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Así vivimos la Universidad

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La idea fue de Rectorado. Comprensible. La UM tiene identidad y valores bien definidos -el statement, dirían en audiovisual-, y necesita recordarlos a sus actores principales, sus caras más visibles. Luego nos llegó a todos la invitación para dialogar sobre “La enseñanza universitaria hoy: el ideario de la UM”. Con el decano nos pusimos de acuerdo en presentar este breve texto de san Josemaría Escrivá, más un par de preguntas disparadoras.


La variedad de edades, de profesiones, de universidades de origen y de experiencia laboral de los asistentes, aportaron riqueza de matices a los temas. Escribo con entusiasmo y con la responsabilidad de dejar consignada (nero su bianco, dicen en Italia, si no, nunca fue), para los que pudimos asistir y los que no, una síntesis de lo dialogado.

Fue recurrente la referencia a la diversidad del alumnado, tanto desde su óptica como desde la nuestra. Los alumnos (nosotros, cuando lo fuimos) entran a la universidad con la expectativa de entrar en otro mundo, con gente nueva y distinta, pero de similares intereses académicos. Los que estudiaron en la UM encontraron, según contaron, condiciones ideales para aprender a convivir, a dialogar, a entender y respetar el modo de ser de compañeros de variada procedencia social, económica, política y cultural. A los docentes, la diversidad se nos plantea como desafío por la heterogeneidad de motivos, de capacitación, de madurez o de dificultades de aprendizaje que traen los alumnos sentados ante nosotros. Nos corresponde primero reconocerlo y después saber que cada uno posee alguna habilidad en la que puede destacar, incluso brillar, y será responsabilidad nuestra dar a cada uno las herramientas y las oportunidades para desarrollarla.

Parecía lógico que los aportes se enfocaran en el rol del profesor. Así como de las buenas películas suelen quedarnos grabadas la primera o la última escena, fue interesante escuchar a varios relatar la impresión que deja el profesor el primer día de clase… o durante un examen. Uno recuerda al profesor que la primera clase del primer día hace cerrar los ojos a todos y pregunta por el color del buzo del compañero contiguo sin obtener respuestas, dejando en evidencia que no somos tan importantes; otro que presenta dos cuadros de Picasso en distintos momentos, haciendo ver que no se llega al segundo sin pasar por el primero; otro que, también el primer día, “echa” a los alumnos a caminar por el barrio para demostrarles a su regreso que el programa de Antropología está en la calle; otro que no dejó pasar el examen sin que su alumno comprendiera el concepto de persona invitando a encontrarlo en el programa, evidentemente no bien asimilado… Lecciones de estilo, se acotó. Es que se puede ser muy sabio, pero para transmitir sabiduría hay que dominar el cómo, saber narrar lo que se enseña. Educar es un arte. Y el arte educa. Como el cine.

Asomó así, con naturalidad, la diferencia entre ser docente y ser maestro. La importancia de esta distinción es evidente y está de moda el coaching, el mentoring, etc. Lo que importa para esta crónica es lo que cada uno fue aportando desde su experiencia: aportar a nuestros alumnos un panorama de comprensión, más allá de lo técnico; contar las propias experiencias: los alumnos conectan con testimonios, con historias reales y creíbles; ser exigentes: desafiarlos, no subestimar su inteligencia, no evitarles frustraciones, dejar que se equivoquen sin que se desanimen, que se acostumbren a autoexigirse, que reconozcan sus talentos y sus limitaciones, que aprendan a adaptarse a un mundo que cambia con prisa y sin pausa en una carrera que no es de 100 metros sino de largo aliento; conectar siempre la libertad con la responsabilidad como un binomio inseparable, como caras de una misma moneda; fomentar las habilidades blandas: trabajo en equipo, diálogo, empatía, gestión del tiempo, etc.; recordarles la misión de servicio que posee su ejercicio profesional dentro del ecosistema social.

Una docente comentó que se inscribió en la UM porque su padre había sido alumno en la UdelaR del Dr. Mariano Brito, a quien admiraba por su honestidad intelectual y humana, y que en ese momento era rector de la UM. Me dejó pensativo y cuestionado: ¿qué recuerdo estoy dejando a mis alumnos?

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2 thoughts on “Así vivimos la Universidad”

  1. Claudio Ruibal says:

    ¡Felicitaciones! Entusiasma comprobar que la Misión de la UM se va haciendo vida en los profesores, en los alumnos , en las clases y en el asesoramiento académico. Gracias por compartir esta nota. Gracias por hacer la UM día a día.

  2. Carolina Núñez says:

    Muchas gracias por la reseña. Muy enriquecedora para quienes no pudimos asistir.
    Saludos para todos

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