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¿Es relevante preguntarse por el «sentido de la vida»?

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Este ensayo se enfoca en la «pregunta por la pregunta», es decir, intenta ir a las raíces más profundas del tema, dejando de lado, por un momento, las maneras de llegar al sentido de la vida, para responder el interrogante abrumador del porqué los seres humanos nos preguntamos por el sentido de la vida. Se realiza un análisis de distintos aspectos, como los argumentos a favor y en contra, la esencia de la filosofía, la definición del ser humano por su capacidad de preguntarse por el sentido, y el hecho de que nos es inherente.


Introducción

La pregunta por el sentido de la vida es un misterio, pero, en realidad, también es algo cotidiano, que realizamos los seres humanos de forma casi inconsciente. Además, la pregunta por el sentido es atemporal: no depende del momento de la historia en que nos encontremos. Desde tiempos remotos, de forma directa o indirecta, los filósofos se han enfrentado a esta cuestión.  Y no solo ellos, sino también las personas corrientes, que constantemente filosofan sin saberlo. Yendo a las raíces más profundas de esto, resulta muy interesante e intrigante preguntarse… ¿Por qué nos preguntamos por el sentido de la vida? ¿Es esto inherente al ser humano? ¿Es realmente posible responder finalmente a la pregunta? Y si no tiene respuesta, ¿de qué sirve la pregunta? Pienso que, para lograr hallar un dictamen respecto a eso, es necesario comprender varios aspectos, tanto aquellos que señalan una incoherencia en la pregunta como aquellos que resaltan su necesidad.

¿Tiene sentido la pregunta como tal?

De acuerdo a Terry Eagleton, se trata de una pseudopregunta. Por un lado, parece muy sencilla, pero involucra una reflexión mucho más profunda, ya que alude a la meta cognición, al pensamiento crítico propio y a la indagación. Por eso, una inquisición tan formidable requiere una respuesta que se halle a la altura. Hoy en día, en el mundo consumista en que vivimos, muchos nos preguntamos… ¿Cómo ser felices? En este mundo, estamos satisfechos materialmente, pero lo profundo nos inquieta: la pregunta por el sentido o sinsentido de la vida. Para poder problematizar esto, debemos comprender a frase «el sentido de la vida».

Mencionándolo en voz alta, tal vez no nos percatamos de que existe una incoherencia en el lenguaje empleado para la frase.

El argentino Mario Bunge afirma lo siguiente:

Solo los conceptos y las proposiciones tienen sentido; solo las proposiciones y las teorías pueden ser verdaderas o falsas en algún grado; y solo las teorías pueden ser lógicamente coherentes. En cambio, el ser no tiene sentido. No tiene, pues, sentido hablar del «sentido de la vida» o del «sentido de la historia» a menos que sea en algún sentido no semántico (Bunge, 1976).

Bunge hace una distinción entre la posibilidad gramática o conceptual y el nivel ontológico. Por deducción, como una propiedad lógica, el sentido no puede atribuirse a algo físico, que admite otro tipo de propiedades.

Desde mi punto de vista, este error de categoría semántica es un excelente argumento para refutar la validez de la pregunta. Sin embargo, también me inclino a decir que simplifica el contenido de forma excesiva, evadiendo la pregunta. Además, no menciona nada acerca de la cuestión metafísica y metafórica inherente.

Otro argumento que puede utilizarse en contra de la pregunta por el sentido, según Bunge, es que, para determinar si algo tiene sentido último o no, es necesario aclarar si está en la verdad o falsedad. Al no poder determinar si es correcta la respuesta o no, no sería acatable la aceptación de un sentido de vida (Sábada, 1981).

Pero esto sería tomar la pregunta como una pregunta de formato científico, cuando, en realidad, es puramente filosófica, aunque puede aproximarse desde distintos puntos de vista. Pienso que el sentido de la vida no es uno solo, sino que es múltiple, adopta distintas formas para adecuarse a personas diferentes, que se hallan en circunstancias determinadas que moldean su forma de enfrentar los desafíos.

