Aeropuerto ruso
La maldición de haber nacido en el cuerpo de una manzana que no pudo evitar caer y golpear a un hechicero en la cabeza, la transcripción física del lugar donde aquel guardaba el orgullo intelectual. Los puños envolviéndose en sí mismos, intentando calmar una frustración acentuada por un movimiento de martillo que quiere destruir todas las leyes de esta dimensión y encontrar la llave que desata sus cadenas.
De tanto rezarle a Schrödinger, abatiendo los puños en señal de reclamo, como su mamá alguna vez le enseñó, aparecieron sus ángeles. Eran más visibles que los de Dios Todopoderoso, venían con chalecos amarillos y zapatos naranjas, el uniforme de los milagros imposibles. La tomaron, cada uno de un brazo. Su furia se apagó en dos pupilas dilatadas, llenas de maravilla y de sorpresa.
Cuando comprendió que el que persevera triunfa, se permitió sostener por los dos motores que ahora la acompañaban y enderezó los codos. Se preparó con una sonrisa, que no era un esboce, sino que una felicidad incontrolable. Se sintió despegar, se sintió impulsada por la realidad dalilesca en la que ahora se encontraba inmersa. Se sintió volar, suavemente, delicadamente, contenidamente.
Era domingo y era el minuto cincuenta y dos de la final de la Copa del Mundo, cuando cuatro mujeres vestidas de policía rusa ingresaron a la cancha. La mujer que logró volar era una de ellas. Pertenece a un grupo de protesta artística llamado Pussy Riot, e intentó demostrar cómo funciona la intervención política en su país.
Esta excelente!!