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Las nuevas líneas divisorias

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Al principio, entre las elites informadas de los EEUU muy pocos pensaban que Donald Trump podía ganar la candidatura republicana. Pero la ganó. Lo mismo ocurrió con el Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Siguiendo a vuelo de pájaro esas dos campañas (la de Trump; la de los partidarios del Brexit), se aprecia que sus resultados han llevado a nuevas interpretaciones de lo ocurrido, interpretaciones que en principio van mucho más lejos que esas dos campañas específicas.


Resumiendo concisamente esas interpretaciones: la vieja línea divisoria entre izquierdas y derechas ya no permite entender la clase de cambios que condujeron al Brexit y a la candidatura presidencial de Trump. Ahora hay una nueva línea divisoria. Se la puede llamar, por ejemplo, globalización versus exclusión.

En las democracias prósperas del norte (y en particular en los EEUU y en el Reino Unido) la economía ha crecido en los últimos años, a pesar de las crisis, pero las remuneraciones se mantuvieron aproximadamente estables, y la desigualdad de ingresos entre los más y menos favorecidos aumentó. Grandes sectores de los respectivos electorados perciben estos cambios claramente: se sienten perjudicados por ellos y votan en contra de sus respectivos establishments, vistos como responsables de la situación. Para los observadores que se oponían al Brexit o a la candidatura de Trump, lo que está en discusión es por qué ocurrieron esos cambios (y eventualmente, según sea la respuesta, qué se puede o se debería hacer para enfrentarlos).

Un buen punto de partida es examinar qué tienen en común los votantes pro-Trump y pro-Brexit; los datos sugieren, efectivamente, que tienen mucho en común. Tienden a pensar que el problema principal está en la pérdida de trabajos bien remunerados. Eso estaría ocurriendo porque la expansión del comercio internacional “roba” empleos hacia países con costos de producción más bajos (y peores condiciones de vida: por ejemplo, China, México). Para evitar este “robo” es necesaria una actitud mucho más crítica hacia los acuerdos internacionales que facilitan el comercio. Es necesario defenderse mejor, ser más proteccionista.

La inmigración (en EEUU, en el Reino Unido) potenciaría la pérdida de empleos. Es necesario frenarla, construyendo muros (con México) o saliendo de la Unión Europea. La inseguridad, percibida (equivocadamente) en ascenso, es atribuida a la inmigración. Pero como los inmigrantes “son diferentes” (latinos o mexicanos; de Europa Oriental, musulmanes), esto conduce a un racismo visiblemente en aumento.

¿Y quiénes son los votantes de Trump y del Brexit? Los que no se han beneficiado del crecimiento económico (trabajadores poco calificados), los que tienen menos herramientas para defenderse de la globalización (los menos educados). ¿Y el fracaso de la vieja división entre izquierdas y derechas? En los dos casos los dos partidos mayores -demócratas y republicanos; conservadores y laboristas- asociados al viejo corte izquierda/derecha se vieron divididos por estos temas. Queda por ver qué clase de impactos podrían tener ahora estos procesos en los llamados “países de desarrollo intermedio”, Uruguay incluido.

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