Argumentos que demuestran la importancia de la pregunta

Hay muchos argumentos que apoyan la importancia de preguntarse por el sentido de la vida. Por ejemplo, de acuerdo a numerosas fuentes, esta pregunta constituye la esencia de la filosofía, el juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla…

Este punto de vista está respaldado por la cosmovisión del filósofo Albert Camus:

No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente, hay que responder. (Camus, 1942)

Además, el hecho de que es una cuestión que ha estado presente a lo largo de toda la historia, demuestra que constituye la esencia de la Filosofía. En los comienzos de la misma, cuando el mythos abundaba, se intentaba dar explicaciones míticas para proporcionar un sentido a la existencia de los seres humanos y del universo.

Desde los primeros filósofos, puede aprenderse mucho sobre las distintas posturas frente al significado de la vida, aunque no fueran expresados de forma directa. Por eso, a continuación, se hace un breve recorrido por las distintas perspectivas, desde Platón hasta lo contemporáneo.

De acuerdo a Platón y su Teoría de las formas, el sentido de la vida yacería en aprehender la existencia de una idea superior a todas, la del bien y belleza, de lo cual se desprende todo lo que es justo.

Una cita de Ética a Nicómaco, de Aristóteles, resume la postura del célebre autor:

Todas las artes, todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen al parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente definido el bien, cuando se ha dicho que es el objeto de todas nuestras aspiraciones. (Aristóteles, 1993).

La virtud obtenida a través del hábito llevaría al objetivo del bien supremo, la Eudaimonía (felicidad, plenitud).

Más adelante, el estoicismo plantea la virtud, la razón y la ley natural para un desarrollo del autocontrol y el estado del alma, «el bien reside en el estado del alma». La lógica, la reflexión y la concentración llevarían a la posesión de un juicio correcto.

La época de las luces, como se le suele llamar a la Ilustración, tuvo un importante impacto en la filosofía europea, cambiando también la percepción del sentido de la vida. La entrega a Dios y la religión fue reemplazada por el antropocentrismo, la razón, la libertad y la igualdad.

Los destacados autores de la época, incluidos John Locke, JeanJacques Rousseau y Adam Smith, consideraban que la humanidad comenzaba, y, luego, mediante el trabajo y los lazos con la sociedad, hallaba el significado de la existencia.

En la época Moderna, surge el Nihilismo, ejemplo por antonomasia de corriente que propone que la vida carece de sentido y que la felicidad no es posible. Dentro de estos parámetros, no existen valores.

Friedrich Nietzsche caracterizó esto como quitarle al mundo y la existencia el propósito, la dirección y la esencia, partiendo de la idea «Dios está muerto». Esto inspiraría el posterior existencialismo (Espinosa, 2014).

Albert Camus, filósofo francés se inclina a dicha cosmovisión, afirmando que lo inaudito de los humanos son aquellos que buscan un significado externo en un mundo en el que no existe. (Filosofía del absurdo)

La época contemporánea ha traído consigo varias corrientes, entre las cuales se destaca el existencialismo, con su exponente Jean-Paul Sartre «la existencia precede a la esencia; la esencia de la vida de uno surge solo después de que uno llega a la existencia».

Para él, Dios simplemente no existe. Cuando el ser humano aparece en el mundo, no es lo que quiere ser sino lo que proyecta ser. «El hombre es lo que él se hace». El punto de partida del existencialismo es «Si Dios no existiera, todo estaría permitido» y «El hombre está condenado a ser libre».

Sí tiene sentido

Regresando a la pregunta que muchos nos hacemos, sobre cómo ser felices, se puede decir que lo que no conocemos es que, para alcanzar la felicidad, necesitamos encontrarle un sentido a la vida. A partir del momento en que dotamos de significado a nuestra existencia, somos capaces de elevarnos hacia un nuevo nivel de entendimiento.

Sin un proyecto de vida, nos volvemos fácilmente maleables, subordinados a las circunstancias de la vida.

Si una persona no se pregunta por el sentido de la vida, no podrá ver más allá cuando los obstáculos, el sufrimiento y las dificultades acechen. La muerte. Se entiende la vida porque es finita. El tiempo es el que nos trae los problemas que debemos resolver. Si no nos presionara el tiempo, no tendríamos la urgencia de resolverlos. G. Elliot decía «Qué incomprensible es Dios y qué increíble la inmortalidad».

