De la ciudad al campo, de los prejuicios al encuentro
Cuando llegamos a San Jacinto, nos recibió un hombre de unos 45 años, altura promedio y barba de unos días, que pronunció tres palabras con una voz casi afónica a modo de bienvenida. “Buenas tardes. Suban”. Después, silencio. Un establecimiento a 12 kilómetros del municipio