¿Los queremos sofistas o peripatéticos?
Este ensayo reflexiona sobre la educación a través de las doctrinas de los sofistas y los peripatéticos y sobre el peligro de confundir enseñanza con adoctrinamiento
Los sofistas iban de ciudad en ciudad enseñando la sabiduría a través del arte de la política y la ciudadanía. Su objetivo principal era desenvolverse en los asuntos públicos y fueron los primeros pensadores en cobrar dinero por sus enseñanzas. Por otra parte, la escuela peripatética seguía las enseñanzas de Aristóteles. Su plan educativo consistía en cinco períodos educativos. El primero, llamado infancia, comenzaba con la crianza formando hábitos. El siguiente período se concebía hasta los cinco años y consistía en desarrollar buenos hábitos sin lecciones y obligaciones. La próxima etapa, era desde los siete años a la preadolescencia, correspondía al período de educación pública con asignaturas como Gimnasia, Lectura, Escritura, Música y Dibujo. La última etapa trataba de la educación liberal, lo que equivale en la actualidad al liceo. Aristóteles hacía énfasis en dividir la educación en dos, por un lado, la educación moral y, por otro, la educación intelectual, ambas de gran importancia.
Tanto sofistas como peripatéticos destacaban el valor del lenguaje como atributo único del ser humano, pero diferían en la forma en que utilizaban el lenguaje como herramienta de estudio. Los sofistas utilizaban la retórica para convencer y persuadir. Esta técnica del lenguaje es utilizada muchas veces en discursos políticos. Mientras que los peripatéticos, fieles estudiantes de Aristóteles, utilizaban la dialéctica, técnica basada en discutir argumentos, mediante razonamientos para descubrir la verdad. En palabras de (Colli, 1987), “En la dialéctica se luchaba por la sabiduría; en la retórica se lucha por una sabiduría dirigida al poder”.
Los personajes de la novela 1984, de George Orwell, utilizan la neolengua. Esta es una adaptación simplificada del idioma inglés y es una de las normas impuestas por el Partido totalitarista (el Partido es el guardián de la democracia, el poder máximo, el Gran Hermano. Todos los individuos pertenecen al Partido a excepción del proletariado). A través de la neolengua, se busca controlar y dominar los pensamientos de la sociedad en contra del Ingsoc (socialismo). El control se ejerce mediante la eliminación del significado de las palabras indeseadas, para que el concepto de estas deje de existir en el pensamiento de los individuos. Si la acción de eliminar el significado de las palabras hace que no pensemos más en ellas, a mi entender, está mal que el lenguaje tenga que ser sencillo. El propósito del lenguaje, sin incidencia del poder, debería ser la capacidad de expresar todo lo que queramos. Respecto a la educación, el Partido mantiene un significativo paralelismo con los sofistas a la hora de enseñar por medio de la persuasión. 1984 impone, aunque para ellos “enseña”, las normas del sistema desde la niñez: “Casi todos los niños de entonces eran horribles. Lo peor de todo era que esas organizaciones, como la de los Espías, los convierten sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. Por el contrario, adoraban al Partido y a todo lo que se relacionaba con él” (Orwell, 2013).
Tanto los sofistas como los agentes de 1984, no muestran interés por la enseñanza, aunque utilizan diferentes formas. En mi opinión, los sofistas representan la cara distópica de la educación. 1984 es una distopía donde la educación es adoctrinamiento. En tal sentido, los peripatéticos son los representantes de la educación utópica.
Entiendo que el principal objetivo de la enseñanza es generar conciencia de los derechos y deberes de cada persona, brindándonos herramientas para crear argumentos propios y escoger los caminos correctos para solucionar nuestros dilemas en la vida. Sin embargo, los sofistas nos hablan con elocuencia, pero no tienen significado alguno. Así como el partido de 1984, al no cumplir con las características de enseñanza, continúa adoctrinando porque no da herramientas, las impone. Tanto para los sofistas como para 1984, es primordial que los individuos y su aprendizaje estén alineados con el contexto que vive el país. En consecuencia, genera en nuestra mente una construcción, nos están diciendo qué hacer y quién ser de forma implícita. Todo a conveniencia del poder máximo, de la forma de gobierno. Como se expresa en la novela, “la ignorancia es la fuerza”.
Esta comparación entre sofistas y 1984 trata de mostrar que, muchas veces, la forma de gobierno puede llegar a adoctrinar (inculcar a alguien determinadas ideas o creencias) en vez de educar (desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.) si no aplica las herramientas de forma adecuada.
Otro autor que hace aportes relevantes para este análisis es Michel Foucault. Su enfoque estuvo principalmente en las relaciones de poder, con el fin de entender su funcionamiento en la sociedad. El Panóptico, con el que Foucault se inspiró, fue el nombre que Jeremy Bentham (1979) le otorgó a su diseño de la prisión perfecta: “El todo de este edificio es como una colmena, cuyas celdillas todas pueden verse desde un punto central”. Esta definición nos demuestra que utilizando la arquitectura como otra herramienta, se logró que el Panóptico corrigiera a los presos, convirtiéndolos en individuos “normales”, de la mano de la vigilancia y el castigo, cuando las reglas eran corrompidas. Podemos ver esta estructura en otros lugares de encierro, como hospitales, empresas o escuelas donde se concentra una parte importante de la sociedad. Este poder actúa de tal forma que llega a “perseguir” a las personas, aunque nadie nos esté vigilando nosotros generamos un hábito de autovigilancia, donde nuestros comportamientos comienzan a ser los aceptados por la sociedad, los “normales”, evitando cualquier tipo de castigo. Todo lo mencionado sobre el Panóptico hasta ahora, se refleja en 1984 con la policía del pensamiento. Ellos utilizaban una telepantalla, parecida a una televisión, con el propósito de escuchar las conversaciones de las personas. Se encontraban por todas partes, invadiendo la privacidad de cada uno de los individuos. En el caso que la telepantalla detectara algo sospechoso, la persona involucrada podía ser vaporizada o castigada, esto dependía del delito causado. Pero en ningún momento las personas se cuestionan si efectivamente los observan en la telepantalla. Actúan como si los vigilaran. Cuando podría ser que solo las utilizaran para impartir miedo.
