Un puente que podemos construir
“Los del campo tienen camionetas 4×4 porque les gusta aparentar”, “los productores son ricos”, “en el campo no hay avances, todo sigue igual desde hace años”, “utilizan a los peones como esclavos”. “La gente de ciudad es superficial y maleducada”, “ahí todo es artificial”, “destrozan todo, no cuidan el medio ambiente”, “son consumistas apurados y encerrados en una burbuja”. ¿Has escuchado algunos de estos prejuicios? Yo sí.
La brecha entre el campo y la ciudad en Uruguay siempre ha existido. Pareciera, más que una brecha, una gran frontera difícil de pasar, trazada a partir de las diferencias, los prejuicios, la ignorancia. ¿O no son estos los factores que impiden cruzarla?
Es inevitable tener prejuicios, aunque hagan que posiblemente tengamos una visión errónea de algo que no se merece tal o cual juicio de valor. La gente del campo tiene prejuicios sobre los citadinos y los de la ciudad, sobre los habitantes del campo. Esos pequeños preconceptos se agigantan y se vuelven enemigos que nos hacen alejarnos de la realidad.
La realidad es que el campo necesita a la ciudad y la ciudad, al campo; no subsiste uno sin el otro, cualquier brecha o frontera es mental. Entonces me pregunto: ¿por qué la diferencia tan complementaria entre los sectores parece alejarlos y actuar como ajenos?
Si nos dicen Francia, pensamos en la Torre Eiffel, baguettes y perfumes. Si nos dicen Australia, visualizamos playas, canguros y el Sydney Opera House. Si nos dicen Holanda, cerveza, bicicletas y tulipanes. ¿Y si nos dicen Uruguay? La mayoría de las personas apuntarían mate, asado y campo, ¿no es cierto? Sabemos que el agro nos representa, pero nada más. La ignorancia nos delata con la rapidez del hermano menor frente a nuestra madre y así nacen los prejuicios. Nos sometemos a crear una concepción con base en lo que escuchamos, porque no podemos ver o quizá porque es la única salida para no ser ese hermano mayor que se queda sin excusas para defenderse.
A menudo, el campo es ese hermano menor que busca defenderse de un prejuicio negativo y, en esa denuncia, genera otro. Es fácil atacarlo por ser más débil, callado, y se lo vuelve a atacar cuando se atreve a “delatar”, con lo que la voz se sigue apagando. Esto parece confirmar que es un sector donde el tiempo está estancado, donde el progreso no existe.
Aunque resulte pesado y contracorriente, quizá sea momento de alzar la voz. Pero ¿cómo defenderse? ¿Cómo explicar una realidad condenado a ser tan ardua y lejana? ¿Cómo comunicar el campo y sus cambios?
Sí, en el campo también hay cambios. También ha formado parte de la globalización. “Ya no existe sembrar a mano ni esos tractores que apenas tenían un techo que te daban un poco de sombra”, me decía Marcelo, un agricultor de 45 años, mientras ponía el piloto automático de la cosechadora y regulaba el aire acondicionado en el momento que sonaba “Zafar” de fondo. “Esto es pura tecnología, me costó agarrarle la mano, pero se aprende fácil”. Yo parecía una niña con juguete nuevo, observando cada detalle y haciéndole decenas de preguntas. “Ya no necesitamos gente que sepa cambiar un rulemán, necesitamos gente que sepa de tecnología”, confirmaba Diego Guigou, el “patrón” de Marcelo, en una de las charlas que tuvimos en los dos días que nos alojó en su establecimiento para que pudiésemos ver y aprender sobre actividades agropecuarias. Diego y su papá Marcos sostienen que es difícil luchar contra los prejuicios de la ciudad y comunicar otras realidades -en este aspecto y también en temas de debate como la Ley de Riego y los productos transgénicos-.
La concepción que yo tenía del campo había cambiado con la experiencia de atravesar la frontera y, sobre todo, por el puente tendido por nuestros anfitriones. Reducir la brecha es un proceso de construcción colectiva en el que campo y ciudad deben hacer su parte para lograr una mirada integradora del Uruguay. No son perfectos desconocidos, no son contrarios, son hermanos que se necesitan. Si cada uno pone manos a la obra, puede resultar sencillo construir el puente para transitar la frontera.
Excelente reflexión de una realidad que afronta este país. Esta “brecha” que menciona Clara, es aún mayor cuando se tiene en cuenta citadinos de la ciudad de Montevideo. A la hora de ver esa frontera entre personas de ciudades del interior con el campo, la historia cambia. Hay menos prejuicios y mas unión entre ambas realidades.