Símil cuero
Era el último fin de semana de junio pero hacía calor. Nada atípico para San Juan.
Algunas casas de Salto tenían la marca de agua recién grabada, esa que define el límite entre pintado y despintado, limpio y sucio, seco y húmedo. Desde el apartamento de mi abuela pude ver colchones, un pedazo de heladera enterrada en el barro, pañales, más pañales usados y una infinidad de bolsas que resaltaban en aquel paisaje muerto. Árboles marrones, flores marrones, calles marrones, agua marrón. Y un olor que me recordó a los veranos en veía a las vacas pasar por el baño de ganado. Pensé en los cientos de familias afectadas por la reciente inundación; el momento de volver a sus casas sucias, violadas por el río, e incluso saqueadas, tampoco sería fácil.
Previendo que la espera podía ser larga, antes de irme de ahí, tomé un libro de la biblioteca de mi abuela. En el camino, papá me sugirió que sería bueno escuchar la carpeta de música que había creado mi tío hace un tiempo: Cleaning friend´s minds. Alabama Song de The Doors empezó a sonar.
El zaguán tallado a mano era más de antigua casa de familia que de peluquería. Toqué el timbre y entré a una sala de la casa. Me senté a esperar en el sillón blanco símil cuero mientras otras clientas eran atendidas. Había olor a café postalmuerzo mezclado con esmalte rojo y sentí calor. Me quité el abrigo. Abrí el libro y entre montañas italianas y soldados armados, un adorno de cerámica blanco con flores rosadas y violetas de plástico quedó perfectamente enmarcado entre las páginas amarillentas. La dueña del lugar le pidió a su empleada que cambiara la música, que pusiera algo de Carlos Rivera. Si era la que él aparecía de traje blanco en la playa, mejor. Era la Primera Guerra Mundial.
Llegó mi turno y me senté en la silla con los pies apoyados sobre el fierrito colocado sobre la pared para eso. La pared blanca ya no era tan blanca, tenía varias marcas de zapatos superpuestas.
—¿Qué leías?
—Un libro de Hemingway.
—Pero… ¿de qué se trata? ¿De qué es?
—No tengo mucha idea porque recién voy por las primeras páginas, pero es una novela bélica.
—Aaaaaah, a mí no me gustan las novelas. Yo prefiero esos tipo autoayuda.
Me miré al espejo y sonreí. Cinco temas de Rivera después me di cuenta de que en realidad estaba muy a gusto allí. A veces, es bueno decirle Adiós a las armas.