Cuando pienso en un modelo más actual de enseñanza peripatética, pienso en el pedagogo Paulo Freire. Él sostenía que la educación “es un proceso de conocimiento, formación política, manifestación ética, búsqueda de belleza, capacitación científica y técnica” (Freire, 1968). Decía que la alfabetización es la mejor vía para la liberación de la educación. El modelo educativo de Freire consistió en una educación humanística que propiciaba la liberación del individuo y el desarrollo de su conciencia crítica. Él estaba en contra de cómo el sistema regía la educación y por eso, propuso un nuevo vínculo entre los profesores y sus alumnos. Según Freire, existen dos tipos de educación: por un lado la bancaria, y, por otro, la problematizadora. En simples palabras, la educación bancaria o domesticadora posiciona al educador como dueño de un monopolio de conocimiento, su responsabilidad es imponer el saber educando. De esta forma, ya se establecen las figuras de poder, educador y educandos. De modo que, la educación es el acto de depositar o transferir el conocimiento y la memorización mecánica es su método de estudio. En relación, Freire expresa lo siguiente: “El educador es el que sabe, los educandos los que no saben; el educador es el que piensa, los educandos los objetos pensados; el educador es el que habla, los educandos los que escuchan dócilmente” (Freire, 1968). Con el fin de eliminar esta dicotomía entre educadores y educandos, Freire propuso la “Educación problematizadora”, que consiste en la comunicación como instrumento de liberación y construcción. Se trata de identificar el hecho de que cada individuo al ser, debe ser consciente de todo. Entonces define a la escisión de la siguiente forma: “Escisión en la que la conciencia es conciencia de la conciencia” (Freire, 1968). La escisión como rompimiento anula el acto mecánico de memorización, el depositar conocimiento y las figuras de poder. Se aprende, por ejemplo, del contacto con bibliotecas o laboratorios, todos se convierten en investigadores. Freire comparte con los peripatéticos, la cara utópica de la educación.
En resumen, la educación bancaria pretende mantener la inmersión. Mientras que la problematizadora pretende que emerja la conciencia. Para que la última sea aplicable, debemos deconstruirnos y de antemano sabemos que el sistema opresor en el que vivimos no está dispuesto a que los oprimidos se pregunten: “¿por qué?”.
Conclusión
Existe una contradicción entre la idea que se tiene de educación con la práctica de enseñanza. En otras palabras, nos quieren peripatéticos cuando en la educación se hace énfasis en que debemos ser seres capaces de tomar decisiones propias y aprender por puro placer. Pero, por varias razones, a veces nos educan sofistas, cuando no estamos de acuerdo con lo que nos enseñan, cuando se fomenta la competitividad, cuando no aprendemos por placer, ni para saber más, solo memorizamos los temas para llegar a la nota más alta. Adquirir mucho conocimiento no conviene al poder gobernante. Entonces, debo limitarme a aprender lo que está establecido, nada más y nada menos.
Si tuviera que responder la pregunta, ¿los queremos sofistas o peripatéticos?, como estudiante, definitivamente quiero que mi enseñanza sea peripatética, deconstruida, aprendiendo de nadie pero al mismo tiempo de todos. En manos de Freire, el ideal de utopía se dará cuando no haya incidencia política ni relaciones de poder forjadas por nuestro “Gran Hermano”.
Este ensayo me hizo reflexionar y preguntarme, sobre cuál es la razón de que el mundo avance a pasos agigantados y la educación no. Según Freire, pensar de forma auténtica es peligroso y yo quiero gritarle al mundo que, por miedo a ese peligro, nos continúan domesticando. Cuando nos dicen qué estudiar, qué hacer y por sobre todo, quién ser. Nos muestran al poder como una obra de arte, pero nadie nos cuenta que junto con ese arte viene la codicia. Tampoco, nos dicen que el poder corrompe y te enloquece. Orwell, los sofistas y Foucault, nos están diciendo que vigilar, castigar, impartir miedo y simplificar nuestro lenguaje es la forma en que el poder se está manifestando para mantenernos “normales”, dentro de los parámetros establecidos.
Winston (personaje principal de 1984), busca responder la siguiente pregunta: ¿era la vida antes de la Revolución mejor que ahora? Y si esa pregunta, la trajeran a la actualidad, ¿qué pensarías al respecto? De esta forma, lo mismo que Winston pensaba del proletariado, yo pienso de todos nosotros: “Hasta que no tomen conciencia no se revelarán, y sin revelarse no podrán tomar conciencia” (Orwell, 2013).
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Bibliografía
Bentham, J. (1979). El Panóptico. Madrid: La Piqueta.
Colli, G. (1987). El nacimiento de la filosofía. Barcelona: Tusquets.
Freire, P. (1968). Pedagogía del oprimido.
Orwell, G. (2013). 1984 (2013 ed.). (M. T. García, Trad.) Barcelona.
RAE, 2. (2019 de Agosto de 18). Diccionario de la lengua española, Edición del Tricentenario. Obtenido de https://dle.rae.es