Perón: las razones de su victoria
Juan Domingo Perón triunfó en los comicios argentinos de febrero de 1946. El recuento de votos se prolongó hasta principios del mes de abril. No se daba crédito del acontecimiento.
La diferencia entre la fórmula Perón-Quijano del Partido Laborista -creado meses antes de los sufragios- y la perdedora la de Tamborini-Mosca, la Unión Democrática (Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Comunista y Partido Demócrata Progresista) fue tan solo de doscientos mil votos de diferencia aproximadamente. Comicios en los que no votaron las mujeres, que adquirieron ese derecho con Perón como presidente.
Los Estados Unidos se involucraron directamente en la campaña electoral; unos días antes del día de la votación enviaron a las cancillerías americanas un documento titulado el Libro Azul, en el que mostraban los vínculos que había tenido el gobierno militar del que había sido miembro Perón con la Alemania nazi. Las pruebas decían haberlas obtenido en el Berlín ocupado. La España franquista también era aludida por haber sido parte del “Eje Madrid-Buenos Aires”. Durante la Segunda Guerra Mundial se habían estrechado las relaciones -económicas, políticas y culturales- hispano-argentinas. Este documento fue reproducido en los medios masivos argentinos. Perón solo contaba con un diario de escasa difusión: La Época. Los norteamericanos sirvieron en bandeja a Perón la bandera del nacionalismo y lanzó una consigna: “Braden o Perón”. En Argentina son pocos los que recuerdan algo del candidato que perdió contra Perón. ¿Quién fue Braden? Un ex embajador norteamericano en la Argentina de 1945 que estuvo solo tres meses hasta que lo obligaron a volver a su país. No cumplió la máxima de la diplomacia: no involucrarse en política interna. De hecho la oposición anti-peronista se reunía en la embajada norteamericana. Braden fue el artífice del Libro Azul desde la sección de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado.
Perón conquistó a un porcentaje alto del votante católico, ya que su propuesta contemplaba mantener la educación religiosa en las escuelas (medida re-introducida por lo militares) y no aprobar la ley del divorcio. De hecho, la Iglesia católica no estuvo al margen de los acontecimientos y en una pastoral episcopal recomendó a sus feligreses a no votar por los candidatos simpatizantes de políticas contrarias a la Iglesia (léase la Unión Democrática). O sea, el peronismo naciente llevaba la legitimidad de la bandera del nacionalismo y del catolicismo. Perón usaba en sus discursos encíclicas papales y la doctrina social de la Iglesia.
Otra razón de peso en el triunfo electoral de Perón fue la conquista de las clases trabajadores y de los sectores populares. Esa dictadura militar, a mediados de los cuarenta, aprobó leyes sociales, las que en Uruguay hacía años que ya existían. De hecho, los líderes sindicales se encontraron con una terrible disyuntiva: ¿cómo no apoyar a quien nos dio aquello por lo que luchamos durante tanto tiempo? Al final, esa idea pesó más que el estigma de ser el candidato del “fascismo criollo”.
Pero lo más significativo no fueron solo los beneficios materiales obtenidos por los humildes sino también el lugar que Perón le dio a la “Argentina invisible”, la dignidad y el reconocimiento que le proporcionó a sus seguidores. El quiebre de la Argentina fue el primer 17 de octubre de 1945 cuando los trabajadores salieron a pedir su liberación (prisionero a pedido del anti-peronismo) y “metieron las patas en la fuente”. Ese día las élites políticas e intelectuales solo vieron “hordas”, “cabezas negras”, “descamisados”: lo más sucio y bruto del pueblo. En cambio, Perón pidió esa noche desde el balcón de la Casa Rosada estrecharlos en su corazón como lo podría hacer con su madre. Perón se adueñó de las expresiones peyorativas y las cargó de un simbolismo positivo convirtiéndose en el “primer descamisado”. Ese día los militares que temían un Núremberg argentino descubrieron que su régimen tenía apoyo popular. Y esa noche el coronel Perón renunció al honor de ser soldado para presentarse como civil en las elecciones presidenciales.
Semanas más tarde, el corresponsal de la Falange, partido fascista español, sin comprender del todo, escribía cómo en los barrios obreros los letreros eran “Dios, Patria y Hogar” y la policía y las fuerzas armadas eran aclamadas, mientras que en los barrios aristocráticos y los universitarios las apedreaban. Los “oligárquicos” (en la jerga de la época) políticos, prensa y corporaciones empresariales se oponían a esa parte del pueblo que ocupaba la escena y del que Perón se adueñaba. La Falange miraría a Perón con sana envidia y a la vez admiración: la clase trabajadora se hacía nacionalista.
A pesar de que las razones presentadas hacen comprensible el acontecimiento no fue así para sus detractores, a quienes les llevó tiempo el duelo de aceptar y comprender por qué su pueblo había votado por el que parecía ser la amenaza del fascismo en la América del Sur. 1946 se constituyó en la ruptura de la historia de la joven nación.
Imagen: y CGT (1946). 24 de febrero de 1946: Comicios ejemplares. Buenos Aires. Ejemplar disponible AGN (Uruguay), Fondo Luis Batlle Berres, caja 153.