Comprendiendo los “darśanas”
Mariano Iturbe, desde el mes de marzo, está esperando en Argentina poder viajar a la India, pero el “corralito” migratorio aún lo retiene en Buenos Aires. Mariano trabaja como profesor adjunto de filosofía en el Instituto K. J. Somaiya Bharatiya Sanskriti Peetham[1], en Mumbai, la capital financiera de la India. Aprovechando su forzoso confinamiento, le pedí que examinara mi artículo ¿Qué hacer con la filosofía oriental? Nuestro intercambio de mails inspiró esta entrevista, que -franqueza obliga- enmienda en parte mi opinión.
Comencemos por algo básico, ¿oriente y occidente entienden lo mismo por filosofía?
La respuesta a tu pregunta no es fácil de dar. Para empezar, es necesario aclarar que hablar de filosofía oriental es hablar de un mundo o de varios mundos que por siglos se han desarrollado de forma paralela, casi sin contacto entre ellos y casi sin contacto con el mundo occidental. Como decía un profesor de la Universidad de Delhi, si no se puede hablar de “filosofía India”, sino de “filosofías de la India”, mucho menos podemos hablar de “filosofía oriental”, sino de “filosofías nacidas en oriente”. La filosofía India nació intrínsecamente unida a la religión del Hinduismo, y es en esa misma tierra donde también nacen el budismo y el jainismo. Otras filosofías de oriente, como por ejemplo el Confucianismo, de Confucio, y el Taoísmo, de Lao-Tse, se desarrollaron en China sin ningún contacto con la filosofía India. Pero no he estudiado el Confucionismo ni las enseñanzas de Lao-Tse. En occidente, desde la antigua Grecia se entendió la filosofía como la búsqueda de las verdades últimas acerca del ser humano, del mundo que nos rodea y de la existencia de un Ser Supremo. En oriente, y particularmente en la India, la filosofía es denominada darśana (darshána), una palabra sánscrita que significa, por un lado, escuela o sistema filosófico y, por otro lado, una visión intuitiva e inmediata de la realidad, incluyendo también el estudio de los medios que se necesitan para alcanzar esa visión.
Nos enfocamos entonces en India para cotejar la especulación filosófica de ambos mundos. Da la impresión de que en la India se desarrollaron sobre todo éticas o filosofías de vida, pero sin reflexión metafísica profunda, ¿es así?
No estoy convencido de eso. En la filosofía India hay debates muy interesantes acerca de la existencia del alma, del Ser Supremo, de la sustancia, los universales, los elementos originarios del universo, etc. Es sobre todo a partir de los Upaniṣads -aquellos textos que constituyen la parte final de los Vedas- donde se dan esas preguntas metafísicas. Late la convicción de que bajo el mundo exterior de cambio continuo subyace una realidad inmutable que es idéntica con aquella que subyace la esencia del hombre.
¿Cuáles son esos debates? ¿Qué corrientes de pensamiento se formaron?
A partir de los más antiguos Upaniṣads, compuestos alrededor del año 500 a.C. en adelante, se desarrollaron los darśanas, escuelas con visiones diferentes. En concreto, dos grupos: las nāstika (heterodoxas) y las āstika (ortodoxas). El criterio de división es la aceptación o rechazo de la autoridad de los libros sagrados de los Vedas. Las heterodoxas no consideran a los Vedas como infalibles ni establecen su propia validez sobre la autoridad de los mismos. Hay tres escuelas heterodoxas, el Budismo, el Jainismo y la escuela Cārvāka o materialista. Es interesante observar que en la India, junto a corrientes profundamente religiosas, siempre ha habido corrientes agnósticas o irreligiosas. La Cārvāka rechaza la noción de un mundo sobrenatural, la autoridad de las escrituras sagradas y la inmortalidad del alma. Esta escuela, al negar el valor de la metafísica, nos muestra la existencia de debates metafísicos que ya estaban presentes desde tiempos inmemoriales en la India.
¿Y las otras escuelas?
Las escuelas ortodoxas basan sus enseñanzas en la autoridad de los Vedas. Más aún, cada una pretende representar la auténtica interpretación de las sagradas escrituras del hinduismo. Son seis: Sāṅkhya, Yoga, Nyāya, Vaiśeṣika, Mīmāṃsā, y Vedānta. Además muchas de estas escuelas tienen sus propias subdivisiones, con sus representantes y con una bibliografía abundante. Todo esto muestra la gran riqueza y variedad que existe en las filosofías nacidas en la India. La escuela Yoga es de carácter práctico y se apoya en las enseñanzas metafísicas de la Sāṅkhya, que propone un dualismo de espíritu incausado (puruṣa) y materia incausada (prakṛti). Esta sirve a los fines de aquél y evoluciona en veinticinco categorías metafísicas de las cuales surge toda la realidad. En la filosofía Vedanta, los tres temas principales son el Ser Absoluto, el mundo material y el individual self, es decir, el ser individual que comparte la naturaleza del ser Absoluto, pero que por la teoría de la reencarnación asume diversos cuerpos materiales, racionales o no.
