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¿Embajadas de mudanza?

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Un repaso de los principales acontecimientos desde el traslado de la sede diplomática estadounidense a Jerusalén


El 14 de mayo de 2018 abrió sus puertas la embajada norteamericana en Jerusalén, antes situada en Tel Aviv. La inauguración contó con la presencia de Ivanka Trump, hija del presidente estadounidense (conversa al judaísmo), y su esposo judío Jared Kushner. Para mantener la seguridad en la zona, fueron desplegados 4000 policías en la ciudad de las siete colinas. El acontecimiento, a 70 años de la creación de Israel, fue recibido con júbilo en dicho país, ya que se interpretó como un afianzamiento de la alianza entre Washington y Jerusalén y una muestra de apoyo por parte del presidente Donald Trump al polémico primer ministro Benjamin Netanyahu. De este modo, el mandatario americano cumplió con otra de sus controvertidas promesas electorales, desoyendo los cuestionamientos de las Naciones Unidas, la Unión Europea y un amplio sector de la comunidad internacional.

Por su parte, la reacción del pueblo palestino no se hizo esperar, para ellos se trató de algo más que una ofensa en el aniversario de lo que llaman Nakba o catástrofe, en alusión a las consecuencias de la fundación de Israel y el subsiguiente conflicto armado. En la Franja de Gaza, los manifestantes se enfrentaron al ejército israelí arrojando piedras y materiales incendiarios. El saldo estimado por las autoridades palestinas fue de 55 muertos y más de 2700 heridos.

El desencadenante de este episodio, uno más dentro de una larga lista, no es tan insignificante como pareciera a primera vista. La Resolución 181 de las Naciones Unidas, que se remonta a 1947, preveía la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe, y la internacionalización de Jerusalén. Debido a que los palestinos no reconocieron el pronunciamiento de la ONU, basados en el principio de la autodeterminación de los pueblos, no proclamaron su Estado soberano. Al tiempo que el sionismo sí lo hizo al declarar la independencia de Israel en 1948, iniciándose la primera guerra árabe-israelí. Jerusalén y el resto del territorio en disputa quedaron divididos de facto entre ambas poblaciones, hasta que en la Guerra de los Seis Días (1967) las fuerzas israelíes tomaron el control de toda la ciudad.

En 1980, tras varias guerras con el mundo árabe y la paz con Egipto (acuerdos de Camp David), el parlamento de Israel proclamó por ley que Jerusalén es su capital “eterna e indivisible” y situó allí sus principales organismos gubernamentales. En respuesta, el Consejo de Seguridad de la ONU, con la abstención de los Estados Unidos, condenó dicha ley e hizo un llamamiento (Resolución 478) a todos los países para que retirasen sus embajadas de la Ciudad Santa. A pedido de este organismo internacional, fueron trasladadas a Tel Aviv las pocas legaciones que aún permanecían en la disputada urbe, incluyendo la de Uruguay. Solo Costa Rica (1982) y El Salvador (1984) reabrieron sus embajadas en la ciudad de las siete colinas, en señal de apoyo a Israel. En 2006, los gobiernos de estos países decidieron abandonar esta política y relocalizaron sus sedes luego de años de malas relaciones con los países árabes.

En 1995, el Congreso de los Estados Unidos aprobó una ley que reconoce a Jerusalén como capital de Israel y ordena mover su embajada a dicha ciudad. Sin embargo, la ordenanza consideró la delicada coyuntura en Medio Oriente y privilegió la búsqueda de la paz, por lo que autoriza al presidente a dejar sin efecto la medida por seis meses. Desde entonces, Bill Clinton y los siguientes dos presidentes, George W. Bush y Barack Obama, firmaron cada seis meses una prórroga por motivos de seguridad nacional, hasta que el presidente actual, Trump, decidió acabar con esta tradición.

El Acuerdo del Siglo e Irán
Donald Trump se comprometió a ser el presidente más proisraelí de la historia de su país, en un intento por captar el voto judío y de la derecha evangélica sionista. Estas declaraciones se tradujeron en algunos hechos visibles, como el cierre de la misión diplomática norteamericana para los palestinos -canal directo de diálogo entre Estados Unidos y la Autoridad Nacional Palestina (ANP)-, al fusionarla con la embajada en Jerusalén a principio de año. De esta forma, el nuevo encargado norteamericano de mantener abierto el canal oficial de diálogo es el embajador David Friedman, reconocido crítico de las autoridades palestinas y entusiasta proisraelí. Asimismo, a fines de agosto, el Departamento de Estado anunció que cesaría el financiamiento de la Agencia para los Refugiados Palestinos de la ONU (UNRWA).

El 25 de agosto, se produjo un nuevo roce diplomático entre la Autoridad Palestina y el gobierno estadounidense, tras la supresión de esta entidad de la lista de países que figuran en el sitio web del Departamento de Estado. Otro factor que ha malogrado las relaciones entre la ANP e Israel y Estados Unidos es la demolición de edificios y el desalojo de palestinos de Jerusalén. El gobierno norteamericano bloqueó una resolución condenatoria a este respecto por parte del Consejo de Seguridad de la ONU.

