Fotografía: Magnus Wennman

Frente a frente con un rostro nuevo. No lo hemos visto nunca, ni usted ni yo. Sin embargo, no podemos evitar construir la historia de su vida. No podemos evitar darle una identidad a esta cara tan amigable. Insistimos en hacer cada marca de su piel un cuento fantasioso y no podemos evitar conseguir un compañero nuevo de quimera. Observémoslo. Hagámoslo nuestro. Démosle vida.

El reflejo de la esperanza en sus ojos nunca se apaga. Aunque puede visualizar las rejas blancas de la vejez colgando de los extremos de su cara, se acostumbró alguna vez a dar lo mejor de sí mismo. Las arrugas que esconde detrás de un pigmento único revelan no sus años en la Tierra, sino su carácter de constante felicidad. Es por esa misma razón que sus arrugas son tan profundas, porque nunca deja de esbozar la sonrisa.

Indigente. No, mejor no. Viajero del mundo. Y con ese rostro de simpleza contagió a muchos otros. Es un héroe desconocido. En nuestras mentes atravesó todos los continentes y se transformó en una persona muy sabia, por eso lo queremos tanto. No tengo duda de que está intentando darnos un consejo de vida, de esos que guardamos para toda la eternidad.

Seguramente su vida no haya sido, en absoluto, parecida a la que tenemos en mente. Pero eso no importa, Schrödinger nos dio una infinitud de universos paralelos para hacer de ellos lo que queramos. No se aún en que dimensión se encuentra nuestro hombre, pero es, con certeza, nuestro ahora.