Esa aceptación o rechazo de los Vedas o “sagradas escrituras”, ¿no implica cierta confusión entre filosofía y religión?
Es cierto que no podemos separarla del hinduismo, pero dentro de las enseñanzas de cada una de las seis escuelas mencionadas encontramos profundos análisis metafísicos, epistemológicos, morales, lógicos, etc. Cuando la filosofía india empezó a ser conocida en profundidad en occidente hace dos o tres siglos, surgió entre algunos la crítica de que estas enseñanzas son más religiosas que filosóficas y que las explicaciones mitológicas se confunden con los argumentos racionales. Creo que esa acusación no es válida. Hoy en día hay un gran consenso en defender la naturaleza verdadera de la filosofía india. Eso sí, no es solo especulativa, sino que tiene un fin práctico, que es la “liberación final” del ser humano. En cierto modo la filosofía India tiene un sentido sagrado. Me acuerdo de la visita de un profesor europeo durante mis estudios en la Universidad de Delhi hace unos 20 años. Su tesis sostenía que la filosofía India no es filosofía, es religión. El director del departamento le escuchó con paciencia, al final le agradeció su ponencia, defendió la naturaleza filosófica de los darśanas y añadió de forma muy educada, pero clara, que invitaba al profesor a extender su estadía en India para así realmente conocer mejor la filosofía del lugar. Al mismo tiempo un compañero me comentaba en voz baja con una pizca de ironía: “en India, un profesor nunca va a hablar de filosofía – algo ‘sagrado’– mientras fuma un cigarrillo…”. Sin forzar las cosas, podemos comparar estas críticas con las hechas al período de filosofía medieval en Europa, al que a veces se lo silencia por considerarlo puro saber teológico. En un San Agustín, en un Santo Tomás, en un Duns Scotus, encontramos grandes teólogos en los que sus enseñanzas encierran una profunda y valiosa filosofía. En la India, autores como Śaṅkara, o Rāmānuja, o Patanjali, por nombrar unos pocos, muestran un deseo intelectual y moral a la vez de conocer la Realidad última a quien llaman ‘Brahman’. Este deseo se transforma en el fin último no solo de la filosofía sino del ser humano. Las enseñanzas contenidas en los libros sagrados, junto con la interpretación racional propia de cada escuela, dan el conocimiento del Ser absoluto y de la relación del mismo con los seres finitos, tanto espirituales como materiales.
¿Dónde se ubica el budismo en este contexto?
El budismo nace en la India en el siglo VI a.C. y comparte muchos presupuestos con el hinduismo de los Brahmanes, sacerdotes de la casta superior, como por ejemplo la ley del Karma, la reencarnación y el ideal de una liberación final o mokṣa. El budismo acepta la enseñanza hinduista de una realidad transcendente, pero reemplaza una actitud más ritual por una más racional y con un énfasis en lo ético. Aunque es tema de debate si el Budismo rechaza o no el sistema de castas, es claro que realza la importancia de la igualdad humana, de manera que cualquier persona pueda alcanzar la felicidad última que es el Nirvana. Estas discrepancias produjo una respuesta apologética que influyó decisivamente en el desarrollo de las escuelas de la filosofía India, que entraron en intensos debates y se defendieron racionalmente de los ataques del budismo.
¿Existe algún tipo de influencia de la filosofía occidental?
Junto con el dominio político de las colonias hubo una influencia intelectual clara de occidente. Esto se nota especialmente a partir del siglo XIX. Las tres primeras universidades que los ingleses crean en la India son las de Bombay, Madrás y Calcuta, en 1857, y en ellas, al principio, la enseñanza predominante fue de filosofía occidental. Desde entonces, los intelectuales de muchos países asiáticos comenzaron a viajar a los países colonizadores para hacer estudios de grado o de postgrado, y luego volvían a sus países de origen contribuyendo eficazmente al desarrollo cultural y también político. Hoy en día, la influencia de la filosofía occidental se mantiene viva y, si vemos los planes de estudios en muchas universidades de la India, encontraremos que se enseña tanto la filosofía occidental como la oriental. En sentido opuesto, está también la tesis que afirma que la filosofía India influenció en el pensamiento de los griegos, pero eso no está comprobado y no se ha encontrado aún ninguna referencia de Platón, de Aristóteles, etc. a pensadores de la India.