A su vez, Trump ha adelantado un plan de negociación, conocido como “El Acuerdo del Siglo”, el cual podría ser develado el 17 de septiembre, fecha de las elecciones en Israel. Hasta el momento solo se sabe que consiste en un fondo de 50 mil millones de dólares destinados a obras y otros emprendimientos en Cisjordania y Franja de Gaza a cambio de concesiones palestinas. La ANP adelantó que no está dispuesta a negociar con el gobierno estadounidense, ya que se ha descalificado como mediador imparcial luego de que trasladase su embajada a Jerusalén. La última ronda de negociaciones dirigida por Estados Unidos entre israelíes y palestinos, la cual fracaso, terminó en 2014 y desde entonces no han prosperado nuevas iniciativas.

Por otra parte, el inquilino de la Casa Blanca se ha mostrado abierto a volver a la mesa de negociaciones con Irán, gobierno antisionista, lo que preocupa a Israel. ¿Podríamos estar ante una situación similar al devenir reciente de las relaciones entre Corea del Norte y Estados Unidos? Extrema tensión, seguida de un posterior y repentino acercamiento entre las partes, las cuales finalmente no logran concretar un acuerdo exitoso.

Los últimos acontecimientos, agregan más leña a una región en fuego y alejan la posibilidad de diálogo: el asesinato en Siria (perpetrado mediante un dron israelí) de dos presuntos terroristas libaneses entrenados por Irán, el enfrentamiento entre fieles musulmanes y el ejército de Israel en el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas y la ejecución de jóvenes armados que desafiaron al ejército en Franja de Gaza.

Un año con pocos cambios
A más de un año de la apertura de la sede diplomática en Jerusalén, se hace necesario este breve repaso, a la vez que reflexionar sobre las consecuencias que hasta ahora ha producido tan debatido traslado. Israel promueve el traslado de embajadas y la apertura de oficinas extranjeras en dicha ciudad, al tiempo que la Autoridad Nacional Palestina denuncia la situación y amenaza con elevar el caso a la Corte Internacional de Justicia.

Guatemala fue el único país que por el momento abrió su embajada en la Ciudad Santa. Por su parte, el gobierno de Honduras anunció que hará lo mismo, pero hasta el momento solo ha inaugurado oficinas comerciales. Australia decidió no seguir esta política, a pesar de declaraciones iniciales, al tiempo que República Checa (ha instalado un centro cultural en la disputada ciudad) y Hungría no ha progresado demasiado en el traslado, pero ha anunciado la apertura de una oficina comercial en Jerusalén, al igual que Eslovaquia. Ucrania planea una oficina para la innovación en dicha ciudad. El gobierno de Moldavía, probablemente el país más pobre de Europa, tras graves problemas internos presenta dos facciones, una que anunció el traslado de su embajada en Israel y otra que lo desestimó. Rumania es un caso similar, su primera ministra pretende mudar la embajada y el presidente se niega.

En nuestra región, el presidente Mario Abdo Benítez de Paraguay ha dado marcha atrás en la decisión de instalar la representación de su país en Jerusalén. El gobierno brasileño de Jair Bolsonaro (luego de la presión ejercida por su sector ganadero que veía peligrar el multimillonario mercado árabe de carne halal, la cual se produce de acuerdo a la ley islámica) no ha hecho efectivo su deseo de emular el ejemplo de Trump, pero en su lugar ha abierto una oficina de negocios en Jerusalén. Es probable que estos buenos gestos para con el gobierno israelí fueran la causa de los elogios Netanyahu con respecto a las medidas empleadas por Bolsonaro para combatir el incendio de la Amazonía. El gobierno de Iván Duque en Colombia no se ha atrevido a cambiar la ubicación de su sede (más allá de manifestar su deseo de hacerlo en algún momento) y el venezolano Juan Guaidó manifestó estar pensando en instalar la representación diplomática de su país en la ciudad en disputa. En tanto, Uruguay mantiene su decisión de permanecer en Tel Aviv. La posición del país al respecto es clara, a pesar de cuestionamientos por parte del gobierno israelí y de la solitaria propuesta de la senadora Verónica Alonso.

El resto de las embajadas del mundo permanecen fuera de Jerusalén, siguiendo la resolución de la ONU. La comunidad internacional en general y la Liga Árabe en particular son dos obstáculos mayores para los gobiernos que buscan llevar adelante un gesto de respaldo a Israel. Los gobiernos occidentales nacionalistas o de derechas no han hecho más que flirtear con la idea de seguir el ejemplo estadounidense. Sin embargo, no lo han hecho, a excepción de Guatemala, que posiblemente será seguido por Honduras. Con la salvedad del drama continuo en Medio Oriente, estos amagues hacen recordar el título de la famosa comedia de Shakespeare, Mucho ruido y pocas nueces. 

 

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