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Tabaré Vázquez: el presidente 1.0 en el país más conectado de la región

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La construcción de influencia ya no depende únicamente de los minutos de exposición mediática de un actor político. Vivimos en un mundo más complejo, las audiencias son “móviles” y están dispersas. Se establecen nuevas formas de interacción que desafían hasta a los líderes mundiales.


El miércoles 1 de marzo, el presidente de Uruguay Dr. Tabaré Vázquez utilizó el recurso de la cadena nacional durante 40 minutos en horario central de televisión y radio para comunicar los logros de su gestión y proyectar sus planes.

Más allá de lo ideológico y de lo político partidario, en las redes sociales y en la calle hubo reacciones en simultáneo de la gente y discusiones variadas sobre el uso de la herramienta y su extensión. Esas “conversaciones” paralelas son cada vez más importantes para las estrategias de comunicación y sus efectos.

Es indudable que la influencia de los medios tradicionales sigue vigente y que buena parte del electorado, “los que votan”, son sujetos que pueden ser captados por este tipo de comunicación ya considerada unánimemente como tradicional. Sin embargo, en su discurso Vázquez hizo referencia particular a “los que no votan” y allí dejó en evidencia un fenómeno que lo envuelve a él y a otros mandatarios que anuncian proyectos de innovación y tecnología pero no tienen ni utilizan redes sociales. Le habló a los que “todavía no votan” pero no lo hizo en Youtube, Netflix o Snapchat.

Vázquez es reconocido entre otras cosas por su gestión en el impulso del Plan Ceibal, que permitió asegurarles a muchos niños uruguayos y a sus familiares un primer acceso a Internet. También se destaca el Plan Ibirapitá con el mismo fin pero centrado en la tercera edad (grupo del cual el propio presidente forma parte).

Podríamos decir que el electorado uruguayo y los futuros votantes son ciudadanos muy conectados (según Radar más del 94% se conecta a la red). Además tenemos las mejores velocidades de la región y los precios más accesibles. Esto no significa necesariamente que consuman o se conecten con contenido político pero sus hábitos se acercan cada vez más al celular y menos a la televisión en cualquier sentido.

Entonces, ya entrados en 2017 parece difícil concebir que exista una estrategia de comunicación, en este caso política, que no contenga un fuerte componente digital. Alcanza con ver cómo se dieron las últimas campañas electorales en países como Estados Unidos o más cerca en Argentina para saber el rol que tienen las redes sociales en la construcción de influencias y en la difusión de mensajes de diversa índole.

En Uruguay no cabe duda de que estamos muy lejos. En los últimos 12 años el país fue gobernado por figuras como Vázquez y Mujica que no tienen ni utilizan redes sociales. En el caso de Mujica su presencia en medios tradicionales era muy alta, lo que podría recompensar esa ausencia digital de alguna forma, pero con Vázquez la situación es más compleja.

En definitiva, lo que se pierden políticos 1.0 como Vázquez es la posibilidad de ampliar sus canales de comunicación para llegar de otra forma, quizás más personal y directa a sus seguidores, y a la población en general.

Compartir las giras, anunciar decisiones o logros, fomentar de distintas formas la participación para tener una presencia y relevancia personal constante son algunas de las prácticas habituales de los líderes mundiales. Entonces, ¿por qué no hacerlo acá?

Si en el discurso político el presidente apunta al futuro, destaca la innovación y las nuevas fuentes de trabajo que permiten las herramientas tecnologías que él mismo promueve, ¿cómo puede ser que no se contemplen las nuevas plataformas de comunicación, donde más tiempo están los que hoy no votan pero que mañana sí lo harán?

Seguramente para Vázquez ser un político 1.0 es un tema menor ya que lo abordó en una etapa de su carrera donde tenía a sus espaldas una construcción de imagen “tradicional”, pero para los futuros líderes y candidatos es uno de los mayores desafíos para los que tendrán que prepararse.

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