Pero existe interés por la filosofía occidental…
Es necesario hacer precisiones. En cuanto al nivel de especialización de los profesores, que es de gran altura, se nota a veces una cierta tendencia a actuar como compartimentos estancos, puesto que algunos profesores se especializan en filosofía India, mientras que otros lo hacen en filosofía Occidental, especialmente en escuelas de origen anglosajón. No faltan los especialistas en filosofía continental y también algunos en filosofía antigua griega. Son muy pocos los que se especializan en filosofía medieval. Aunque se la menciona brevemente en algunos programas de estudio, en general es bastante desconocida.
Vayamos al plano de la filosofía práctica, en concreto, el tema de la libertad. Da la impresión de que, particularmente en India, la actitud ante lo adverso ha sido siempre estoica, es decir, fatalista, quietista o determinista, ¿es así?
El tema es muy complejo y se podrían dar muchas razones a favor y en contra de esa visión. Pienso que una mirada rápida a las enseñanzas de tres obras fundamentales del hinduismo nos muestra que hablar de que la filosofía oriental es fatalista, quietista y determinista es una cierta simplificación. El Ramayana narra la vida de un príncipe legendario, de su mujer y de las luchas contra el rey demoníaco que reinaba en la isla de lo que hoy es Sri Lanka. Junto con las narraciones de esta epopeya, hay una glorificación de algunos caracteres especiales como el rey y hombre ideal, la esposa ideal, el hermano ideal, el devoto ideal, etc. El Mahābhārata es otro relato épico que se centra en la historia antiquísima de la India. El tema central es la lucha entre dos familias por la posesión del reino ubicado en el norte de la India. En esta épica encontramos una respuesta a la pregunta de qué debo hacer para alcanzar el fin último de mi vida que implica cuatro objetivos bien concretos: el dharma que consiste en cómo el ser humano debe orientar sus acciones según su conciencia y su pertenencia a una casta concreta que determina sus obligaciones familiares, profesionales, etc.; el artha que es el obtener lo necesario para la satisfacción de las necesidades materiales; el kāma, que es satisfacer los placeres físicos y psicológicos siempre bajo la ley del dharma; y el mokṣa que consiste en la liberación final, cuando el alma espiritual se separa del cuerpo material. Dentro del Mahābhārata se encuentra un poema conocido como el Bhagavad Gītā, quizás una de las obras de literatura oriental mejor conocidas en todo el mundo. El poema consiste en un diálogo entre Krishna, un avatar, es decir una manifestación del Ser Absoluto en el mundo, y Arjuna, un príncipe de la familia de los pandavas. El diálogo tiene lugar cuando está a punto de comenzar una batalla y es un diálogo que tiene un sentido profundamente filosófico. Arjuna va en su carroza dispuesto a luchar, pero al ver que en el campo de batalla, entre los enemigos, estaban sus parientes y amigos más cercanos queda completamente paralizado y se pregunta si debe entrar o no en el combate. Krishna que es el auriga que conduce la carroza comienza a argumentar y a explicarle a Arjuna que su obligación consiste en dejar de lado los sentimientos y cumplir su deber, que en ese momento era el de entrar en la batalla.La enseñanza de estas tres importantes obras de la literatura india se extiende en los darśanas que discuten el interactuar de la ayuda divina y de la acción humana. Uno de los grandes maestros que vivió en el sur de la India en los siglos XI y XII, Rāmānuja, defendía la libertad humana con el ejemplo de la validez de las escrituras sagradas. Para él, la existencia de estas escrituras implica que hay un ser inteligente y libre, pues en su opinión si la actividad individual está completamente determinada por el Ser Supremo, entonces las enseñanzas positivas y prohibitivas de las escrituras serían superfluas.
¿Recomendarías incorporar el estudio de la filosofía oriental en los programas occidentales?
Sí, aunque reconozco que es difícil llevarlo a la práctica debido a la extensión de las filosofías orientales. Más que agregar alguna unidad a los programas ya existentes, es mejor ofrecer alguna materia, obligatoria u opcional, en la que al menos se dé una visión introductoria a las religiones y filosofías de oriente. Es cierto que la cultura oriental no está en nuestras raíces, pero vivimos en un mundo globalizado y hoy en día hay aspectos de la cultura oriental que tienen presencia en occidente y, de algún modo, hay que afrontar esta situación. Por ejemplo, el tema del yoga y si es neutro practicarlo o no, qué es la New Age, la reencarnación, etc. Pero son temas que hay que tratar con mucha prudencia, con gente que esté preparada, para que ayuden a pensar mejor y no a quedar confundido.
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[1] Instituto que promueve la investigación en la cultura y filosofía de la India, así como el diálogo interreligioso. Iturbe hizo estudios de licenciatura en la Universidad de Córdoba (Argentina), y en la Universidad de Navarra (España) y obtuvo su doctorado en la Universidad de Delhi (India).