De acuerdo a José Ortega y Gasset, «la vida no nos la hemos dado a nosotros mismos, sino que nos la hemos encontrado precisamente cuando nos encontramos a nosotros mismos».

Miguel Pastorino, doctor en Filosofía, argumenta que:

La vida que se nos regaló, no se nos dio hecha, terminada, sino como una tarea, como un quehacer que cada uno tiene que realizar[..] nos guste o no, nosotros decidimos mucho de nuestra vida y nos vamos haciendo con nuestras decisiones, siendo la vida siempre una realidad abierta y no un destino ciego prefabricado desde antes. Por eso somos responsables de la vida que construimos, porque no elegimos nacer, pero sí qué hacemos con nuestra vida y la actitud con la que vivimos las cosas que no elegimos. La vida es siempre incompleta, provisional, nunca concluida. Por eso también es imprevisible en muchos aspectos, llena de oportunidades, de límites y posibilidades (Pastorino, 2020).

Personalmente, estoy de acuerdo con este aspecto, que se asemeja al de Viktor Frankl «la última de las libertades humanas», la capacidad de «elegir la actitud personal ante un conjunto de circunstancias» (Frankl, 1946).

Me gustaría agregar que pensar y escoger determinado sentido de vida involucra tomar algunos valores como ciertos, tener algo que dará fuerza para seguir adelante. En palabras de Pastorino: «un hilo conductor para la trama de la vida».

Quien ha pensado y elegido un rumbo para su vida, ha decidido vivir en función de ciertos valores y con un determinado significado que le dará fuerza e ilusión, le dará un hilo conductor a la trama de la vida. Aunque siempre es posible un cambio, una rectificación y espontaneidad, porque la vida es una realidad abierta, la vida también necesita razones para seguir adelante, motivos para ser, un propósito por el que vivir.

Miguel de Unamuno se cuestionaba el ¿por qué quiero saber de dónde vengo y a dónde voy, de dónde viene y a dónde va lo que me rodea, y qué significa todo esto? Esto revela que la realización de esta pregunta es inherente al ser humano, está entrelazada de manera inalienable con nuestras vidas. En mi opinión, la capacidad de preguntarse por el sentido de la vida nos distingue como seres humanos racionales. Ya decía Heidegger: «el ser capaz de interrogar por el sentido del ser».

Conclusión

En síntesis, teniendo en cuenta lo mencionado en este ensayo y las diversas opiniones al respecto de la relevancia de la pregunta por el sentido de la vida, pienso que no solo es relevante, sino que imprescindible. Esta pregunta, filosófica y humana por excelencia, puede ser encarada desde innumerables áreas, pero necesariamente se debe lidiar con ella. No solo desafía a ejercitar el autoconocimiento, sino que provee de una herramienta para la vida a los que se atreven a intentar responderla. Más que una respuesta, se convierte en una forma de vida, una manera personal de encarar las situaciones y de escalar la montaña única e irremplazable que se ha asignado a cada persona. Buscar el sentido de la vida constantemente nos impulsa a adentrarnos en un ciclo de perfeccionamiento, de crecimiento personal y aprendizajes, y una vida plena.

Bibliografía

Aristóteles. (1993). Ética a Nicómaco. Madrid: Gredos.
Bunge, Mario. (1976). El ser no tiene sentido y el sentido no tiene ser. Teorema: Revista Internacional de Filosofía, 9, No. 2: 201-212. http://www.jstor.org/stable/43046024.
Camus, Albert. (1942). El mito de Sísifo. Madrid: Literatura Random House.
Faral, Medina, Espinosa. (2014). Atrévete a Pensar. Montevideo: Contexto Jean-Paul Sartre.
Frankl, Viktor, (1946). El hombre en busca del sentido. Barcelona: Herder Editorial.
Ortega y Gasset, José. (1935). El hombre y la gente.  Buenos Aires: Revista de Occidente.
Pastorino, Miguel (2020). Entrevista con En Perspectiva. Recuperado de https://enperspectiva.uy/enperspectivaprograma/editorial/lapreguntasentidolavida/ .
Sádaba, Javier. (1981). ¿Tiene sentido preguntarse por el sentido de la vida? Teorema: Revista Internacional de Filosofía, 11, no. 2/3: 179–95. http://www.jstor.org/stable/43046075.

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