas y el cada vez más fuerte ejercito australiano. Si a esto le sumamos el misil lanzado por Corea sobre Japón en septiembre y las declaraciones de Pyongyang marcando a este país como su primer blanco si fuese atacada, se vuelve comprensible la preocupación que embarga a la nación del sol naciente.
El primer ministro nipón, Shinzo Abe, convocó a elecciones parlamentarias anticipadas el pasado octubre. Su victoria, fortalece su mandato y su iniciativa de reforma constitucional, que incluiría la creación de un ejército propio, pertrechado con el armamento apropiado para hacer frente a las potencias de la región y de forma particular a Corea, si es que el país fuese atacado.
En este contexto se han desplegado, con asistencia norteamericana, escudos antimisiles en Corea del Sur y Japón. Sin embargo, cuantos más cohetes se dirijan contra un objetivo, más improbable es interceptarlos en su totalidad, por lo que ambos países no están cien por ciento protegidos.
Trump también tiene sus motivos para amenazar con duras represalias y mostrarse capaz de recurrir a medidas extremas. En su libro El arte de la negociación, explica que construyó su fortuna mostrándose más sólido de lo que en realidad era y negociando de forma inclemente desde una posición de aparente fuerza. Ya en la presidencia, continuó con esa enseñanza que extrajo del mundo de los negocios y que aplican otros líderes como su contraparte rusa, Vladímir Putin. Si indagamos en la historia reciente de los propios Estados Unidos, Nixon supo usar con éxito una estrategia idéntica, bautizada como mad man, para negociar con la Unión Soviética. El razonamiento era el siguiente: los soviéticos nos fuerzan el brazo porque saben que nuestra prioridad es evitar una posible guerra mundial, en consecuencia, son más atrevidos y consiguen de forma desleal numerosas ventajas. Por tanto, si al asumir el cargo puedo sembrar la duda en el enemigo acerca de mi racionalidad, me es posible hacerlo ceder y que sea él quien empiece a pensar en términos de evitar un holocausto nuclear.
El inconveniente de esta forma de proceder es que no admite retrocesos, frente a una situación límite hay que seguir avanzando, amenazar y desplegar tropas y armamento hasta que la contraparte asuma algunas pérdidas y busque negociar. De lo contrario, si en un momento de suma tensión se es el primero en hacer concesiones, la fachada se desmorona por completo y queda a la vista todo el juego. Ahora bien, qué sucede si ambos contrincantes deciden aplicar la misma estrategia y la llevan a cabo hasta las últimas consecuencias. La respuesta es desesperanzadora: el conflicto nuclear.
Es útil recurrir al planteo del general francés André Beaufre, quien proponía un juego psicológico que implicaba que el adversario no actuara por miedo a las posibles consecuencias. La clave radicaba en la incertidumbre que le genera al enemigo no saber cómo reaccionaremos. Los conflictos deben resolverse al mínimo precio, con amenazas o a lo sumo con intervenciones limitadas y en caso de ser mandatorio el uso de armas nucleares, se las debe emplear al nivel más bajo y gradualmente. Las potencias secundarias han de poseer armas nucleares, pues es otro elemente de disuasión. Si no las tienen, pueden ser invadidas por una de las superpotencias en el supuesto de que la otra no reaccionara por miedo al holocausto nuclear. A su vez permite escalar la respuesta de la superpotencia agredida, que actuará primero a través de la potencia secundaria, sin recurrir a todo su poder armamentístico.
Por su parte, el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger señalaba que el arsenal nuclear solo se usa en situaciones límite y por tanto no puede contener el avance gradual y sutil del enemigo. Frente a este, las bases permiten una intervención limitada, que evita que la escalada de violencia se salga de control a la vez que son centros de irradiación psicológica. Dado que Estados Unidos perdió el monopolio de las armas nucleares, ya no se puede disuadir al enemigo de cualquier forma de agresión porque, en definitiva, no es posible infligir un castigo sin miedo a represalias. En consecuencia, se plantea el siguiente dilema: ¿estamos dispuestos a suicidarnos iniciando un ataque nuclear para impedir avasallamientos, que por sí solos no parecen amenazar nuestra existencia directamente, pero que pueden ser un paso hacia nuestra destrucción?
Queda aún por saber cómo actuaran China y Rusia y si están dispuestas, en última instancia, a abandonar a su suerte a Kim Jong Un. El bloqueo no parece efectivo y Estados Unidos no puede seguir presionando de manera indefinida, tan solo le resta atacar o negociar, al tiempo que Corea continúa con las pruebas balísticas o retrocede. ¿Acaso Trump está dispuesto a llevar el juego del mad man hasta las últimas consecuencias si China no está en la ecuación? La única alternativa sensata parece la negociación. Con toda seguridad tras la escalada retórica y el despliegue de armamento hay diplomáticos y autoridades de ambas naciones dispuestos al diálogo. Solo nos resta confiar en la capacidad humana y en su interés por sobrevivir, la cual nos ha salvado de un enfrentamiento directo durante la Guerra Fría y ha permitido desarrollar sobre la tierra una vida civilizada hasta el presente. ¿Acaso hay alguien tan loco como para dar la orden de un ataque que seguramente lleve al estallido de la Bomba H?
Excelente investigación de una realidad actual. Pasado y presente, están inmersos en el texto. Inexistencia de derechos humanos. Poder ilimitado de los gobernantes. Eminente peligro,para el mundo. Es un material de primer nivel. Mis más sinceras FELICITACIONES!!